Esa Chica Normal. [novela Cristiana]

Capítulo 9.

Ansiedad.

 

25 de marzo de 2017.

Me sentía muy nerviosa.
Nos dieron un pequeño paseo por la universidad de la ciudad Gables, nos dijeron que podíamos ir con alguien, solo teníamos que avisar, y quise invitar a Ramón ya que me sentía en confianza con él, después de lo que pasó unos días antes , su forma de afrontarlo me dio motivos para invitarlo.

Creo que en ese momento me di cuenta de lo mucho que me gustaba, ya que mi primera opción fue él. Solo él.

Llegamos a la universidad y estábamos viendo un cuadro en el que estaban los graduados de hace 10 años, cuando vi el cuadro le pregunté a alguien por qué ellos estaban ahí si esa foto era de hace muchos años.

—Ellos fueron a una excursión pagada de la universidad y tuvieron un accidente, en su mayoría sufrieron lesiones graves, otros murieron también a causa de ellas —decía el señor con una expresión fría y triste.

—¿Fue el primer accidente en la escuela? —preguntó Ramón —. Es que, este cuadro está apartado de los graduados —expresó con confusión.

Una de las cualidades hermosas de Ramón es hacer ese tipo de preguntas en momentos inoportunos, no lo hace a propósito, él siempre ha sido así.

—Sí, fue el primero —respondió el señor.

Nos despedimos del señor y caminamos a la parte donde estaban las fotos de los graduados. Era un espacio lleno de cuadros y esos cuadros estaban llenos de fotos de los estudiantes de cada carrera.

—Mira, aquí está la foto de un amigo mío —señaló Ramón, y yo comencé a sentir cómo mi corazón se aceleraba. ¿Por qué me estoy sintiendo así?

—También mira a Erick —señaló otra parte de un cuadro y para ese instante mi corazón se sentía más acelerado, también comencé a temblar. ¿Pero qué...?

—Ramón... —no pude decir nada más, no me sentía con fuerzas para estar parada, caí al suelo y comencé a llorar, a llorar por el miedo que sentía en ese momento, tenía miedo de que me diera un infarto o peor.

Ramón de una vez reaccionó, se sentó a mi lado y comenzó a pasarme la mano por la espalda.

—Ana, aunque pienses que te vas a morir no lo harás —comenzó a limpiar mis lágrimas—. Solo estás teniendo un ataque de ansiedad —puso sus dos manos en mi rostro—. Vamos a hacer ejercicios de respiración juntos. Inhala, exhala —comencé a imitarlo y comencé a sentirme el corazón más tranquilo, los temblores fueron disminuyendo después de unos minutos.

—Ramón. Gracias —en ese momento él me abrazó muy fuerte. Me abrazó y me sentí mucho mejor, creo que si no lo hubiera tenido a mi lado sí me hubiera dado un infarto, o algo peor, no lo sé—. Si no hubieras estado hoy conmigo no sé qué me hubiera pasado —confesé.

—No tienes nada que agradecer —me soltó del abrazo y me agarró de nuevo el rostro—. Voy a estar siempre, sin importar qué, ¿bien? —asentí y él me dio un beso en la frente.

—Había tenido un ataque de ansiedad a los 12 —solté sin pensar, con Ramón podía hacerlo—. Fue delante de la psicóloga de la escuela de básica —susurré, él me soltó y me miró fijamente—. En ese momento cargaba con tantas cosas, ¿sabes? Desde que me enteré de mi padre biológico, el problema con la infección dental que tenía, en ese momento mis emociones estaban a flor de piel, pero hoy solo me sentía un poco nerviosa y ya —negué con la cabeza—. No entiendo por qué me dio un ataque de ansiedad.

—Pasa que, los ataques de ansiedad llegan cuando menos lo esperas —comenzó a explicar—. Puedes estar bien y llegan, mal y llegan. No tienen forma, solo pasa —explicaba y luego, de un momento a otro, me señaló con mala cara—. Considera el hecho de ir a un psicólogo.

—Pensé que estaba mal —me miró confundido—. Es que como soy cristiana, sabes que hay personas, o en este caso la religión, ve mal que vayas a un psicólogo, cuando tú primera opción debería ser Dios.

—Dios no está en desacuerdo con que busques ayuda con algo que te ocurra —alzó una ceja—. Ejemplo: Si estás enferma, vas al médico. Si tienes hambre, vas al súper, etc.

—Entonces no está mal que vaya a un psicólogo —quise confirmar y él me dio un pequeño golpe en la nariz.

—Sí, tonta. Ora a Dios y él te lo confirmará y te dirá que está bien, así como lo hizo con David cuando se sentía angustiado o con Pablo cuando se sentía inquieto por las congregaciones. Ellos fueron a Dios y Dios les dio la ayuda que ellos necesitaban en ese momento. En ese tiempo no había la ayuda que hay hoy, Dios nos manda a buscar esa ayuda también.

Ese día entendí tantas cosas que no sabía acerca de la Biblia y de Dios.

Entendí que Dios nos ama y nos ayuda de maneras misteriosas, a veces por medio de él mismo y a veces por medio de otras personas.

Tal vez a veces podamos tener miedo de buscar o pedir ese tipo de ayuda, tal vez por el "qué dirán", o el "qué pensarán los demás" de ello.

A veces entra a nuestro corazón ese sentimiento de duda y nos cierra, nos cierra a tantas cosas.

Pero, siempre debe estar primero nuestra estabilidad emocional y aquello que nos puede ayudar a mejorar. Aquello que nos puede ayudar a que nuestro tiempo aquí, en la tierra, no sea tan difícil como lo es para muchos ahora.




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