Escenas

Escena 9

Los siguientes dos meses fueron raros. Porque vi a Jonah juntarse con otras personas. El idiota de Adam no volvió a dirigirme la palabra, pero giraba su silla hacia el lugar de él, y consigo los otros dos alfas de la clase y el resto de sus amigos también. Siempre creí que el sentido del humor de mi mejor amigo era muy simple, y que por eso se reía de mis chistes de la misma forma en que se reía de las bromas de mal gusto de los demás. En ese tiempo noté, que en realidad con los otros sonaba más bien forzada. Pero nadie más se daba cuenta, y esa manera de reír de pronto me parecía irritante.

De vez en cuando, muy de vez en cuando, nuestras miradas se cruzaban.            
En esos momentos me pregunté por qué me mirabas, ahora pienso en qué hubiera pasado si nuestras acciones fuesen diferentes.        
Pero es que la vida es así. No siempre tomas las decisiones correctas, y de un segundo a otro todo cambia.

- ¿Qué harán el día del estudiante? – Uno de esos idiotas preguntaba.

-Tengo un amigo que dará una fiesta después…

- ¿Irás también, Jonah? – Desvié la mirada, porque mi mejor amigo se recargó sobre el pecho de Adam, quien lo estaba abrazando desde atrás, y las manos de Jonah estaban sobre uno de los brazos de él.

No los estaba viendo, pero sé que él se encogió de hombros. - ¿Por qué no?

¿Por qué las cosas habían cambiado tan abruptamente?  Sólo sabía que estaba resentido, y que, aunque no tenía con quién juntarme durante el evento escolar por el día del estudiante, estaba ahí.

Los nuevos amigos de Jonathan no eran solamente alfas y hombres beta; algunas de las chicas beta y omegas del salón con las que a veces conversaba estaban también. Yo los veía bailar y reírse mientras estaba sentado en una jardinera comiendo frituras. Consideré irme, y lo hubiera hecho, pero en un momento dado entré al baño.

Estaba en el lavabo del baño, y lo vi.      
Entró agitado, como si llevara tiempo corriendo, o quizá por estar saltando en lugar de bailar apropiadamente con los demás. Su sonrisa quedó congelada en sus labios al encontrarnos. Su voz sonó bajita. – Hola…

-Hola – Repetí. Mis manos mojándose bajo el chorro de agua mientras él se acercaba. Lo vi recargarse en el lavabo y alisarse el cabello. - ¿Cómo estás? ¿Te la estás pasando bien?

-Me podría ir mejor, la verdad – Agité mis manos en el aire a falta de jabón y papel para secarse. Él entonces se interpuso en mi camino a la salida.

¿Qué fue lo que dijo después? Sólo sé que estaba molesto, y esa sensación no hizo más que crecer cuando lo escuché decir “¿Por qué estás tan enojado?”

Negué con la cabeza, sí lo estaba, porque estaba usando el mismo tonito que nuestros compañeros al hablar, y porque no podía entender esa ridícula expresión en su rostro. Quise dar otro paso, a lo que él me tomó por los hombros. – Esteban…

- ¿Qué? – Rezongué, y quise empujarlo lejos, pude haberlo hecho, él no se movía.

Me miraba fijamente al decir. – Mis… mis amigos irán a una fiesta después – Sus dedos apretaron su agarre – Yo… siento lo que pasó, ¿quieres ir?

¿Qué era lo que sentías? A veces creo que simplemente querías darme por mi lado, porque sabías que de otra forma no iba a ceder. Y creo que de cualquier forma hubiera aceptado, porque hacía mucho tiempo que no hablaba contigo, y seguir empujándote lejos de mí sólo hubiera hecho las cosas peores.

Creo que puedo identificar los momentos que definieron nuestra amistad. Los momentos en que te hice promesas, o en que hubo acciones que pude haber hecho mejor.     
Esa fiesta después del evento, por otro lado, fue la peor decisión que pude haber tomado. Fue el momento que definió todo lo demás.

Al principio, todo iba bien. Si ignoraba a los idiotas, era fácil reírme con las chicas que iban junto a nosotros camino a la fiesta. Podía fingir que estaba haciendo una travesura infantil con él, cuando chocábamos por el movimiento del camión, o nuestras miradas se encontraban al momento de conversar. No sabía lo mucho que extrañaba poder hacer eso, supongo que era mutuo.

Al principio todo estaba bien, con nosotros llegando a la casa del tal “Kike”, el amigo mayor de Adam. Cuando nos prestó su terraza y mientras ellos compraban la comida y las bebidas, nosotros desplegamos las mesas y las sillas.

Incluso después estaba bien, cuando empezamos a comer y a jugar. ¿Mi personalidad realmente era tan mala? Si ignoraba los comentarios de esos alfas y betas, podía fingir que me llevaba bien con todos los demás. - ¿Ustedes no toman? – Luisa, una de las omegas que venían con nosotros, rio por lo bajo mientras negaba con la cabeza. El anfitrión, Kike, fue a nuestra dirección, destapando una botella de cerveza.

Jonathan se rio también, doblé los ojos, porque ese alfa se burló refiriéndose a mi amigo como “el niño mustio de Adam”, y porque éste se acercó con otro de sus estúpidos abrazos. - ¿Eso es un “no quiero”? – Kike había preguntado, inclinando la botella hacia él.

Yo fruncí el ceño, y se la quité. El agrio sabor llenó mi boca bajo la mirada nerviosa de Jonah, y los comentarios de burla y expectación de los demás.

Todo estaba bien. Un deje de incredulidad me golpeó por lo nuevo y el falso valor que estaba mostrando. Creí que le estaba dando el visto bueno a Jonah cuando Adam le acercó otra cerveza. - ¿Ves? Incluso el mojigato de Esteban aceptó. – Le di otro sorbo a la botella, no era la primera vez que era llamado así, y no sabía por qué, no podía apartar la mirada de ambos. ¿Sería por celos? ¿O porque realmente estaba esperando a tu respuesta? Tus dedos temblaban cuando la aceptaste. Y yo me acerqué más mientras dabas ese largo trago.




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