****

Cuenta la leyenda que una vez existió una guerrera jaguar, valiente como ninguna otra, y que estaba bajo el mando del temible Emperador del Mictlán. Muchos rumores y mitos rondaban por los Reinos sobre su vida humana, su juicio y su renacimiento; algunos decían que se disfrazó de varón para pelear junto a los soldados mortales de Huitzilopochtli y que murió en batalla, pero que por su condición de mujer se le impidió la entrada al Cielo de los Honorables Guerreros, que su alma no pudo transformarse en un colibrí como sucedió con sus compañeros de guerra. Dicen que, en el juicio, de rodillas ante el trono de Tezcatlipoca, habiendo sido juzgada por el Espejo de Humo, fue sentenciada al pagar su condena en el infierno, en el averno, en el lugar más profundo del Inframundo, donde su alma terminaría deglutida por Mictecacihualt, la Reina de esos lugares, rindiendo cuentas por los pecados de su sangre y por su alta traición a Huitzilopochtli. Sin embargo, fue el Emperador, el mismísimo Señor de la Muerte, quien habló por ella.

Lo cierto es que nadie sabía a ciencia cierta la verdad sobre ella, no se tenían registros reales sobre su vida humana. Se llegó a pensar que ella había sido siempre un espíritu, o una diosa nacida en tiempos extraños… o hasta varios dioses y almas creían que había una conspiración detrás de su existencia, o la falta de ella.

Pero había documentos sobre su juicio, se sabe que había pecados en la sangre, heredados por sus ancestros, y que había cometido una alta traición contra un dios principal, que eso la había enviado al averno y que Mictlantecuhtli la había rescatado de su fatídico destino.

Pero lo que contaré en esta historia no es sobre la vida humana de esta guerrera, sino de aquello que pasó después, cuando no era más que un espíritu, el más valiente de todos los Reinos.