¿es Capricho o es Amor?

CAPITULO 3: NO TE VOY A FALLAR

CAPÍTULO 3

 

NO TE VOY A FALLAR

 

Izzy:

Hoy es mi primer día de trabajo y no podía estar más contenta. Los padres de mi paciente han querido darme un adelanto de mi sueldo sin que yo lo hubiera solicitado. Guardaré ese dinero para pagar la matricula del primer semestre de mi post-grado. He comenzado con el pie derecho al darme con estos patrones tan espléndidos aunque ya me aclararon que no hay más jefe que mi paciente y solo en él debo centrar mis esfuerzos. Tengo toda la intención de hacerlo.

Me encontré con Hannah cuidando del jardín cuando venía de salida. Hannah es mi mejor amiga y compañera de estudios. Compartimos un departamento y aunque somos muy distintas, tenemos varias cosas en común, entre ellas nuestra vocación por la enfermería y que ambas disfrutamos de la jardinería. Al salir no pude evitar pasearme un momento por el jardín y admirar el trabajo que hacía. Hemos logrado una hermosa diversidad de plantas y flores coloridas de la cual estamos orgullosas.

— ¡Feliz primer día de trabajo! —me gritó cuando ya estaba en el auto a punto de partir y extendiendo su brazo en alto despidiéndome con la mano.

Cuando llegué ya la enfermera estaba por terminar su turno. Se llama Julia y me cae bien aunque es una señora bastante seria y que va directa a su labor sin hacer mucha plática. Es eficiente, rápida y muy conocedora de su labor. Tiene muchos años ejerciendo la enfermería y parecería que nunca tuviera dudas sobre nada. Lo hace todo con vigorosa diligencia.

A ella le corresponde el cuidado primario del paciente. Yo vengo a ser su relevo, la persona que se queda para cuando ella termina y se va a casa. Mis obligaciones serán más limitadas y cuando llega mi turno ya ella lo habrá aseado, cambiado la sonda de alimentación, y dejado todo listo para su relevo. El cuarto huele a antiséptico y el constante silbido de la máquina de ventilación es todo lo que se oye.

—El paciente no le dará problemas. Recuerde revisar que todo esté como debe ser. Si tiene alguna pregunta, no dude llamar a la estación de enfermería. Allá le dirán que hacer y consultaran con el médico de ser necesario. Esté pendiente todo el tiempo de él. Sus padres acaban de irse y cada día lo hacen con la esperanza de que el joven despierte —me instruye con rapidez asegurándose de que estoy entendiendo y de que todo esté en perfecto orden al momento de irse.

Se dispone a marcharse pero la detengo.

—Espere, ¿Dónde está el registro del paciente? —.

Julia lo señala en la baranda al pie de la cama.

—Ahí está. Recuerde revisarlo y leerlo con detenimiento. Encontrará toda la información, órdenes médicas y notas de progreso. Familiarice con eso, le va a hacer falta. Además, aproveche esta experiencia mientras le dure.  El paciente es joven y fuerte, creo que se recuperará pronto —añade.

Le di las gracias y sentí sus pasos alejarse por el pasillo que a esa hora estaba despejado y silencioso.

Lo primero que hice fue tomar el registro en mis manos. Deslizo mi vista al encabezado.

Nombre: Mathias Giannopoulos.

Edad: 29 años

Historial clínico: Trauma. Accidente vehículo de motor. Disminución de la actividad neuronal de los hemisferios cerebrales. Alteración del grado de conciencia.

Luego sigue una lista de medicamentos, estudios realizados y sus resultados, hallazgos incidentales y la prognosis reservada. Siento un gran alivio cuando leo que la resonancia magnética confirma que el daño no es irreversible. Será cuestión de tiempo y esperar. Me prometo a mí misma hacer todo lo posible por ayudarlo a recuperarse. 

Cuando termino de leer su registro, me dirijo a él por primera vez. Tiene una fina sabana cubriéndolo. A través de ella se dibuja la figura varonil de su cuerpo. No solo es joven sino que es guapo. Tiene un perfil masculino bien definido. La mandíbula cuadrada y un hoyuelo en el mentón. Su piel es de un suave tono dorado y el cabello es oscuro y abundante. Comienzo a comprender porque Rowland lo llamaba bombón de azúcar y me sonrojo como una tonta al recordarlo. La fina sábana no me parece suficiente. Los hospitales suelen ser fríos y ésta habitación no es la excepción. Es la manera de combatir la proliferación de bacterias mortales.  Busco con prisa una gruesa frazada y lo cubro con ella. Su expresión imperturbable no me dice nada. No hace ni el más leve movimiento. Espero haber acertado al abrigarlo.

Anoche estuve leyendo sobre estos casos y aprendí a que cuanto más tiempo dura un estado de consciencia mínima, menor es la probabilidad de que el paciente recupere. Así que me he propuesto hacer mi máximo esfuerzo. Es una carrera contra el tiempo que necesitamos ganar y no lo voy a tratar como si fuera invisible, seremos compañeros de lucha.

—Hola, Mathias. Me llamo Izzy y estoy aquí para ayudarte…—le hable con voz natural. No muy alto ni tampoco en murmullos como si le estuviera hablando a un chiquillo. Claramente no estoy esperando respuesta. Desconozco si puede oírme, he querido hablarle como una amiga, como alguien que estará a su lado hasta que se recupere y pueda marcharse de ahí. Voy a acompañarlo y algún día espero verlo salir de aquí por sus propios pasos.

Le tomo la mano y se la froto, quiero que la sangre caliente le corra por las venas. Lo observo con detenimiento, buscando algún signo que me indique vida. Un gesto, un mohín, la mitad de una sonrisa, cualquier cosa. Pero no hay nada.

Todavía.

— ¿Sabes algo? ¡Me encanta leer! He traído un libro para compartir contigo. Se llama Los Miserables… ¿lo conoces? Es un libro famosísimo…te voy a leer un fragmento.

<<La dicha suprema de la vida es la convicción de que somos amados, amados por nosotros mismos; mejor dicho amados a pesar de nosotros.>>




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