Especial de Navidad: La voz de tu corazón

Capítulo 2

A pesar de que apenas eran las siete de la tarde, la noche ya se había adueñado de la ciudad cuando Naomi regresó al departamento que todavía alquilaban a Giuseppe.
Al entrar, la sala estaba en penumbra, pero desde la cocina se filtraba una luz cálida y el inconfundible aroma a pochoclos recién hechos llenaba el ambiente.
La sonrisa de Naomi fue inmediata. Elian estaba cumpliendo su promesa: una noche de películas para empezar a disfrutar, de verdad, la época navideña.
Dejó el abrigo en el perchero de la entrada y acomodó las bolsas con los regalos debajo del árbol que habían armado junto a la ventana del living. Luego fue directo a la cocina. Elian estaba concentrado frente a la olla, atento al maíz que en cualquier momento comenzaría a estallar.
—¡Ya estoy de vuelta! —lo saludó, dándole un pequeño beso en los labios.
—¿Cómo te fue?
—Muy bien, a pesar del frío. Es increíble cómo se transforma la ciudad para Navidad… nada que ver con lo que estamos acostumbrados —dijo entusiasmada—. ¡Quería comprarme todo!

—Siempre igual —soltó una carcajada, conociéndola demasiado bien—. Espero que Gianluca haya sido la voz de la conciencia para que no te pasaras del límite.

—Ja, no te creas —rió—. Creo que él gastó casi lo mismo que yo en regalos. ¡Es que es tan lindo regalar!

—No lo niego —asintió, sonriendo—. Me alegra que te hayas divertido.

—Gracias. Ahora me doy un baño y me pongo el pijama para arrancar con las pelis.

Elian ya estaba listo: llevaba puesto un pijama de invierno gris oscuro, cómodo, con medias gruesas y pantuflas. Todo en él decía noche tranquila y hogar.

—Perfecto. Cuando bajes, la última tanda de pochoclos va a estar lista —le guiñó un ojo.

Naomi asintió y subió las escaleras. Minutos después, volvió a bajarlas, iluminada por las luces del árbol que Elian había encendido para darle un aire todavía más navideño al momento.

Él estaba sentado en el sillón y, sobre la mesa ratona, había dejado dos recipientes repletos de pochoclos: uno dulce y otro salado, además de un par de bebidas. Navegaba concentrado por la plataforma, buscando con qué película empezar.

—¿Una comedia? —propuso Naomi, sentándose a su lado.

Se acomodó bajo la manta que tomó para cubrirlos a los dos. Elian puso play y, enseguida, pasó su brazo alrededor de sus hombros, acercándola con naturalidad, como si ese gesto fuera tan necesario como respirar.

A Naomi le encantaban esos pequeños actos de cariño y protección. Elian le transmitía una calma tan profunda que, si fuera por ella, se quedaría abrazada a su héroe todo el día.

Ya se cumplían nueve meses desde que habían llegado a Italia con la idea de quedarse solo seis para cumplir el contrato que Gioia había preparado para ella. Pero el viaje había dado un giro inesperado y la estadía se había extendido más de lo planeado.

El Circo Clown, Amelie, el jefe… y, sobre todo, Elisa, seguirían lejos un tiempo más. Un cambio que Naomi no había imaginado, mucho menos en una época del año en la que siempre había disfrutado estar rodeada de los suyos.

Por suerte, en Italia estaba Elian. También había descubierto quién era realmente Gioia y contaba con la amistad de Gianluca y del entrañable Giuseppe. Aun así, la idea de pasar las fiestas lejos de casa le despertaba una mezcla de angustia, inseguridad y ansiedad.

El calor de los brazos de Elian lograba calmar los latidos acelerados de su corazón y aquietar los pensamientos que la agotaban. Su forma luminosa de ver la vida hacía que los días lejos del hogar no se volvieran tan pesados.

Elian era solo un par de años más grande que ella, pero conservaba un corazón de niño eterno que le enseñaba a encontrar belleza en cada momento. Y eso que él mismo le había confesado que hubo un tiempo en el que dejó de serlo… hasta que ella lo ayudó a salir de la oscuridad.

Naomi no podía sentirse más agradecida por ser su novia. Tenía a su lado a alguien que valía oro.

La película resultó tan divertida que sus risas se volvieron contagiosas, al punto de reírse incluso más de lo normal. Cuando terminó, ambos coincidieron sin dudarlo: había sido una muy buena elección.

Mientras los créditos comenzaban a correr, Elian se acomodó hacia un costado del sillón y la atrajo con él. Naomi se recostó sobre su pecho y quedaron en silencio, envueltos en la manta y en una calma tibia que solo se da cuando no hace falta decir nada.

Pasaron unos minutos así, hasta que Naomi se animó a preguntar algo que llevaba varios días dando vueltas en su cabeza.

—¿No te quedas con ganas de volver para pasar las fiestas con tu familia?

Elian no respondió de inmediato. Le acarició el brazo con el pulgar, pensativo.

—Un poco, sí —admitió—. Se siente raro… pero también sé que no siempre va a ser así. Y que eso no lo vuelve algo malo.

Naomi suspiró.

—Elisa siempre dice “Natale con i tuoi, Pasqua con chi vuoi” —sonrió apenas—. Me temo que esta vez rompí la regla.

—No estoy de acuerdo —dijo él con suavidad—. Acá también tienes familia, ¿o no?

—Sí… —aceptó—. Pero ella queda allá sola.

—¿Y de verdad crees que se va a enojar?

Naomi dudó.

—No lo sé. Y no me animo a preguntarle.

—Por lo poco que la conozco, no me da esa impresión —respondió Elian—. Al contrario, creo que debe estar feliz de que puedas compartir esto con Gioia. Tiene sentido, ¿no?

—Supongo que sí… —murmuró—. Mas al sentir que, por mi culpa, Gioia se perdió muchas Navidades y Años Nuevos con nosotras.

—Ey —la interrumpió con cariño, bajando un poco la voz—. No empieces con eso.

Naomi levantó la mirada hacia él.

—No todo es una deuda que tienes que pagar —continuó—. Pirnsa en los recuerdos nuevos que estás construyendo ahora. Uno crece, la vida cambia… y la familia también puede agrandarse.

Hizo una breve pausa, y sonrió.

—Quién te dice… capaz el año que viene estamos todos juntos. Eso también puede pasar.




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