Es Mí Novio, Pero No Lo Sabe

Capítulo Doce

𝔼𝕚𝕫𝕒𝕓𝕖𝕥𝕙

Me retiré rápidamente de la mesa después de servir la cena, me disculpé argumentando una jaqueca. En parte es cierto, los mensajes de César me pusieron mal, y también está que los amigos de Bill me miran raro. Estoy completamente segura de que les caigo mal.

Me desperté aún peor, no dormí nada. Me levanté a hacer el desayuno de Bill, se lo llevé al ver que John salía de su habitación.

Él es el único que no me mira mal, es muy amable conmigo y me saluda con formalidad. Igual ya lo conocía de la policlínica y me parece un doctor muy profesional.

—Buenos días, señorita Vélez. La felicito, en una semana he visto su avance con las terapias de Williams. Creo que una semana más y ya puede andar con un caminador —me abordó antes de entrar a la habitación.

—Gracias, doctor Morant, yo también he visto el avance y lo mejor es que ya no pide que se le ponga analgesia después de las terapias —le expliqué con entusiasmo.

—Gracias a ti y tu constancia. En la tarde trato de volver, le cambié la medicación para el dolor por una más suave y se la traeré —se despidió amablemente y se fue.

Entré a la habitación y dejé la bandeja en la mesa auxiliar.

—Hola, Bill —saludé nerviosa—. No sé cómo mirarlo a la cara.

No sé cómo es que estúpidamente acepté ser su novia, solo para que mi farsa se volviera real. Si aquí estuviera mi abuela ya me habría dado un tremendo “sopapo”.

¿En qué momento se me olvidaron todos sus consejos y enseñanzas?

—Hola, Linda, ¿cómo amaneciste? —la voz de Williams me sacó de mis pensamientos.

—Mejor, gracias por preguntar —lo ayudé a sentarse para que desayunara.

—¿Cómo no voy a preguntar? Si mi linda novia se siente mal, yo me preocupo —en ese momento me provocaba mandar todo a la "pm".

Lo miré y me parecieron tan hipócritas sus palabras, estas no salen de su corazón. Algo pasa con él y no entiendo qué tengo que ver.

Mi instinto dice: ¡huye!, pero también pienso que eso es de cobardes.

Ya me imagino a mi abuela Crucita diciendo: “Mijita, es mejor decir “Aquí huyó, que aquí murió”.

—¿Qué te tiene tan pensativa? Te quedaste en otro mundo —ojalá y estuviera de verdad en otro mundo.

—Bill, es que el día que entré al estudio buscando tus estudios radiológicos vi una foto tuya más joven con una guapa mujer. ¿Ella quién es? —es mejor que desembuche de una vez qué es lo que pasa.

—¿Estás celosa? —me preguntó con sarcasmo.

—Solo quiero saber quién es. Mira que si es tu esposa, ahí sí yo llego hasta aquí. Hombre casado, ni frito ni asado —le hice ver mi posición.

—Ella es Sandra, mi difunta esposa —Entonces, es cierto lo que me dijo Caesar.

—Oh, lo siento. No lo sabía —me excusé al ver que una sombra de tristeza le nubló la mirada.

—No me gusta hablar de eso, fue una pérdida muy dolorosa para mí —explicó con la voz temblorosa.

—Entiendo, si la amabas debe ser duro. Mejor no hablemos más de eso, veo que te incomoda —traté de cambiar el tema.

—Murió en el parto junto a nuestro bebé. Un desprendimiento de placenta. Ella se desangró y mi bebé se quedó sin el oxígeno que la placenta le brindaba —Su voz se quebró por el llanto, e inmediatamente corrí a su lado y lo abracé.

—Lo siento tanto —sentí cómo llora en silencio, solo sus movimientos me confirman su llanto.

Así nos quedamos un rato, hasta que se separó de mi abrazo y se quedó mirándome.

—Gracias, Linda, necesitaba desahogarme con alguien —Lo miré con comprensión.

—Aquí estaré para cuando lo necesites —No quise tocar el tema de nuestro “noviazgo”; todo lo que pasó ayer es tan irreal que a veces pienso que él nunca me pidió que fuera su novia y todo hace parte de mi mentirosa imaginación.

Hicimos como si no hubiera pasado nada, y le hice la terapia física como todas las mañanas. Caminamos un poco hacia el jardín solo con la ayuda del caminador. Ya cerca del mediodía pidió hacer una siesta, nos devolvimos a la habitación, lo ayudé a acostarse en la cama y rápidamente se quedó dormido.

Este hombre es un enigma, yo no sé en qué estoy metida y me da pánico que al estar tan lejos de mi país me vaya a pasar algo.

Terminé de organizar la habitación de Bill y me fui a almorzar con los demás empleados de la mansión. Dejé que Williams descansara unas dos horas y lo desperté con su almuerzo.

—Bill, no demoran en llegar mis amigas. Si necesitas algo, me llamas al celular —traté de dejar todo organizado para poder estar con mi visita.

—Tranquila, Linda, recibe a tus amigas y no te preocupes por mí. En un rato llegan John y Serkan; ellos se hacen cargo si necesito algo —me miró tranquilo.

Asentí y me retiré, apenas estaba saliendo de la habitación llegaron Itha, Tay y Solimar.

Inmediatamente las recibí, las llevé hasta la sala de entretenimiento. Allí tenía ya todo organizado para su llegada. Ya el otoño pronto le dará la bienvenida al gélido invierno canadiense, por lo que salir al jardín no está contemplado en mis planes aunque sería lo ideal y tenerlas lo más alejadas posible de la mansión.

—Wow, amiga, esta mansión es impresionante. Tu novio debe ser un gran magnate para ser tan cochinamente millonario —Talitha abrió su boca y sus ojos viendo la majestuosidad de lo que hay en esta sala.

—Che, parecemos en cine de verdad. ¡Gracias por invitarnos! —Taylany añadió asombrada también.

—Debe ser que el dueño de la mansión le prestó al novio de Elizabeth la sala de entretenimiento para recibirnos —No podía faltar el comentario de Solimar.

—No sé ni para qué la trajimos —Talitha dijo su pensamiento en voz alta.

—Porque se nos pegó —Taylany suspiró resignada.

No les presté atención, ya en seis meses he aprendido a conocerlas y a quererlas tal cual como son. Además, tengo otras preocupaciones más importantes que pelear con Solimar por sus comentarios.

Les puse una película y la señora encargada de la cocina nos trajo perros calientes, gaseosa y palomitas de maíz. Estábamos entretenidas viendo la película de Barbie y me entró un mensaje de la jefa Andrea.



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En el texto hay: romance drama comedia

Editado: 11.11.2025

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