Especial de Navidad: La voz de tu corazón

Capítulo 3

Entre la agenda que Naomi debía cumplir como cantante y los preparativos navideños que quería hacer para la cena de Nochebuena, el 24 de diciembre llegó en un abrir y cerrar de ojos.

El día había amanecido soleado y se había mantenido así hasta el atardecer, anunciando que la noche sería serena, a pesar del frío.

Naomi acababa de terminar de hablar por mensaje con Elisa para saber cómo estaba y si iba a pasar la Navidad con alguna amistad o si, como otras veces, había decidido cubrir una guardia en el hospital.

Elisa respondió que estaría acompañada: ese año también se había organizado con sus compañeras enfermeras para tener la guardia otro

Tranquila al saber que Elisa no estaría sola, Naomi pasó a prepararse. No estaba segura de qué ponerse. Acostumbrada a usar vestidos en Navidad, dudaba entre unos jeans con botas y un lindo sweater, o una blusa con pollera, botas y un tapado que la abrigara bien.día.

Se sentó al borde de la cama, con dos opciones de ropa apoyadas frente a ella. No eran vestidos de gala, pero tampoco algo completamente informal. Estaba en eso cuando Elian entró a la habitación para elegir su atuendo

—¿Estás indecisa? —preguntó, curioso.

Naomi levantó la vista y sonrió apenas.

—Un poco… —admitió—. No todos los días se pasa la Vigilia de Navidad en la casa de alguien como Gioia.

—Pasar la Vigilia en lo de Gioia no va a ser tan distinto a estar en casa.

—¿Vos decís?

—Sí —respondió él—. Después de todo, los une un lazo muy fuerte. Y estoy seguro de que va a hacer todo para que te sientas contenida.

Naomi sonrió con suavidad.

—Eso es lo que siento… —admitió—. Vive rodeado de lujo, pero Gioia no es ostentoso. Es simple, familiar. Me recuerda a Elisa en eso… en las cosas pequeñas que importan de verdad.

Elian la miró de arriba abajo con falsa seriedad.

—O sea… ¿estás eligiendo ropa para estar cómoda o por si cae algún periodista a entrevistarte?

Naomi rió.

—Para estar cómoda. Por suerte, todavía no soy tan famosa como para que me reconozcan rápido en la calle.

—Eso es lo que creés.

—Por ahora está bien así.

Se levantó y se puso frente a él, sosteniendo una blusa clara contra su cuerpo.

—¿Esta o la otra? ¿Cuál decís?

Elian la observó un segundo, sin apuro.

—Tendría que decir rojo, más acorde a la Navidad —dijo—, pero el azul es el color que te queda.

Antes de que ella respondiera, Elian se inclinó y le dio un beso suave. Naomi no se sorprendió; simplemente cerró los ojos y le devolvió el gesto, apoyando una mano en su pecho, como si ese beso confirmara algo que ambos ya sabían.

Cuando se separaron apenas, ella sonrió, con esa mezcla de timidez y confianza que solo aparecía con él.

—No juegues así —murmuró—. Después no voy a poder concentrarme.

Elian rió bajito. Naomi negó con la cabeza, divertida, pero no se apartó.

Si esa era la antesala de la noche, pensó, entonces la Navidad ya estaba haciendo de las suyas.

Naomi finalmente se decidió por la blusa azul. La combinó con una pollera sencilla, botas oscuras y un tapado que la abrigaba sin quitarle elegancia.

Elian, por su parte, optó por un pantalón oscuro y un sweater de lana en tonos neutros, prolijo pero relajado. Se arremangó apenas las mangas y se colocó el abrigo con la naturalidad de quien no necesita pensar demasiado en su imagen. Aun así, Naomi no pudo evitar mirarlo un segundo de más.

—Estamos bien, ¿no? —preguntó él, ajustándose el cuello del abrigo.

—Muy bien —respondió Naomi.

Tomó las bolsas con los regalos que había comprado y las acomodó con cuidado. Antes de salir, apagó las luces del living y miró el árbol una última vez. Todo estaba en silencio, como si el departamento también se preparara para la noche.

Salieron y golpearon la puerta del departamento contiguo. Giuseppe tardó unos segundos en abrir, pero cuando lo hizo, su sonrisa iluminó todo el lugar.

—¡Buona sera, ragazzi! —exclamó, abriendo los brazos.

Naomi no dudó. Se acercó y lo abrazó con fuerza, sintiendo ese calor familiar que él siempre sabía ofrecer.

—Feliz Navidad, Giuseppe —dijo—. Pasábamos a saludarte antes de irnos.

—Y a dejarte esto —agregó Elian.

Naomi le tendió una bolsa pequeña. Giuseppe la miró sorprendido.

—No hacía falta…

—Sí —respondió ella—. Queríamos hacerlo. Hoy es un día especial

—Lo es —dijo Giuseppe, con los ojos brillosos—. Mis hijos llegan en un rato. Hacía años que no pasábamos la Vigilia juntos.

—Me alegra tanto escuchar eso —dijo Naomi—. Te lo merecés.

Giuseppe les tomó las manos un momento.

—Ustedes también son parte de esta alegría.

Elian apoyó una mano en el hombro del anciano.

—Que disfrutes mucho la noche —le deseó.

—Y ustedes también —respondió Giuseppe—. Vayan, que la Navidad ya los está esperando.

Tras despedirse con abrazos sinceros, Naomi y Elian volvieron al pasillo. Ella se acomodó el tapado y entrelazó su mano con la de él.

—¿Lista? —preguntó Elian.

—Sí. Vamos.

Naomi asintió, con una sonrisa tranquila. Y así, con el corazón lleno, salieron rumbo a la casa de Gioia.

Desde el exterior, las luces cálidas que se filtraban por los ventanales anunciaban una noche especial. Naomi respiró hondo antes de bajar; no era nervios, era expectativa.

El mayordomo los recibió con una leve inclinación de cabeza y los condujo por el amplio pasillo hasta la sala principal. A cada paso, Naomi percibía detalles que hablaban de una Navidad pensada con cuidado: guirnaldas discretas, velas encendidas, aromas suaves a especias.

Al llegar, la imagen los detuvo a ambos.

Una mesa larga, elegantemente dispuesta, ocupaba el centro del comedor. Había vajilla fina, centros con ramas de pino y pequeños detalles dorados que brillaban bajo la luz tenue. No era una mesa para dos.

Naomi intercambió una mirada rápida con Elian.




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