𝕁𝕠𝕙𝕟
La mansión de mi amigo se alzaba imponente bajo el cielo estrellado, un refugio de lujo y secretos que solo unos pocos elegidos conocían.
Yo, John Morant, médico de profesión y hermano del mafioso Michell Morant, me encontraba en una encrucijada emocional que había estado evitando durante un año.
Andrea Bravo, la enfermera venezolana cuya belleza solo era superada por su compasión, había sido la única capaz de traspasar las barreras que rodeaban mi corazón. Su confesión de amor había sido un bálsamo para mí alma atormentada, pero la rechacé, mintiendo sobre mis verdaderos sentimientos por ella.
No podía permitirme amarla en medio del caos que era mi vida en aquel entonces: un matrimonio fallido con la hija de un líder mafioso y una separación que amenazaba con ser tan tóxica como la relación misma.
Temía por la integridad de Andrea si Jimena se enteraba de que estaba enamorado de ella. Jimena estaba bien loca y no le temblaba la mano si tenía que sacar a alguien de su camino. Hasta que no solucionara mi divorcio con Jimena, ella no debia saber que yo también la amaba.
Esa noche, decidí que era hora de corregir mi error. Le pedí a Michell que usara su influencia para retener a Andrea en la mansión. Necesitaba explicarle la verdad, mostrarle que mi corazón siempre había sido suyo y que mi rechazo había sido un acto desesperado para protegerla.
Mi hermano usó su técnica habitual de retener a las personas en contra de su voluntad. Cuando se desató el caos a mano de los señores Balanteau y Otaku, Andrea salió de la mansión sin despedirse de nadie, y antes de subirse a su auto fue abordada por los hombres de Michell y llevada a la fuerza a una de las camionetas.
Tenían la indicación de llevarla a mi chalet, salí detrás de la camioneta y permití qué ellos la sacaran y la dejaran en mi salón.
Cuando finalmente la tuve frente a mí, los ojos de Andrea reflejaban una mezcla de sorpresa y cautela. Tomé una profunda respiración para comenzar a desentrañar el nudo de mentiras y temores que había construido entre nosotros.
Se paró rápidamente y me dio soberana cachetada.
—¡Eres un estúpido! ¿Por qué coño me traes de esta manera? ¡Déjame ir! —la miré con tristeza sobando mi mejilla.
—Porque es de la única manera que me vas a escuchar. ¡Hasta que no lo hagas, no te dejaré ir! —le hablé fuerte, fue de la única manera que se quedó calmada.
—No tengo nada que escucharte, ya todo quedó muy claro hace un año. Olvida todo lo que te dije, confundí mis sentimientos y no era cierto que te amara —Trató de convencerme.
—Tú me amas, como yo te amo a ti —la tomé del cuello y la besé, ella trató de resistirse, pero yo no la solté.
Me mordió el labio para que la soltara, puso sus manos en mi pecho y nuevamente me iba a dar una cachetada, yo ya estaba listo para esa acción común en ella.
Atajé su mano, y al hacer el amague con la otra también se la atrapé. Estaba nerviosa, y la agarré con la guardia baja.
—Suéltame John. Estás loco, como me rechazas y después dices que me amas. ¿Muy tarde te diste cuenta? —forcejeó infructuosamente, no la quiero lastimar por lo que la solté despacio.
—Y no sabes cuanto me arrepiento, yo siempre te he amado, pero debía protegerte —Abrió sus ojos al escuchar lo que le confesé.
—¿Protegerme? —Me preguntó curiosa.
—Ven, siéntate. ¿Quieres tomar algo? —Le ofrecí dirigiéndome al minibar.
—Un vino está bien —obedeció sentándose a esperar mi explicación.
Le pasé la copa y yo me serví un whisky, necesitaba valor para contar mi historia y que ella me creyera.
Además, no sabía si aún sentía algo por mí, o su corazón ya se encontraba ocupado por otro hombre. Estaba muy nervioso, pero debía hacerlo por el amor que le tengo a esa mujer.
—Andrea, yo hace un año aún estaba casado —empezó a toser al ahogarse con el vino al escuchar mi confesión.
—¿Y por qué nadie lo sabía? Nunca mencionaste que tenías una esposa —Me preguntó.
—Porque estaba en proceso de divorcio, además Jimena, mi exesposa, no es una buena persona. Ella es muy peligrosa y pocos sabían de mi matrimonio con ella. Lo hice en un momento de locura, la conocí gracias a mi hermano y en una ida a Las Vegas nos casamos. Después de esa boda esa mujer mostró su verdadero rostro y fue la culpable de que muchas de mis amistades se alejaran de mí por las amenazas de esa mujer. Temía por tu integridad y hasta que no solucionará lo de mi divorcio no podía tener algo contigo —A medida que le explicaba ella iba bajando la guardia.
—¿Y ya están divorciados? —Preguntó tímidamente.
—Si hace tres meses salió la sentencia de divorcio. Ella se negaba a firmar, por eso se demoró tanto, pero gracias a Michell y sus contactos accedió a hacerlo y puedo asegurar que ella ya no representa ningún peligro para nosotros. Por eso te busqué muchas veces para explicarte, pero tú no me querías escuchar. Discúlpame por traerte así, pero era la única forma de que me escucharas —le toqué su mejilla y ella se estremeció ante mi caricia.
Sé que ella aún me ama, lo vi en su reacción y en su mirada.
—¿Y me amas? —Me miró con sus hermosos ojitos esperando mi respuesta.
—Mucho, siempre te he amado y sufrí mucho cuando te rechacé. Me sentí miserable e impoten… —No me dejó terminar de hablar, sus labios ya estaban invadiendo los míos.
Su boca sabía a vino, y yo me sentía en la gloria al saborear sus labios.
—Yo también te amo mucho y sufrí demasiado con tu rechazo. Yo estaba segura de que me amabas, así como yo —me confesó.
—Perdóname mi amor, de ahora en adelante te compensaré ese desplante qué te hice —la vuelvo a llenar de besos.
La ropa empezó a estorbar en nuestro cuerpo. Mis manos la recorrían entera, quería aprender cada curva, cada tesitura, cada sensación.
—John, poséeme. Es lo que siempre he deseado —Me pidió en medio de jadeos.
—Yo también te he deseado, y vas a ser mía desde hoy por siempre —terminé de desvestirme y la sentí lista.