Escritos para el fantasma de ti

SEGUNDA CARTA

Querida tú

 

No sé cuando me enamoré de ti. No sé cuando mi corazón empezó a latir más rápido sólo con tú presencia, pero si se el momento en el que me di cuenta. Y fue espantoso.

 

Recuerdo que siempre estábamos juntos, tú siempre con la nariz metida en un libro y yo cuidaba de que tú no te cayeras de boca por estar metida en tus mundos de fantasía. Era tu protector; lo sigo siendo, nunca dejaré de velar por ti.

 

Fue un día de invierno, estábamos en una cafetería, habías terminado tu libro y simplemente me miraste y me dijiste con tu voz suave:

 

—Fue simplemente maravilloso —Luego soltaste un largo suspiro y yo me reí un poco.

 

—¿Quieres contarme? —te pregunté y tus ojos brillaron de la manera más hermosa, mi corazón dio retumbó con fuerza en mi pecho. Me sonreíste y asentiste con fuerza con tu cabeza, esto hizo que un mechón de tu cabello negro cayera entre tus ojos y quise extender mi mano para apartarlo. Pero no lo hice.

 

Empezaste a hablar de tu libro, tengo que ser sincero contigo, no te preste la atención que te mereces. Pero estaba tan feliz de verte feliz, como te exaltabas cuando recordabas una parte emocionante del libro, o como suspirabas con melancolía cuando recordabas una muerte de algún personaje o como tu sonrisa se volvía tan brillante al recordar el primer beso de los protagonistas.

 

Todos esos pequeños detalles los noté y los guarde en mi memoria, luego salimos de la cafetería, te llevé a tu casa y me agradeciste por escucharte hablar del libro. Me abrazaste y me diste un beso en la mejilla; eran tan normal ese gesto, tan rutinario. Pero cuando colocaste tus labios en mi mejilla, mi cuerpo se sacudió de una manera aterradora. Me sonreíste y yo te la devolví, aunque creo que fue una mueca extraña y luego caminaste hacia tu casa. Y luego cerraste la puerta.

 

Me quedé de pie allí, el frío calaba en mis huesos a pesar de que estaba bastante abrigado, mi mente procesaba todo sumamente rápido, pero sabía que mi corazón tenía la respuesta.

 

Estaba enamorado de ti.

 

Suspiré y el vaho salió de mí. Caminé hacia mi casa. Pero me sentía derrotado de cierta forma, porque sabía que nunca podría verte de la misma forma de nuevo. Nunca podría verte sonreír y no sentir que mi mundo giraba por esa sonrisa, nunca podría abrazarte y sentir que eras lo único que podía mantenerme atado a la realidad, que serías mi ancla para no salir volando sólo por el contacto de tu cuerpo contra el mío.

 

Cuando me preguntaras a quién iba a invitar a salir. O quién me gustaba. No podría responderte, nunca podría.

 

Porque esa persona eras tú.

 

Diría tu nombre y todo se rompería y nada sería igual, mi corazón prefiere tenerte cerca como amiga y ser parte de tu vida a no tenerte en absoluto. Tal vez sea egoísta, pero soy egoísta contigo. Y no me importaría ser condenado por eso, porque si amarte en silencio y mantenerte cerca de mí es un delito, entonces pagaré la condena.

 

Lo vale.

 

Tú lo vales, aunque no me correspondas. Porque amarte es uno de los mejores sentimientos que he tenido nunca y no me arrepiento de sentir lo que siento. Aunque me duela, aunque me quemé, aunque a veces lloré por no ser el que tu corazón desea.

 

Pero lo vales, Layla. Lo vales y nunca me cansaré de amarte.

 

Con amor...
El chico que sabe que vale la pena amarte.
 


 




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