Capítulo Tres

𝔼𝕝𝕚𝕫𝕒𝕓𝕖𝕥𝕙

Ya llevo seis meses de relación con Caesar, él ha insistido que sea a escondidas, su cargo y mi trabajo pueden verse afectados porque están prohibidas las relaciones amorosas entre compañeros de trabajo.

Eso lo entiendo, así es en Colombia. Hay empresas que prohíben qué trabajen parejas de enamorados. Caesar me gusta mucho, es un caballero. Me hace invitaciones a lugares muy hermosos aunque lejos de Montreal, pero eso lo hace para evitar ser vistos.

Nuestros encuentros íntimos los hacemos cada fin de semana que tengo libre en la clínica. La primera vez que estuvimos juntos fue maravilloso, superó en un 50% al idiota de mi exnovio.

El problema ahora es el bullying, que me hace Solimar en la clínica. A todas las compañeras les ha dicho que tengo un novio imaginario y cuando paso por los pasillos del pabellón de veteranos de guerra me tratan de loca, de mentirosa y mil cosas más.

Voy caminando llena de odio hacia mi casillero, después de evadir estos comentarios de mis compañeras y en ese momento soy llamada por la patrona que salía de su oficina.

—Elizabeth, vienes un momento a mi oficina —me dice autoritaria.

«Jesús, María y José, ¿ya en qué problema me metí?»

Entro llena de nervios a la hermosa oficina de la Jefe de enfermería. Todo en ella refleja la elegancia de la persona que trabaja ahí.

—Hola jefe. ¿Dígame para que soy buena? —le expreso esperando que no sea para nada malo.

—Siéntate Elizabeth. Tranquila, no me mire así que no es para nada malo. Por el contrario, te cuento que gracias a tu buen desempeño has sido seleccionada para ser la cuidadora en casa de un paciente de nuestra clínica.—al fin pude respirar — Es un trabajo confidencial. Nadie, absolutamente nadie se debe enterar de que estás allí de auxiliar de enfermería. Debes vivir en el domicilio del paciente y firmarás un contrato de confidencialidad. Además, tu salario será similar al de un médico de la policlínica.

La escucho atentamente, pero no me gusta esta propuesta, no es de mi agrado trabajar en casas. Y además, con esas condiciones tan extrañas. A mí me gusta más estar en la clínica. Así, no dejaría de ver a mi calvito súper divi.

—Gracias Jefe por la oportunidad, pero yo prefiero seguir trabajando en la policlínica. —le rechazo la propuesta y me da una mirada indescifrable.

—Elizabeth, te voy a dar hasta mañana para que lo pienses. Pero yo te recomiendo que no dejes pasar esta oportunidad. Vas a ganar tres veces de lo que ganas aquí —Trata de convencerme.

—Está bien Jefe, mañana le tengo una respuesta —Respondo sin muchos ánimos.

—Te voy a dar la tarde libre para que lo pienses bien. Lo que hablamos aquí no se lo digas a nadie. Recuerda que tu meta en Canadá es que tu abuela tenga la casa que siempre ha soñado —Asiento, me despido y salgo de la oficina.

Cómo me dieron la tarde libre, salgo a buscar a Caesar y me dirijo a la oficina de él a despedirme. Allí no está y su secretaria me informa que se fue temprano porque no se sentía bien. Solicitó un permiso y salió hace como una hora.

Le marco a su número de celular, pero se va a buzón. Preocupada por lo que le pase a mi calvito me dirijo a su apartamento. No es la primera vez que vengo aquí. He estado dos veces que me cita con la excusa que le lleve algún documento urgente y ya saben lo que ha pasado después de entregar el documento.

El conserje del edificio me conoce y pensando que es nuevamente para entregar un documento me deja pasar. Toco la puerta del apartamento y la abre una hermosa doctora del área de pediatría envuelta en un albornoz y con el cabello mojado.

—Hola. ¿Necesitas a mi novio? —me quedo muda con lo que acabo de escuchar.

—¿Quién es cariño? —escucho al calvo de miércoles hablar desde adentro del apartamento.

—Amor, es una de tus auxiliares —veo que en un segundo ese hombre estaba parado al lado de ella mirándome con angustia.

—Señorita Vélez. ¿Me trajo los documentos que le solicité? —Me da gracia ver como suda del susto que tiene.

—Sí, doctor Ours, pero los dejé en la recepción, pues como se reportó enfermo no sabía si iba a estar en el apartamento. —Espero que su novia le crea la mentirota.

—Gracias, te puedes retirar, en un rato bajo por ellos —Casi me tira la puerta en la cara.

Salgo de allí con una decisión tomada, voy a cuidar al paciente confidencial.

Cuando voy saliendo de la portería me suena el celular, ya sé que es el pelón de su madre.

📲 Aló

📱¿Por qué te apareciste así en mi apartamento? Espérame donde siempre nos vemos, en una hora llego. Tenemos que hablar muy seriamente.

📲 No, te espero en la cafetería de la esquina en diez minutos. Fui a tu apartamento porque yo soy la que tengo que hablar algo contigo.

Inmediatamente, le cuelgo la llamada, camino hasta la cafetería y en menos de diez minutos ya esta ese idiota sentado al frente mío.

—Elizabeth, creo que eres una mujer inteligente y te diste cuenta de que yo solo te tomé como un juego. Obviamente, eres mi amante y por eso nuestra relación debía ser al escondido —Idiota, ya no soy osita o bebé.

—¿Sabes que Caesar? Yo siempre lo supe. ¿Y sabes por qué lo acepté? Porque yo tengo un novio y es mi prometido, pero quería echarme una canita al aire antes de casarme. Yo lo amo, pero he vivido muy pocas experiencias y esta fue una. A eso te buscaba, para decirte que ya no iba a segur esta relación, me voy a vivir con mi novio y después de un tiempo fijaremos la fecha de la boda. Adiós —Me paro de la silla y salgo muy elegantemente de la cafetería, dejando al idiota allí sentado aún con la boca abierta.

Llego al apartamento con una decisión tomada. Todo lo que hago es por mi abuela y cumplirle su sueño.

Le envío un mensaje a la jefe Andrea, informándole qué decidí tomar el trabajo. Inmediatamente me responde citandome en una cafetería del centro de la ciudad.

Las chicas no están en el apartamento, las tres tienen guardia nocturna. Me hago algo ligero de cenar, me acuesto y con miles pensamientos en mi cabeza me demoro en quedame dormida.