Es Mí Novio, Pero No Lo Sabe

Capítulo Diez

𝔼𝕝𝕚𝕫𝕒𝕓𝕖𝕥𝕙

Me encontraba en mi habitación, nerviosa y emocionada, arreglándome para mi cita con el teniente Williams Balanteau. Aunque él estaba confinado a una silla de ruedas debido al atentado que lo dejó herido, su espíritu seguía siendo fuerte y decidido.

Me puse un vestido azul que realzaba mis curvas y me cepillé el cabello hasta que brilló bajo la luz tenue de la habitación. Apliqué un poco de lápiz labial rojo y me miré en el espejo. ¿Qué pensaría Williams cuando me viera? ¿Podría ver más allá de mi papel como su enfermera y descubrir mis verdaderos sentimientos?

Terminé de maquillarme, me apliqué un toque de perfume suave y me dirigí a la habitación de Williams y allí se encontraba aún su asistente personal Serkan Bürsin con John Morant, qué cada mañana junto a su hermana Araceli lo ayudan a bañar y vestir.

—Buenos días. —Saludé y vi que todos me miraban de manera seria, no respondieron mi saludo y siguen en lo que estaban.

—Buenos días, linda. Ya estoy listo, cuando quieras nos vamos —El único que respondió fue Bill.

—Por un momento pensé que era un fantasma. Sí, vámonos ya. La idea es desayunar en el Country Hill antes de entrar al Jardín Botánico —Tomé la silla de ruedas para ayudarlo a subir.

Ninguno de los presentes nos ayudó. Ya estoy acostumbrada a manejar este tipo de pacientes. Bill se despidió de sus amigos y hermana. Salimos felices de la mansión, el chófer me ayudó a subirlo a la camioneta. Y partimos rumbo a nuestra primera cita.

Luego del suave desayuno entramos al jardín donde la brisa fresca del otoño acariciaba mi piel. El Jardín Botánico estaba lleno de gente por ser sábado y caminé arrastrando a Bill en su silla de ruedas a paso firme.

Entramos al primer invernadero, recibimos la explicación del guía y vi que Bill se quedó mirándome fijamente.

—Elizabeth —dice sonriendo—. Estás preciosa.

Me sonrojé y le agradecí. Ayudé a Williams a salir de su silla de ruedas y lo acomodé en un banco cerca de un estanque. Las flores en el invernadero estallaban en colores vibrantes a nuestro alrededor, y el aroma dulce llenaba el aire. Williams me miró con intensidad.

—¿Porque estás tan tímida? Tu no eres asi mi linda Elizabeth. ¿Quieres decirme algo? —Me animó a hablarle —A veces te veo triste y pensativa.

—Es que quería pedirte un favor, solo que me da pena —creo que es el momento preciso para pedírselo.

—Pídeme lo que quieras linda, desde que esté en mis manos te lo concederé —Tomé valor y le dije.

—Es que quiero invitar mañana a mis amigas a la mansión —Me sonrió y acarició mi mejilla.

—Deseo concedido, mi mansión es tu mansión. Dile a tus amigas que son bienvenidas —lo miré y mi estómago estalló en una revolución de mariposas.

También mi corazón latía con fuerza con solo ese pequeño gesto. ¿Cómo podía confesarle que mis sentimientos eran reales?

Después de nuestro paseo por el jardín, Williams fue llamado de regreso a la mansión por su hermana, pero no me dijo por qué era solicitado.

Llegamos y en la entrada, su hermana Araceli nos esperaba junto a sus amigos. Williams se volvió hacia mí ya adentro de la mansión.

—Elizabeth, ¿quieres ser mi novia? —y su voz resonó en el aire, delante de todos.

Miré a Araceli, quien me miró con una sonrisa enigmática. No había vuelta atrás. Tomé la mano de Williams y asentí.

—Sí, Williams. Quiero ser tu novia.

Y así comenzó nuestra complicada historia de amor, llena de secretos, intrigas y peligro. Pero desde el momento en que estuvimos en el Jardín Botánico, solo éramos dos almas que se encontraban en medio de un huracán de emociones.

Me agaché y le di un pequeño beso sellando esa propuesta. Entramos a la mansión, ellos se encerraron en el despacho y yo me dirigí a la cocina para preparar la cena de Bill.

Mientras picaba las verduras medité en que estoy metida en una bola de nieve, cada día crece más y no sé dónde voy a parar.

Acepté ser la novia de Williams más por el riesgo que corro al ser descubierta mi mentira. De esta manera ya no es una mentira, ya Bill es mi novio de verdad.

Estaba concentrada en terminar la ensalada y el sonido del teléfono vibrando en mi bolsillo me hizo saltar.

Era una llamada del maldito pelón del Caesar Ours, el hombre que había tejido una red de mentiras a mi alrededor y me había convertido en su amante.

Se me hace raro que me llame después de una semana de haber sido descubierto en su infidelidad.

No le contesté la llamada, pero veo que hay muchos mensajes que no leí por andar de paseo con mi chocolatín.

Con manos temblorosas, desbloqueé el teléfono y leí los mensajes de Caesar:

📳Elizabeth, sé que tu supuesto prometido es Williams Balanteau pero es mentira. Él no tiene idea de tus planes, Desde que enviudó, juró guardarle luto a su difunta esposa. ¿Qué estás tramando?

📳Williams estuvo hospitalizado por un atentado, si estás en su mansión es porque eres su enfermera personal, ¿entonces a qué juegas?

📳Con razón hace una semana que no te he visto en la policlínica. Allá estas Elizabeth y no como su prometida. Williams le ha guardado luto a su esposa por cinco años y en una semana no va a cambiar de parecer por muy linda e interesante que seas.

📳Elizabeth, ¡contesta el maldito teléfono!

Mi corazón latía con fuerza.

¿Cómo podía explicarle a Caesar qué no era una farsa? ¿Qué Williams es mi novio de verdad?

¿Qué Williams no era solo mi paciente, sino alguien por quien había desarrollado sentimientos reales?

Pero, miles de dudas me entraron con esos mensajes. ¿Cómo es que es viudo y yo no lo sabía?

Y si es cierto lo que dice Caesar, ¿por qué me pidió ser su novia en tan solo una semana de habernos conocido?

Hay una trampa en todo esto, ¿pero yo qué tengo que ver?

Lo más probable es que se haya dado cuenta de que lo estaba haciendo pasar por mi novio, pero no lo sabía.



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En el texto hay: romance drama comedia

Editado: 13.10.2025

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