Escenas

Escenas 10 y 11

Me gusta pensar en las cosas que me gustaban de ti. Porque tenías una sonrisa desastrosa, y una voz bonita que desafinaba terriblemente cuando cantabas. Porque me acuerdo de las estrellas en tus ojos de miel luego de ese primer beso, acostados en la oscuridad y las lucecitas navideñas. Y luego de ese beso con sabor a alcohol, bajo el bullicio de todas esas personas. El dulce aroma a vainilla que un día cambió.

Me gusta pensar en esas cosas, porque odio recordar en lo que te convertiste después. Odio pensar en los indicios que no vi. Pienso que siempre fuiste muy obvio en cada una de las cosas que nunca me dijiste. Pero yo estaba tan en mi mundo, que nunca lo supe ver.

Los gritos me siguieron hasta mi casa. Donde mamá estaba tan enojada que no dejó de golpearme desde la puerta del carro hasta que entramos. Yo estaba muy borracho, y vomité en sus zapatos. - ¡¿A eso saliste?! – Gritaba - ¡¿Qué dirán los vecinos?! ¡¿Quién era ese alfa?!

Los siguientes gritos fueron dirigidos hacia papá. Yo estaba en el piso, conectando una idea con otra y escuchándolos. - ¡¿Para eso querías que se regresara solo?! ¡Ni siquiera sabe dar una dirección y andaba en una casa con un… con un…! – Su voz se trababa del coraje. Cuando papá me tomó de los brazos para levantarme volví a vomitar. Lo siguiente que recuerdo es estar en el comedor con ellos, tomando agua y respondiendo preguntas. La mirada de mi madre se volvía más y más roja.

Escena 11.

¿Qué debí haber hecho?             
¿Qué fue lo que dije?

¿Qué fue lo que hice?




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