¡escápate conmigo!

CAPÍTULO 4

 

Charo

 

—¡Mami, mami! ¡Mira lo que puedo hacer!

—¡No, hijo! ¡No toques eso, es para los señores grandes!

Percy se sujeta de las portezuelas superiores donde yace la barra de licores con la expectativa de colgarse de estas y saltar de ahí. Suerte que están sujetas las botellas, porque podría haber sido realmente una amenaza en caso de que la turbulencia ocasionara que se caigan todas en la cabeza de mi hijo.

Me pongo de pie y busco al niño, lo sujeto del brazo y lo acomodo nuevamente junto a su hermana quien viene fascinada con el amplio catálogo que tiene en el monitor que está insertado en el asiento de adelante, preparado para que pueda ver películas o series en su función Kids.

—¡Ni creas que vas a volver a ponerte de pie! ¿Entendido?—le digo para retarlo, en busca de que esto sea útil como reprimenda para que se quede quieto de una vez por todas. Porque en este vuelo absolutamente todo parece ser peligroso para nosotros tres.

—¡Pero mamá! ¡Donato dijo que podíamos hacer todo lo que nosotros queramos en este vuelo! ¡Es el avión de él!

El tipo en cuestión le hace un gesto a mis espaldas que provoca que Percy vuelva sobre sus palabras y me diga:

—Quise decir… Papá…

¡Es que me pone con los pelos de punta que les haya contado! Me vuelvo al niño y le miro estupefacta.

—¿Cómo dijiste?

—Donato, nuestro papá, dice que podemos hacer lo que queramos en el vuelo porque el avión es de nosotros.

—No, no, no. A ver—. Siento que la cabeza en cualquier momento me va a estallar con toda esta información que tengo por procesar. ¿Se merecen que les niegue que el realmente es el padre? Temía que algún día lo tendrían que saber, pero no pensé que el padre pudiera estar realmente vivo—, el asunto es que tienen que quedarse quietos porque los vuelos son peligrosos para los niños que están corriendo de un lugar a otro. Y si el avión es de… Donato… deben cuidarlo y no hacer daño.

Aurora, quien ha estado prestando atención a mi reto a su hermano, se quita los auriculares Está comiendo palomitas por lo que me dice con la boca llena:

—Si Donato es nuestro papá, el dice que el avión es de nosotros porque somos sus hijos. ¿Verdad, mami?

¡Pero…con cuántas cosas más les ha llenado la cabeza a estos niños el desquiciado de este hombre! Ya va siendo hora de que le cante las cuarenta; lo quiera o no, ellos ya tenían una vida antes de él y no merecen que les sea arrebatada.

—Solo, elige una película y ponte a verla—, le señalo la pantalla. Sin embargo, Percy se cruza de brazos y se arroja contra el respaldar del asiento, enojado y encaprichado.

—Puaaajjjj, ¡no! ¡Me he las he visto a todas ya!

—¿Qué? No puede ser, tienes todo este montón de películas, no te las puedes haber visto a todas hasta el momento.

—Sí, me las vi y qué. Son películas viejas.

—Sabes que tienes razón, pequeño.

Lo que faltaba.

Se les iluminan los ojos a ambos en cuanto ven a mi compañero y ¿secuestrador? de pie junto a mí, con una mano afirmada en el punto entre mis omóplatos y la otra contra el respaldar del asiento de Percy.

Él añade:

—Es verdad, después de todo, son películas anticuadas. No suelen viajar niños en este avión porque les estaba esperando a ustedes. Y bueno, las pelis se pusieron viejas con el tiempo. Deberás hacerme una lista con todas las que debo hacer que carguen de nuevo, ¿okay?

—¡Siii!—salta Aurora—. Podríamos empezar con “Valle encantado” y también poner toda la serie de “Unicornios rosas en el mar” y luego…

—¡Noooo!—se enoja el niño una vez más—. ¡Nada de eso! ¡Tienes que ponerle películas de autos o sobre papás con sus hijos!

Esas palabras me dejan inmensamente conmovida. Si algo pude estudiar sobre la mentalidad de los chicos en mi residencia de pediatría hasta por fin completar mi graduación de postítulo, es que los chicos necesitan modelos de cómo es que se comporta un padre, un hermano, un abuelo, un amigo… Se va modelando, va forjando esos modelos en su aparato psíquico y persisten a lo largo de toda la vida.

Por lo tanto, no es de extrañarme que quiera ver una película que hable acerca de cómo es que se comportan los padres con sus hijos.

No obstante, un aullido de Aurora me espabila:

—¡Noooo! ¡Eso no! ¡Ni siquiera hay una película que se llame de esa manera!

—Saben una cosa—Donato se incorpora de cara a los pequeño y les mira fijamente—. Tengo una mejor idea aún. O dos. Primero, en cuanto lleguemos, podremos cargar todas las películas que nos venga en ganas a todos, incluso a mami quien parece que no suele ver películas.

—¡Es cierto, mami no ve películas!—suelta Aurora.

A lo que Percy la secunda:

—Mami nunca se divierte, siempre está trabajando.

—¡Oye!—le digo, anonadada porque jamás le había escuchado decir eso en otra situación—. ¡Yo sí que me divierto! ¿No fue que habíamos visto con ustedes esa del gato y la pandilla?

—¿Qué cosa?—brama Aurora.

Donato se vuelve a mi oído y me dice:

—Don Gato y su pandilla es de la época de nuestros padres, cielo.

—Bueno, ¡la que sea! ¡Pero sí suelo ver pelis, me gusta mucho divertirme y solo que no puedo ser madre, ama de casa y médica, todo al mismo tiempo!—termino por estallar.

Es la voz del hombre que está a mi lado la que me llega como respuesta:

—Tranquila. Este viaje será para relajarnos. De hecho, no será necesario que debas volver a trabajar en tu vida mientras esté a tu lado, mi amor.

—¡Uuuuuy vayan a otra parte!—suelta Donato mientras Aurora también sale con una carcajada seguido de una acotación:

—¡Papi y mami se aman! ¡Papi le dice “mi amor” a mamá! ¡Uuuuy!

—¿Verdad que sí eres mi amor?

Donato me deja un beso en la mejilla. Sin esperar una respuesta, se vuelve a las bandejas y los cofres que estan bajo las sillas, desde los cuales saca unos mandos de videojuegos que me dejan estupefacta.




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