𝕊𝕒𝕙𝕦𝕟
Yo aun seguía en la mansión de Williams, que se erguía imponente bajo el cielo estrellado, sus muros de piedra antigua susurraban historias de tiempos pasados. Pero yo me encontraba perdido en un mar de recuerdos, cada uno más amargo que el anterior.
La imagen de Taylany corriendo por los pasillos con sus amigas, risueña y despreocupada, se repetía en mi mente como un eco persistente.
Era una noche especial, la mansión rebosaba en un caos casi premeditado, pero para mí, todo se había tornado en un silencio sepulcral desde que la vi.
Taylany era la personificación de la belleza indiferente; su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, sus gafas de niña inocente y su vestido azul noche se fundía con las sombras, haciéndola parte del misterio que envolvía la casa.
Durante la cena, me senté junto a ella con la esperanza vana de existir en su mundo. Pero ella no me dedicó ni una mirada, ni un gesto; era como si yo fuera un fantasma en su festín. La frustración creció dentro de mí como una tormenta que no podía desatar.
Después de la cena, me levanté con determinación. Necesitaba hablar con ella, necesitaba entender por qué su indiferencia me atormentaba tanto. Pero cuando llegué al lugar donde la había visto por última vez, ya no estaba. Recorrí los pasillos y las habitaciones vacías con el corazón acelerado y una sensación de pérdida que me consumía.
Abatido busqué a Serkan para hablar con él, después de que Williams salió del despacho y tomarnos unos whiskeys.
Maldije el día en que me burlé de su amor desinteresado. En aquel entonces, su afecto me parecía un juego, algo que podía tomar o dejar a mi antojo. Pero ahora comprendía el valor de lo que había despreciado. Taylany se había convertido en una obsesión, una sombra que no alcanzaría ni en los rincones más oscuros de la mansión.
Después de una pequeña discusión, Serkan me dejó solo en el despacho. Me levanté del sofá y me detuve frente a una ventana abierta y el viento frío de la noche acarició mi rostro. Allí, solo con mis pensamientos y el murmullo lejano de las personas que aún estaban en la mansión juré encontrarla y pedirle perdón por mi arrogancia pasada. Porque ahora sabía que sin ella, mi mundo estaba incompleto y cada latido de mi corazón llevaba impreso su nombre: Taylany.
Ya con mis sentidos nublados, a causa del licor que bebí de más cuando quedé solo, busqué desesperado el video que grabó la cámara oculta en el apartamento de Taylany, y la cual estaba apuntando justo al sofá donde tuvimos relaciones y ella me entregó su primera vez.
Este video ya hace una semana que me acompaña en mis noches, sé que suena morboso, pero con él siento placer al recordar su entrega de esa noche.
Me siento cabreado al querer sentir ese mismo placer y no poder hacerlo, prometí que no la buscaría. Ella era solo un objetivo en mi investigación y, y, ¡y qué carajos!
Tomé mi celular y marqué su número el cual me envía la llamada al buzón de mensajes.
Me bloqueó, le escribí un hola a su WhatsApp y solo me salía un chulo.
Me levanté del sillón, salí del despacho y una soledad se sentía en esta majestuosa mansión. ¿Dónde está todo el mundo?
Tomé las llaves de mi auto dispuesto a ir al apartamento de mi tormento. La necesito, esa mujer se quedó clavada como una espina en mi ser y necesito sacarla de mi pecho o clavarla aún más para quedar tranquilo.
Manejé mi auto como un autómata, solamente esperaba que la policía no me detuviera. ¿Cómo queda un detective de la Real Policía Montada de Canadá detenido por ser un idiota, manejando alcoholizado, por ir detrás de la chica a la cual uso y despreció?
Sumido en mis pensamientos, llegué al edificio de Taylany. Me alegré al ver la luz encendida de su ventana, le mostré al portero mi insignia de policía para que me dejara seguir sin problemas y subí rápidamente hasta su puerta.
Toqué con temor, no sabía que iba a encontrar detrás de esa puerta y la verdad es que no esperaba nada bueno después de como me comporté con ella.
Iba a golpear nuevamente y una sonriente y hermosa Taylany me abrió. Al verme su sonrisa inmediatamente se borró.
Trató de cerrarme la puerta en la cara, pero yo fui más rápido y con mi cuerpo evité que lo hiciera.
—¡Sos un boludo!, ¿qué hacés acá? ¿Acaso con tu silencio durante este tiempo no lo dijiste todo? —Cada palabra iba cargada de rabia.
—¡Necesito hablar contigo, por favor escúchame! —Supliqué ser escuchado, como jamás lo he hecho en mi vida.
—Yo no quiero hablar con vos, no pretendo ser el juguete de nadie y mucho menos tuyo —Me decía sosteniendo la puerta para que no entrara.
—Solo un minuto, te lo pido por favor —La miraba fijamente y ella soberbia y hermosa me sostenía la mirada.
—Ni un segundo de mi tiempo merecés supuesto Inspector de higiene. Aún me pregunto ¿un inspector que hace en la mansión del novio de mi amiga caminando a sus anchas?
¡Vete Sahún, ya no quiero saber de vos jamás! Si esa vez fui fácil, no sabés cuanto me arrepiento. Sí, la pasé bueno, pero ni que lo valieras. Ya habrá otro muchísimo mejor que tú —La miré sorprendido ante lo que acaba de decir, ¿otro mejor que yo?
Me llené de rabia al imaginármela en otros brazos, entré a la fuerza al apartamento y la arrinconé a la pared qué está al lado de la puerta besándola con rabia. Me transporté a aquel día que la besé por primera vez, saboreé sus labios con una furia loca, sentí como me correspondía con la misma furia, estaba tan embelesado al punto de la excitación hasta que una patada en las bolas me sacó de mi ensoñación.
—¡Auch! —inmediatamente me doblé del dolor.
—¡Vete Sahún, vete de mi vida, no te quiero volver a ver jamás! Entendé, sos un mentiroso, un tarado y un aprovechado. No sé qué pretendés el fingir estar interesado en mí, pero lo averiguaré. Solo quiero que sepás que para mí ¡tú no existís! —Traté de pararme y tomar su mano, pero se hizo hacia atrás —Vete Sahún o llamaré a la policía así acá se arme un quilombo.