Es Prohibido Amarte

capítulo #2 "Un grito en la oscuridad"

Maximo se encontraba solo en su nueva casa, en un país desconocido, liberándose de las emociones que lo habían atormentado por tanto tiempo. Había estado encerrado en su antigua vida, en un mundo de corrupción y delincuencia que lo había obligado a vivir entre las sombras. Ahora, por fin había encontrado una manera de salir de esa oscuridad y comenzar de nuevo.

A pesar de estar libre físicamente, su mente seguía atrapada en un laberinto de pensamientos oscuros y dolorosos. A menudo se preguntaba si había hecho lo correcto al alejarse de todo lo que conocía, incluso si estaba dispuesto a dejar atrás a las personas que había conocido en su vida anterior. Pero también sabía que no podía seguir viviendo así, en un constante estado de alerta y desconfianza.

Así que, en su nueva casa, intentaba despejar su mente. Pasaba horas leyendo, haciendo ejercicio y explorando la ciudad. Pero a veces, sus pensamientos se volvían demasiado abrumadores y se encontraba perdido en sus propios recuerdos y temores.

Sin embargo, poco a poco, comenzaba a encontrar su lugar en el mundo.

 

—"¿Qué estoy haciendo aquí?" — se preguntó a sí mismo. —"¿Por qué siempre me encuentro en situaciones así? ¿Por qué no puedo simplemente ser feliz?" —

 

Aun sabía las respuestas a sus preguntas. Era por su miedo a amar y a ser lastimado nuevamente que la mente le jugaba la mala en momento que se sentía tranquilo. El efecto era creado por la traición de Ana y Julia, sumando el temor de que Sofía pudiera hacerle daño también. Era por todo lo que había sufrido en el pasado que no paraba de preguntarse el mismo.

 

—"¿Por qué tengo que llevar esta carga conmigo siempre?" — murmuró, mientras se sentaba en el suelo con la espalda apoyada en la pared. — "¿Por qué no puedo simplemente dejarlo todo atrás?" —

 

Pero sabía que no era tan fácil. No podía simplemente olvidar el dolor que lo había marcado y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Tenía que lidiar con ello, aunque le resultara doloroso y difícil.

Fue entonces cuando un grito lo sacó de su ensimismamiento. Un grito agudo y desgarrador que parecía venir desde el exterior de su casa. De un solo impulso se puso de pie, corriendo hacia la puerta, abriéndola de golpe. La oscuridad del exterior se cernía sobre él, pero pudo distinguir una figura en la distancia, gritando con todas sus fuerzas.

 

—"¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!" —

 

Maximo corrió hacia la figura, sin saber qué estaba sucediendo. Cuando llegó a su lado, pudo ver que se trataba de una mujer, temblando y asustada.

 

—"¿Qué pasa?" — preguntó, tratando de mantener la calma.

—"¡Hay alguien persiguiéndome! ¡No sé quién es, pero me está siguiendo y no puedo escapar!". —

 

Maximo la tomó de la mano y la llevó dentro de su casa, cerrando la puerta con llave. Pudo sentir su corazón latiendo con fuerza mientras trataba de tranquilizarse a sí mismo y a la mujer desconocida.

 

—"Estás a salvo aquí." — le dijo Maximo. — "No te preocupes, no te pasará nada." —

 

Pero, aunque intentaba mantener la calma, no podía evitar sentir el miedo que se apoderaba de su cuerpo. ¿Quién era esa persona que perseguía a la mujer? ¿Podría estar en peligro también?

 

Maximo se quedó en silencio, tratando de decidir qué hacer. Sabía que, si llamaba a la policía, podría poner en riesgo su trabajo con Pablo, pero al mismo tiempo, no podía ignorar la situación en la que se encontraba la joven. Finalmente, decidió que lo mejor era protegerla él mismo. Se acercó a la chica, quien estaba temblando y llorando en el sofa, y le habló con voz suave.

 

—"Tranquila, estás a salvo ahora. No te preocupes, no te voy a hacer daño." —

 

La chica levantó la mirada y lo miró con sus grandes ojos azules llenos de lágrimas. Maximo pudo ver el miedo en su rostro, pero también un destello de esperanza.

 

—"No sé qué está pasando." — dijo ella; — "sólo sé que alguien me está persiguiendo. No sé qué hacer." —

 

Maximo la tranquilizó y le explicó que la mantendría a salvo en su casa hasta que pudiera encontrar una solución. La joven se aferró a él, agradecida por su ayuda y protección. Durante los días siguientes, Maximo cuidó de ella con esmero, asegurándose de que estuviera a salvo y cómoda en su casa. Pero a medida que pasaba el tiempo, comenzó a darse cuenta de que algo no estaba bien en su mente.

La soledad y el aislamiento comenzaron a afectarlo, haciéndolo sentir como si estuviera perdiendo la cordura. A veces, escuchaba voces en su cabeza y se despertaba en mitad de la noche con sudores fríos y el corazón acelerado.

Comenzó a hablar consigo mismo, tratando de mantenerse cuerdo en medio de la oscuridad que lo rodeaba. —"No estás solo, Máximo." — se decía a sí mismo. —"Puedes hacer esto."—




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