Charo
—¡Acá los niños ya empezaron sus clases!
Aurora se ve molesta por el hecho de que los niños ya han comenzado sus clases, sin embargo, Percy se ve muy entusiasmado porque es la primera vez que irá a una escuela diferente, con compañeros nuevos.
Lo que todavía no pueden prever será el obstáculo del idioma. Contarán con la oportunidad de que puedan aprender desde maneras gráficas, las maestras les han habilitado la opción de enseñarles desde el uso de los traductores del móvil, hemos conseguid a una docente particular que estará para cada uno de ellos en el salón, mediando las diferentes necesidades para que puedan aprender.
Según la directora Mariel, se trata de una “docente auxiliar” quien les acompaña en el salón para que puedan cumplir objetivos educativos precisos cuando hay “necesidades específicas” en algún alumno que pueda ser obstáculo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
De hecho, conmigo misma tuvo que usar varias veces el traductor del celular para darme a entender lo que quería decir y es que, si bien, poseo un español básico en mi vocabulario, el que usan en Argentina tiene modismos que me dificultan la comprensión, por ejemplo, todos los pasajes que entre el “vos” y el “tu” hacen más compleja la tarea de seguir un hilo de coherencia en la conversación sin incluir otras palabras que cambian su significado de un lugar al otro y de a poco las voy descubriendo.
—Todo estará bien, estarán protegidos y serás niños privilegiados en sus clases, ya verán. Tendrá especial consideración entre sus compañeros y profesores que les ayudarán a aprender y mucho.
Les doy un fortísimo abrazo y me siento orgullosa de que ya hayan aprendido en París a leer y a contar. Están en proceso de agilizar los proceso de escritura, pero esto ya les hace estar un poco más avanzados gracias a que fui un poco insistente con el hecho de que puedan alfabetizarse temprano.
Una vez que salimos en la camioneta, Franco nos insiste en que debe ser quien nos lleve, pero me parece una ridiculez, puesto que estamos en un pueblo muy chico donde ya estamos llamando lo suficiente la atención y lo último que nos haría bien, o sobre todas las cosas, que haría bien a los niños es que les estén vigilando y que la gente se haga consciente de ello.
—Franco, por el bien de mis hijos, te pido que a la entrada y salida de la escuela, yo me encargo de ser quien esté con ellos.
Y es que la gente puede pensar dos cosas: o que es el padre de los niños o que somos personas muy importantes, cuando en verdad el objetivo es permanecer lo más entre las sombras que sea factible.
Al comienzo presenta algunas reticencias, pero finaliza por explicarme que tendrá que ser algo a definir con Donato.
Accedo, me deja marchar con los chicos y vamos por el bajo hasta pasar el centro con la avenida principal del pueblo.
Aquí encuentro algo que me llama la atención en mí misma.
Surge la opción de reconocer al doctor Guzmán bajando de un auto rojo que identifico como un Peugeot muy bonito, aunque no es de alta gama como esta camioneta que está llamando la atención entre los demás. Él hace descender una mochila desde la parte de atrás y anda por la acera hasta la entrada de la escuela.
¡¡¡PIIIIIIIP!!!
Un claxonazo me despierta de mis sueños. Me he detenido en mitad de la calle mientras observaba esta escena.
—Mami, avanza—dice Aurora desde la parte de atrás.
—S…sí, lo siento. Sí.
Contesto y busco un lugar donde aparcar el coche. Si no quería llamar la atención, ya muchos se dieron cuenta de que hice algo malo en la calle. Qué va. Finalmente nos bajamos y acompaño a los niños con su mochila a toda prisa, buscando con la mirada, entre el tumulto de padres que se agolpa dejando a sus chicos, a uno en particular. ¿Qué diantres hago? Bueno, ¡es mi amigo! Y quiero que así sea.
Una vez que los dejo, encuentro que él está en la puerta aún con el coche aparcado y me está observando.
¡Me ha encontrado también!
—Hey—me saluda, sacudiendo una mano—. ¡Hola! ¡Bonjour!
¡Es él!
Se me viene el corazón a la garganta y siento que un cosquilleo incómodo me ataca en cuanto está delante de mí.
Cuando camino en su dirección, le dedico una sonrisa y sacudo mi mano en alto, mientras voy hasta él.
Me sorprende que me saluda con dos besos, uno en cada mejilla, la cercanía me pone bastante tensa aunque cerca de derretirme como al chocolate.
—Bonjour, mesieur—le digo, sonriéndole.
—Eso ya es muy complejo para mí. ¿Buen día, señor?
—Hola, caballero—le digo, corrigiendo su percepción.
—Tampoco soy un experto, je. ¿Qué tal? ¿Dejando a los chicos en su primer día?
—Así es—suspiro—. Espero les vaya bien.
—Descuida, le he dicho a mi niña que se encargue de haber buenas migas con los niños que hablan francés.
Suelta una carcajada y yo también.
—Será una buena manera de identificarlos—le digo—. Gracias, es muy amable de su parte ese gesto, doctor Guzmán.
—Por favor, usa mi nombre, no quiero tener que decirte doctora Charo.
—Charo es mi nombre.
—Bueno, algo así. ¿Doctora Di Santis?
Pues, no está tan errado.
—Algo así—le contesto.
—¿Te llevo a tu casa?—me pregunta.
—Oh, no hace falta. He venido en mi camioneta—. De inmediato cambio de parecer al sentir en mí la atractiva idea de que me lleve—. Pero si gustas, me podrías coger.
Él parpadea como si le hubiera dicho un insulto.
—¿P…perdona?—me dice con sorpresa.
—No es que sea de las mujeres que les guste ser cogidas, soy más de las que les gusta coger a los demás. Ya sabes, “empoderamiento femenino”, je—río nerviosa al notar que su gesto parece de horror. No sabía que esto podía hacer sentir insultados a los lugareños, sé que la mujer está tomando un rol diferente hoy en día, pero tampoco para llegar a estos extremos.