Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 6.

Juan 16:33
Les digo esto para que encuentren la paz en mí.En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.

 


6 de agosto de 2015.
 

Ana.

 

Hoy la noche es de Luna llena y soy muy amante de la luna, me gusta mirarla y ella me inspira a escribir, no escribo de manera constante, solo me gusta escribir textos que a veces me salen de la nada.

Hoy pasé por la casa donde viven los pastores ya que tenía que llevar un dinero a un hogar de unos productos.

Al pasar por allí no pude notar quién en ese momento estaba afuera, ya que caminaba muy rápido.

—¡Hola! —gritó Ramón —. ¿Por qué vas tan rápido? No notaste de mi hermosa presencia.

—Discúlpame no te vi, estaba distraída.

—Solo bromeaba, tranquila —suspiró—. ¿Andas muy rápido?

Negué y él aprovechó para meter conversación.

Llegó un momento en el cual él me preguntó acerca de mi historia, más exactamente, me comentó acerca de mi padre, tenía curiosidad al respecto, nunca había pensado en la posibilidad de alguna vez contarle acerca de eso.

Una parte de mí quería hacerlo, quería tener este tipo de confianza con él, esa de contar las cosas que a veces nos atormentan en silencio; pero otra parte de mí decía que no debía hacerlo porque apenas lo estaba conociendo.

La parte buena ganó y decidí contarle un poco sobre eso.

Acerca de lo que pasó con mi padre, o lo que él dijo, que en mí causó, o colisionó, cosas no muy bonitas.

—Mi historia es un poco parecida a la tuya. En cuanto a la ausencia paternal —insinuó y miró al cielo.

—¿Por qué dices eso? —en ese momento yo estaba curiosa.

Me comenzó a contar que también es el mayor de dos hermanas y que, a su madre dar a luz a su hermana más pequeña, presentó problemas en el corazón, los cuales se habían disminuido gracias a un tratamiento que le pusieron, pero como todo tratamiento en un tiempo deja de funcionar, cuando este lo hizo ella duró poco tiempo con vida.

Ellos siguieron viviendo con su padre dos años, hasta que Ramón cumplió los 18, una semana después él dejó una nota cerca del llavero, la cual sólo decía: "Estarán mejor sin mí".

Ellos actualmente viven con su tía, María, la consideran como su madre. Hasta él se refirió a ella como su madre.

Dijo que la pérdida de su madre biológica le afectó. Pero que, aunque era algo que seguía sobrellevando, ya lo había aceptado.

Sin embargo, lo de su padre nunca pudo comprenderlo, él entendió que la muerte de su mamá le afectó, más no tenía que hacer eso, no tenía que abandonarlos cuando sus hijos más lo necesitaban.

Me sorprendió todo lo que había pasado y cómo hablaba de ello con tanta tranquilidad, no se notó en su tono tristeza o resentimiento alguno.

—¿Ha sido difícil sobrellevar todo eso? —él me observó.

—Un poco —masculló—. A veces es un poco difícil ver las fotos en familia de la casa. Pero, lo hemos superado. Todos lo hemos hecho —suspiró—. El aferrarme a Dios, buscarle, me dio la paz que estuve buscando, aunque a veces pensar en ello me pone triste, pero sé que sin mi pasado no estuviera aquí, y sí es difícil ser agradecido en estos casos, pero yo lo soy.

—Me alegra saberlo.

—Eres buena escuchando —al decir eso me dio un pequeño golpe en el hombro derecho.

—Tú también... —"Ana, ya debes irte"—. Por cierto, muchas gracias por las rosas —le di un pequeño abrazo y luego me alejé, él me miró con confusión—. Tengo que ir a un hogar a llevar un dinero.

—Ve y cuídate, ¿sí? Escribe cuando llegues a casa —me pasó una mano por mi hombro.

—Vale.

Fui al hogar a entregar el dinero y luego regresé a casa.

Cuando llegué a mi casa avisé con un grito que ya había llegado, ya que cada quien estaba en su habitación.

Me dirigí a la cocina y busqué algo para cenar. Al servirme un vaso de jugo de naranja y tomar unas galletas, sentí cómo mi bolsillo vibraba, saqué el celular para verificar qué o quién era. Era él.

 

 

Ramón.

 

 

6 de agosto, un día que solo mencionarlo causaba dolor en mi, por el recuerdo, por lo que pasó. Este día se cumplen 6 años desde que mamá ya no está, ese día se apagó una luz en mi, una luz que al día de hoy me sigue haciendo mucha falta.

Recordarla por su sonrisa, por su interesante manera de ver la vida, por su amor incansable, eso me ha mantenido un poco cuerdo todos estos años, los recuerdos más felices que tengo de ella no han dejado que el dolor se apodere de mí y piense en lo jodido que es tener una enfermedad como el cáncer, como esta llega, te destruye y deja las cenizas a su paso.

Desde que decidí dar el paso de ser cristiano encontré como lugar seguro la casa de los pastores en esta fecha, en esta fecha siempre podía ver desde un ángulo perfecto la luna, las estrellas y toda la divinidad que le rodea.

Me levanté del sillón donde estaba sentado y pude percatar que alguien pasaba cerca de la casa, era ella, era Ana.

—¡Hola! —grité como dramático al fin—. ¿Por qué vas tan rápido? No notaste de mi hermosa presencia.

—Discúlpame no te vi, estaba distraída. —respondió apenada.

—Solo bromeaba, tranquila —suspiré—. ¿Andas muy rápido?

Negó.

—Cuéntame, ¿qué hace una dama tan extrañamente fea andando por esta zona? —ella rió.

—Así que, ¿ese será mi apodo? —indagó.

—No lo sé, ¿me permites hacerlo? —ella rió de nuevo y no puedo explicar con palabras concisas lo que escucharla reír hacía sentir a mi corazón.

—Se nota que lo disfrutas. —comentó— Así que, está bien. Solo sí por algún momento se te pasa por la cabeza decirme así frente a alguien más tendremos problemas. —me señaló.

—Bien, bien. —alcé las manos— Solo te diré fea cuando estemos solos, como ahora. —ella sonrió y miró la luna.




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