𝕄𝕚𝕔𝕙𝕖𝕝𝕝
La noche aún palpitaba con el eco de lo que pasaba en el comedor principal de la mansión, pero yo, Michell Morant, me encontraba sumido en un silencio ensordecedor.
Veía a mi lado a la calienta huevos, y solo me la imaginaba en el baño donde había ocurrido lo que me hizo esta bandida haciéndola gritar de placer.
Perdido en el recuerdo de Solimar Sánchez, y viendo ahora que su seriedad habitual ha sido quebrada por las imágenes de un momento de pasión desenfrenada, quemándome la mente.
Su osadía me había dejado con un fuego interno que no se apagaba.
Ella creía que podía desafiarme, a mí, el dominante mafioso que nunca dejaba que nadie le tomara la delantera. Pero Solimar, con su mirada desafiante, había hecho precisamente eso.
Y ahora, mientras la reunión se salía de control, yo preferí retirarme del comedor seguido de los demás, ignorando lo que pasaba detrás de las puertas del despacho a donde Williams se fue con sus padres.
Solimar también salió del comedor ajena a mi tormento, mientras que yo solo tramaba mi venganza. Sería mía, costara lo que costase. No permitiría que nadie, y menos una mujercita con aires de inocencia y seriedad, me dejara en tal estado de necesidad y deseo.
Planearé cada movimiento con la precisión de un estratega militar. Solimar Sánchez no sabía lo que había desatado. Pero pronto lo descubriría.
—Hola palpadora de bananos. —le hablé por detrás haciéndola brincar.
—Hola, ¿también te aburriste del show de la noche? —Me dijo mordiéndose los labios.
—Sí, me aburrí, pues yo quiero tener mi propio show —hablé con mi usual doble sentido.
—Sería interesante —Miró mi pantalón descaradamente.
—¿También deseas tener tu propio show? —veremos que me responde.
—¡Seré tu show! —espero sea cierto y esta vez no se me escape.
—Si es así, en media hora te espero al frente de la mansión. Necesito hablar algo urgente con Williams y su hermana antes de irme a mi Penthouse. Si no sales en media hora y me esperas atente a las consecuencias —lancé mi amenaza.
Salí a grandes zancadas hacia la habitación de Williams. Toqué suavemente la puerta y abrió la enfermera.
—Necesito hablar con Williams —Dije en mi tono autoritario qué me caracteriza.
—Claro que sí, pase señor, yo ya me iba a mi habitación —Yo entré y ella salió.
Pasé a su cama donde estaba sentado y se veía él muy preocupado.
—¿Estás bien amigo? —Pregunte al ver su estado de ánimo.
—Se va, Elizabeth se va y ya no sé qué inventarme para que se quede ayudándome con esta farsa. Además, Sahún no ha podido averiguar nada que la involucre a ella con mi atentado —Se notó abatido.
—Bill, esta situación está cada vez más complicada. Estoy por pensar que esa mujer se dio cuenta de que la tenemos en la mira —Le comenté mi inquietud.
—Claro que se dio cuenta de que la estoy usando, ella está enterada de Sandra y de mi juramento de no amar a otra mujer. Le insinué que ya sabía que me estaba haciendo pasar por su novio y aun así no se inmutó. Lo más seguro es que se fue a empacar su maleta —Ella no se puede ir.
—¿Entonces ella ya esta informada de qué estamos al tanto de su relación con Ours, y que él es el principal sospechoso de tu atentado? —Si es así, menos se puede ir de acá.
—Eso no lo sé, si es asi lo disimula muy bien. Es verdad, esto ya se nos salió de las manos, amigo. Ella se va y volvemos al punto cero de la investigación —Me levanté de su lado para irme rápidamente.
—Tranquilo amigo, hablaré con Sahún y lo solucionaré —Salí de la habitación, esperando que mi amigo se quede tranquilo.
Yo conozco a Williams desde que somos niños, nuestras familias han sido socias por tiempos inmemorables. Y el hecho de que mi familia materna pertenezca a una rama de la mafia siciliana no ha sido impedimento para que los Balanteau leales a las leyes de este país, sean nuestros amigos. Lo que no pasa en su país no debe ser su problema, aunque sea así, ellos no hacen una diferenciación en nuestra amistad.
Me dirigí rápidamente hasta el despacho donde sabía que iban a estar Sahún y Serkan juntos. Entré sin tocar y ellos se encontraban en el gran sillón de cuero tomando Whiskey frente a la calurosa chimenea.
No hablaban, solo miraban las llamas como bailaban en su ardiente crujir, estaban tan concentrados qué se asustaron al abrir la puerta intempestivamente.
—¿Qué pasa Michell? ¿Por qué entras así? —Me regañó Sahún
—Elizabeth, la enfermerita se va a ir. Ya le dijo a Williams que renuncia. Descubrió que él también la está utilizando —Hablé rápido cerrando la puerta detrás de mí, antes de fijarme que no haya nadie detrás.
—Esa mujer no se puede ir. —Se paró Serkan conmocionado.
—¡Hay que hacer algo para que esa mujer no se vaya! —Sahún se enojó.
—¿Y qué proponen que hagamos? —Me quedé esperando su repuesta.
Un silencio llenó el espacio y ninguno emitía palabra pensando en que podíamos hacer.
—Lo único es retenerla en la mansión —Dije al ver que los dos se quedaron callados
—¡Michell, eso es ilegal! —Inmediatamente refutó Serkan.
—Sí, ¿pero qué más sugieren? —ya me enojé al ver que mi idea fue rechazada.
—Chantajearla —Sahún añadió sorprendiéndonos.
—¿Y con qué? —Serkan preguntó.
—Hay muchas cosas con que hacerlo, su amante, su abuela, sus amigas —Y hay una amiga en particular con la que la voy a chantajear.
—Entonces vigilemos su salida de la mansión y detengámosla antes de que se vaya —Sahún recomendó.
—Debemos quitarle su celular —Serkan añadió.
—Ya sabemos lo que hay que hacer, pondré a dos de mis hombres a vigilarla. Ellos la retendrán antes de que se vaya —ellos asienten —Yo ya me despido, voy por una pequeña bananera.
Se quedaron mirando extrañados lo que les dije.
No perdí más tiempo. Ya va a ser un poco más de la media hora que le di de plazo.
Antes de salir a la puerta de la mansión, le indiqué a dos de mis hombres lo que deben de hacer con Elizabeth. Ya afuera, busqué con la mirada a Solimar y no la vi por ningún lado.