¡escápate conmigo!

CAPÍTULO 15

 

Donato

 

Es probable que ya haya sido momento de que dejar a los niños en la escuela. Tras llegar a Buenos Aires, lo único que deseo es poder hablar con ella y saber que están todos bien, sin embargo, debo notificarle a ella que mi salida a Italia se ha retrasado y requiero que estén bajo cuidado.

Descubro que tengo un mensaje de Franco en el móvil.

“Señor, la señora Charo se ha llevado la camioneta para dejar a los niños en la escuela. Se opuso con definición a dejar que yo me encargue de ir a llevarles, he seguido su orden, pero preciso que usted también lo determine si esa será su intención. Buen regreso a Milán.”

Entonces ella se ha marchado en la camioneta y no me contesta al móvil. Mi salida a Italia se ha retrasado por culpa del clima y será necesario que el vuelo privado tenga una demora importante. (La última vez que tomé un vuelo desde un aeropuerto, estaba siendo vigilado, fue un error que me dio una maravillosa familia pero ya no puedo correr con más riesgos similares).

—Qué diantres—farfullo entre dientes, tras ver que ha sido rechaza mi llamada luego de varios intentos de llamarle. Su última conexión no ha sido hace mucho, ¿y si acaban de raptarla y algo malo ha sucedido?

De qué manera Franco va a saber que ella no está bien si se ha llevado la camioneta y ahora mismo puede que algo malo esté sucediendo.

Por la hora, los chicos entraron hace unos veinte minutos ya a su primer día de clases: me quedan dos opciones, violar su privacidad y rastrear dónde está, asunto que me he limitado a no hacer para evitar problemas entre nosotros e intentar que esté todo lo mejor posible en esta ocasión, o bien, acceder a llamar a la escuela y asegurarme de que ellos están a salvo en su ingreso. Pero ¿qué sucede con Charo?

Hago una segunda videollamada y no contesta. Luego una llamada desde línea, lo cual me hace recordar que posiblemente el pueblo no cuenta con buen acceso a internet.

Para mi sorpresa y alivio, contesta:

—¡Ho-hola! ¡Amor! ¿Ya llegaste?—me pregunta, con cierta tensión. Parece que algo la tiene agitada—. ¡Mucho más veloz de lo que me imaginaba!

—¿Qué haces? ¿Dónde estás? ¿Se encuentran bien tú y los niños?

—¿P…perdón? Sí, acabo de salir.

—Cielo santo, me preocupé. ¿Por qué no atendías antes?

—Es que… No lo había visto… Solo he notado recién que tengo esas llamadas en el móvil y lo pasé por alto, no sabía que me habías llamado.

—Tendré que hacer ver los datos y la conectividad, el pueblo puede que tenga zonas sin buen acceso a internet.

—¡S-sí! ¡Seguro que eso sea!

—¿Los chicos bien?

—Sí, me demoré un poco conversando con los papás a la salida…o algunos, de hecho, no con todos, ya sabes, mi acento no es bueno aún. Pero ellos son muy…gentiles, ¡sí que lo son!

—¿Y por qué suenas nerviosa?

Creo que esto último es lo que más me inquieta entre los dos.

—¿Yo nerviosa?—pregunta ella. Noto que le tirita la voz en el proceso.

—Sí, amor. ¿Qué sucede?

—N-no sé de qué hablas, solo que dejé la camioneta un poco lejos, quizás en el proceso me…agité un poco. Quizá sea eso.

—Bien, comprendo.

—Estaba hablando con algunas personas para ir a conocer el pueblo, probablemente lo haga.

—¿Charo?

Escucho unos golpecitos y una voz al otro lado, una voz opaca, como si alguien al otro lado de la camioneta le hubiese golpeado el vidrio.

La voz de un hombre.

—¿Está todo bien?—insiste.

—¡Ohhh, doctor Guzmán!—dice ella al otro lado. ¿Es el médico que la vio en urgencias cuando llegamos con ella desmayada? Acto seguido se vuelve a mí en el teléfono—. ¡Mira qué casualidad! ¡Él trae a su hija aquí! 

—¿Casualidad? ¿No lo sabías?—le pregunto.

—¡No, para nada, me estoy enterando! ¿Tú…? ¿Tú sí?

—No, pero tú sí sabías que tiene una hija.

Parece que se queda unos segundos para insultarse a sí misma tras el silencio que se genera entre los dos.

—Señor, debemos irnos ya—me informa Tyler.

Asiento y me vuelvo al móvil:

—Me alegra saber que estás bien, cariño. Espero que tengas oportunidad de ir a conocer el pueblo con tus nuevos amigos.

—¡Yo…, claro! No creo que deba hacerlo necesariamente hoy… ¡Aguarda un segundo, por favor!—dice ella, aparentemente en su dirección—. ¡Creo que dejé mal estacionada la camioneta! ¡Debería ver lo que sucede!

—Sí, amor. Ve. Debo irme también, parece que los vuelos podrán salir.

—¡Que tengas buen viaje! ¡Milán espera!
—Sí…eso creo. Te amo.

—¡Y yo a ti! ¡Buen viaje!

—Suerte, saludos al doctor. Y a los padres que te acompañarán a que conozcas el pueblo, me alegra saber que te estás adaptando bien.

—¡Gracias!

Y espera a que yo cuelgue antes de hacerlo ella también, seguramente desde el otro lado de la línea.

¿Qué es lo que está pasando?

Con toda sospecha, guardo el móvil y me vuelvo a Tyler mientras vamos de camino al vuelo en cuestión.

—Ty—le digo—, necesito que hagas algo.

—Sí, señor.

—Envía a investigar quién es el tal Guzmán que atiende en el hospital del pueblo donde está mi familia ahora.

—¿”Guzmán”?

—Sí.

—Entendido, señor.

Luego busco el móvil nuevamente para teclear y le escribo a Franco:

“Necesito que instales un localizador en el móvil de mi esposa sin que ella lo sepa. Y me pongas en retorno de las ubicaciones por las que pasa. Y no la vigiles, quiero darle libertad así vemos qué es lo que decide hacer. Gracias.”

 




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