Escenas

Escena 7

Luego empezó la publicidad. Con anuncios que recomendaban empezar a ahorrar si tenías un omega no marcado en tu familia. O insinuaciones en los programas de la mañana, acerca de lo bien que hacías a la nación si contribuías a las fuerzas armadas.

Si encendías la radio, avisos al respecto se escuchaban de vez en cuando. Con una musiquita pegajosa y una voz condescendiente. 
"Si un omega la edad está por cumplir..."

El extraño acuerdo se convirtió en más comentarios sueltos. La idea me inquietaba tanto que pretendía no prestar atención.

Apagué la radio camino a la escuela. El mes de febrero había pasado, pero esos últimos días realmente no los viví. Encerrado en mi cuarto, los días de mi celo eran tan grises y difusos que de alguna forma pretendía que no pasaban. A mi lado, papá suspiró, cuando volvió a encender la radio, una canción alegre anunciaba el inicio del día.

- ¿Recuerdas cuando cantabas eso camino a la escuela? - Preguntó con una sonrisa, volteando en mi dirección por primera vez en todo el camino. - Eras... tan pequeño...

Yo bufé. - Sí, el papá de Jonah me la mostró - Había dicho. - La cantaban ellos cada mañana. Juntos. Para animar a su hijo a ir - La verdad es que no sé si era una recriminación o no. Porque no era una tradición que fuera mía. O algo que yo hubiera iniciado. De cualquier manera, papá no dijo nada más hasta que estuvimos frente a la secundaria. Su voz sonó más cansada al llamarme.

Al abrir la puerta para salir del auto, él estaba extendiéndome un billete. - De... Desayuna algo, ¿sí? Ya conoces a tu madre. Lamento lo de... - Asentí porque no tenía ganas de hablar al respecto. Esa mañana fue horrible, como los días anteriores en esa habitación cerrada.

Me dolía la cabeza, y era consciente de mi aspecto. Una semana y media se me había ido y ni siquiera tenía ánimos de lidiar con todo lo que me perdí. Pero entré al salón de mi primera clase, donde murmullos y risitas a mí me resultaron más molestas e irritantes.
Apreté el billete en el bolsillo de mi sudadera al sentarme. Cuando Jonathan entró, poco después de mí, su mirada estaba llena de preguntas. Que fueron resumidas en un "¿Cómo estás?"

Su mano encontró la mía bajo el pupitre. Aún estaba sosteniendo el dinero en mi otra mano cuando sobre ésta recargué mi mejilla. Estaba por contestar, entonces Adam salió de atrás, abrazando los hombros de mi mejor amigo. - ¿Los molesto?

Como la clase comenzó, ciertamente no tuvimos el tiempo ni el espacio para que pudiera preguntar, o para que la repugnante escena que tuve frente a mí se desarrollara del todo. Fue camino a la siguiente clase, que esa misma mano conocida me buscó. - ¿Compramos algo mejor?

En cafetería escuchamos que otra sección de tercero tenía la hora libre. Y ahí estaba yo, comiendo un mollete y un jugo, repitiendo a los prefectos esa otra sección cada vez que se acercaban. Él no preguntó absolutamente nada, pero la preocupación estaba impresa en su expresión.

-Así que... - Había comenzado yo, luego de un rato; recogiendo con el pan un poco de queso que se había derramado sobre el plato desechable. Mi nariz se arrugó - ¿Adam?

-Sólo es un idiota - Jonathan se burló. Pero puso sus codos sobre la mesa, y con esa nueva posición, cubrió con ambas manos su boca. - No contestaste ninguno de mis mensajes...

- Se me acabó el saldo - Me quejé - Quizá compre una tarjeta después...

Por toda contestación, él deslizó el pequeño sobre verde sobre mi regazo. Lo miré incrédulo, pero me reí - Eres tan...

-Te extrañé - Él se rio de vuelta. Era como si esos días de malestar y respuestas cortantes hubieran desaparecido. O se hubieran limpiado. Igual sabía que sólo era por la preocupación de Jonathan. Pero lo dejé estar, porque yo también lo había extrañado, y el sonido de mi risa mezclado con la suya era lo único que estaba bien.

Y lo hubiera estado. 
De no ser por la última hora de ese día. Cuando al entrar al baño, los comentarios de algunas omegas llamaron mi atención.

"¿En serio crees que ellos no salen?" 
"Jonah lo rechazó, ¿no? Yo recuerdo que le dijo..." 
"Se estaba haciendo del rogar, ¿no te diste cuenta? El mismo Adam lo dijo... que se ven siempre a la salida... incluso contó que..."

El portazo que di al abrir el cubículo del baño acalló a ambas chicas. Aun así, mientras me lavaba las manos, pude a escuchar que farfullaban sobre mi celo al salir molestas.
Con el timbre que anunciaba la salida, alcancé a Jonah; mi mejor amigo salió con paso apresurado del salón.

Su sonrisa apretaba sus labios al verme. - ¿Vamos a mi casa? - Me preguntó. Yo accedí, haciendo como si no me diera cuenta del aroma que lo rodeaba.




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