Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 4.

Proverbios 17:17
En todo tiempo ama el amigo el cual es como un hermano en tiempo de angustia.

 

5 de febrero de 2015.

Ana.

Tenía 3 meses ya siendo cristiana, la experiencia estaba siendo muy impresionante, había conocido gente nueva y las personas allí eran amables y buenas, al menos por lo que había visto en esa iglesia.

Había hecho amigos... Pero me había relacionado más con 2 personas: Ramón y Josefina.

En todo el sentido de la palabra ellos eran los que me motivaban cada día a seguir en la iglesia, aunque con Ramón no tenía una amistad tan grande, pero él había sido muy amable conmigo.

Me sentía bien cada vez que iba a la iglesia, ya que sentía que al adorar a Dios por medio de la alabanza, aunque a veces no tuviera ánimos para hacerlo, me aliviaba, sentía como si todos mis problemas se fueran de mí.

Es impresionante cómo un lugar te puede aliviar tanto el alma.

Ese día tocaba servicio en la iglesia y yo ya estaba lista para irme. Me arreglé el cabello rizado y llevaba puesto un enterizo negro no tan ajustado, pero sí cómodo, ya que no me agradaba ir con ropa ajustada a la iglesia.

—¡Mami! —grité ya en la puerta.

—¿Sí?

—Ya me voy a la iglesia —respondí y salí de casa.

La iglesia no quedaba tan lejos de mi casa así que en 2 minutos ya estaba al frente de la misma.

Entré y noté que solo estaba Ramón, se encontraba arreglando el equipo de la iglesia.

Al notar mi presencia, él decidió acercarse a mi dirección.

—Hola, Ana —dijo con buen ánimo.

—Hola, Ramón —sonreí—. ¿Cómo estás?

—Bien, como ya ves, arreglando el equipo —lo señaló—, ¿quieres ayudar?

—Si, ¿por qué no? —soné más animada de lo acostumbrado.

Nos dirigimos hacia la cabina de sonido y comenzamos a montar el equipo, a conectar cables, a probar que los mismos funcionasen y al hacerlo sentí una comodidad que no podría explicar.

Mientras conectamos los micrófonos, él me contó de sus años en la iglesia y de cómo lo habían tratado en ese tiempo. Él contaba ya con 4 años en esa iglesia, entró a los 18, era miembro activo y le encantaba estar ahí, pero había tenido algunas caídas. Al escucharlo hablar de su familia y sus amigos sentía como si estuviera hablando con alguien que conocía de toda la vida.

Terminamos de arreglar el sonido y decidí sentarme en la fila que ya tenía acostumbrada, comenzaron a llegar más personas y en un pestañeo el servicio empezó.

El culto estaba encendido, los músicos tocaban con una fuerza impresionante y los adoradores cantaban con una devoción a Dios que enamoraba, ya cuando terminaron las adoraciones la esposa del pastor dio la exhortación de la palabra.

Pasaron los minutos y el servicio culminó, saludé a todos los miembros de la iglesia y me dirigí a donde estaba Ramón.

—Dios te bendiga, Ramón —extendí la mano como de costumbre para saludar.

Él la tomó, me jaló en dirección hacia él y me abrazó, correspondí al abrazo y antes de soltarnos de ese abrazo susurró algo en mi oído:

—Dios te bendiga, pequeña.

Esa palabra recayó en mis adentros y me convertí en un manojo de emociones sin describir.

Me alejé rápidamente de él y para calmar mis adentros decidí acercarme a las jóvenes de la iglesia.

—Tenemos que planear una salida —dijo alegre Elena.

—¿Cuál es el motivo? —indagó Lizbeth.

—Para así darle la bienvenida a Ana. —respondió Elena—. Y deberíamos invitar a los chicos también —agregó, y en ese momento todas miramos hacia donde estaban ellos, Ramón sonrió al verme.

—Bueno, chicas, cualquier cosa me avisan, ¿sí? —me despedí de ellas y decidí irme a casa.

Al llegar a casa, subí a mi habitación y me acosté en la cama a mirar unas estrellas que tenía pegadas en el techo. Noté cómo el celular vibraba a mi lado, lo tomé para ver quién era y sí, era él.

-¡Buenas noches, Ana!

-Buenas noches, Ramon.
 

-¿Cómo estás?

 

-Bien, ¿y tú?

 

-Me alegra, estoy bien. Espero que tengas una linda noche.
Quería decirte que este es mi número, si necesitas algo, sabes que estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?

 

-De acuerdo, Ramón. Muchas gracias, de verdad. Ten una linda noche tú también, ¡hasta mañana!

 

Dejé mi celular a un lado luego de responderle, algo en mí no me dejaba comprender cómo sin conocerlo bien él hacía colisionar sentimientos dentro mí que no sabía cómo explicar.

Sentimientos que en definitiva no entendía, los cuales no sabía si iban a afectar o no el futuro.

 

Ramón.

 

Desde ese día que la ví dar el paso de aceptar a Dios como su único salvador sabía que ella tenía algo especial, algo que sin duda impactará muchas vidas, me atrevo a decir que hasta la mía.

Solo tengo unos meses conociéndola desde ese día, pero algo en mí no puede evitar sentir una conexión con esta chica, una conexión que va más allá de lo natural.

Hoy me tocaba verificar y montar el equipo de sonido de la iglesia, estaba tan enfocado en pensar en ella mientras revisaba y montaba todo que no me di cuenta que ella estaba en la puerta de la iglesia.

Se veía muy linda el día de hoy, su cabello ondulado le daba un toque especial a ella, a su personalidad y su sonrisa, su sonrisa era lo mejor de ella.

Cada vez que sonreía el lugar se iluminaba.

Me acerqué a ella y la saludé animado, y después de eso la invité a ayudarme a terminar de montar todo el sonido de la iglesia.

Mientras lo hacíamos me hizo la siguiente pregunta:

—¿Desde cuándo eres cristiano? —soltó y luego agregó— Perdón que lo pregunté tan apresurado, pero siendote honesta siento curiosidad. Porque veo el brillo en tus ojos por esta iglesia, se nota que amas estar aquí, que amas servir a Dios...




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