Elizabeth Vélez, una joven de 22 años, es una hermosa auxiliar de enfermería que salió adelante gracias a los consejos de su abuelita Maricruz.
Doña Crucita, como todos la conocen en el barrio, sacó adelante a cinco nietos que sus hijos por diversos motivos dejaron a su cuidado.
Elizabeth fue la última nieta que llegó a la casa de doña Crucita, y ella, con mano dura, pero con sabios consejos paisas, la crió fuerte y echada pa'lante.
Eli, como es conocida fue siempre la mejor de su clase, ama la literatura y las novelas románticas. Lo que la ha convertido en una soñadora con una gran imaginación.
Se queda horas soñando con su príncipe azul, aquel hombre fuerte que la defienda y que sea su protector. Que ella sea su prioridad y que la ponga por encima del que sea. Que le dé todo lo que ella desee y que sobre todo la ame con todas las fuerzas de su corazón.
—Elizabeth, muchacha. ¿Ya estás pensando en los huevos del gallo que no me estás escuchando? —La abuela me dió un zape.
—¡Ay, abuela! ¿Por qué me pegas? —le pregunté sobándome la cabeza.
—¡Porque no me escuchas! ¿Qué te tiene tan pensativa? —es verdad, estoy preocupada.
—Abuela. ¿Y si mejor no acepto ir a Canadá? —En ese momento veo a Maricruz Vélez de Vélez pararse de mi cama y poner sus manos en jarras.
¡He despertado al demoño!
—¿Qué estás diciendo, Elizabeth del Pilar Vélez? Me hace el favor y agarra esa maleta y empaca todo lo que tiene encima de esa cama. ¡Ya sabes que pa'tras, ni pa’coger impulso! —Trato de explicar mi temor.
—Es que… —Y ella sutilmente de un grito me deja callada.
—¡Es que nada! No me diga que todo lo que sumercé se esforzó fue en vano. No me hagas decepcionar. —Veo que le sale humo de las orejas y de la nariz, de la rabia que tiene.
Y así, calladita, empaqué mi maleta para irme a buscar un mejor futuro.
Mientras tanto, a unos 4.411.2 kilómetros de distancia está el guapo Williams Balanteau. Un “mountie” en el rango de teniente detective a sus 32 años y el 5.º en herencia de su familia que siempre ha pertenecido a la Real Policía Montada de Canadá.
Es un hombre fuerte, con un pasado que lo atormenta y no lo deja ser feliz. Vive encerrado en su propio mundo, concentrado solo en su trabajo. Ha sido criado para heredar a su padre, el director general de Montreal.
Toda su familia ha pertenecido a la policía real Montada de Canadá y su hermana gemela Araceli es la chef en jefe del casino en el Depot.
—¿Hijo, me escuchas? —Claro que lo escuché, pero me hago el que no.
—Padre, no insistas. Ya sabes que prometí serle fiel a Sandra —le alcé la voz para que me entienda.
—¡Pero Sandra está muerta! —me levanté abruptamente de la silla de su despacho.
—No importa que esté muerta, siempre le seré fiel.
¿Qué pasará cuando el destino junte a estas dos personas tan diferentes?
Diferente cultura, diferente crianza, diferente estatus social y diferente visión de la vida.
¡Será una locura, una divertida locura!
𝔼𝕝𝕚𝕫𝕒𝕓𝕖𝕥𝕙
Llegué a la sala de embarque de vuelos internacionales y allí estaba Solimar Sánchez, otra de las seleccionadas en la convocatoria para ser auxiliares de enfermería en Canadá. Nuestro destino, la ciudad de Montreal.
Me acerqué a Solimar a saludarla tratando de ser amable, ya que vamos a ser compañeras por mucho tiempo.
—¿Hola, Solimar cierto? —pregunté para romper el hielo.
—Hola, si soy Solimar. ¿Acaso ya se te olvidó? ¿No te acuerdas de que nos presentaron el día que nos entregaron las credenciales? —me contestó de manera cortante.
—No se me olvido, solo quería confirmarlo. Yo soy… —no me dejó terminar de hablar.
—Elizabeth Vélez. Yo si tengo buena memoria con los nombres —me responde soberbia.
—Oh, me alegra. Supongo —fue lo único que atiné decir.
Así, en un incómodo silencio esperamos a ser llamadas a abordar en el avión. Gracias a Dios nos ubicaron en asientos separados, si no este vuelo se me hubiera hecho eterno. Siento que no le caigo bien a Solimar, pero eso es algo que se escapa de mis manos. Al fin y al cabo voy a Canadá, es a trabajar y en unos años regresar a mi país para estar con mi abuela, no está en mis metas hacer amigos. Aunque si encuentro amigos verdaderos los atesoraré.
Llegamos después de doce horas de vuelo y una escala en New York, allí se nos unió Talitha León. Ella llegó de México y también ingresó al programa de auxiliares de enfermería para trabajar en Canadá. Es muy simpática, tiene una hermosa sonrisa como un arco iris y entablamos una amena conversación, pues nos tocó juntas en los asientos del avión. A Solimar simplemente la ignoramos, así como ella a nosotras.
Eran las ocho de la noche cuando llegamos por fin a Montreal, al aeropuerto Pierre Eliot Trudeau en una fresca noche de primavera, es el mes de mayo y nos esperaba la que iba a ser nuestra Jefe, se presentó como Andrea Bravo. Espero que no le vaya a hacer honor a su apellido y sea de todo menos brava.
Esperamos una media hora que llegara el vuelo de nuestra última compañera que viene procedente de Argentina. Se presentó como Taylany Ordóñez y es una chica muy seria, casi no habla, tanto que por un momento pensé que se había tragado un mimo. Creo que es timidez, pues he notado que es muy decente. Espero que pronto se amolde al grupo, lástima no decir lo mismo de Solimar, todo el tiempo se la pasó con cara de haber chupado limón.
Afuera del aeropuerto nos espera un microbús, salimos rumbo al apartamento que el programa nos asignó a las cuatro.
Llegamos y es un apartamento sencillo con dos habitaciones grandes y dos camas en cada una. Por ser de Colombia me toco compartir la habitación con Solimar, espero que en este tiempo podamos aprender a convivir, no creo que llegue a ser mi amiga, pero al menos que sea más tolerante conmigo.
Inmediatamente, me instalé llame a mi abuelita para que estuviera tranquila de que ya llegue con bien a mi destino.