Esta vez será diferente

13. Poniendo límites

Alejandra en la cama se extendía crema hidratante por sus manos y sus brazos, pensando en lo que había visto, a su hija atrapada en los brazos de Daniel y besándose.

— Cariño, ¿qué dirías si te digo que puede que Anastasia y el hijo de Andrés y Laura, se conozcan de antes? — Le habló Alejandra a su esposo.

— ¿Por? — Juan preguntó quitándose las gafas de lectura. — ¿Has visto algo que te ha hecho pensar eso?

— No, solo que él la ha besado como si ya lo hubiera hecho antes.

— ¿Qué? ¿Mi niña y Daniel se estaban basando? — Se sorprendió Juan para bien.

— Más bien, era él quien parecía que quería devorar a nuestra hija. — Le contó Alejandra su percepción. — Cuando lo ví, hasta a mí me dieron calores.

— Esposa. Si quieres yo puedo darte un beso que no podrás olvidar.

— No digas tonterías. — Alejandra miró a su marido, quitándole el libro de las manos y dándole con él en la cabeza.

Juan se quejó, agarrando su libro y mirando a su esposa, ella parecía preocupada por su hija Anastasia.

— Anastasia es una hija responsable, nunca haría nada como eso si no estuviera enamorada de esa persona. — Juan se quitó las lentes de lectura y abrazó a su mujer.

— Debemos averiguar si ellos ya se conocían y tienen una relación, o si es que al hijo de Andrés le gusta ir devorando las bocas de las chicas. — Le dijo Alejandra, con el rostro serio mientras era abrazada fuertemente por su marido. — Así que deja la felicidad porque la niña y Daniel se hayan besado y averiguemos la verdad.

— Lo haremos, mañana mismo iremos a almorzar con Andrés y Laura, así que cálmate, amorcito mío. — Juan achuchaba a su esposa en sus brazos, mientras que Alejandra se dejaba.

Anastasia se había quedado a dormir en la casa de sus padres, arrepentida de lo que había hecho y permitido a Daniel hacer.

— ¿Cómo he podido caer en su palabrería absurda? — Se dijo Anastasia y hundió la cabeza debajo de la almohada.

— Hermana. — Oyó de pronto a su hermano Haru, el niño se encontraba en la puerta de la habitación.

Anastasia se incorporó, cayéndose su almohada al suelo y viendo a su hermano que traía su propia almohada.

— Haru, ¿no deberías de estar en la cama?

Anastasia se levantó, agarrando su almohada del suelo y dejándola luego en la cama.

— Es que no puedo dormir… — Haru miraba a su hermana que se acercó a él. — ¿Puedo dormir con mi hermana?

Anastasia le pellizcó las mejillas, sonriendo a su hermano pequeño.

— Claro que puedes dormir conmigo. — Haru sonrió y su hermana lo agarró de la mano, caminando hacia la cama. — ¿Has tenido una pesadilla?

— No… solo quiero pasar tiempo contigo, te vas a ir a otro lugar y no podremos pasar tiempo juntos entonces. — Le dijo Haru.

Anastasia ayudó a su hermano a meterse en la cama, ella también echaría de menos pasar tiempo con él.

— Pero no estaré tan lejos, y en vacaciones puedes venirte conmigo allí. — Le habló Anastasia, que se subió también en la cama. — Así mamá y papá pasarán más tiempo juntos en vacaciones como pareja y no como padres.

— ¡Sí!

Anastasia arropó a su hermano. No podía evitar pensar en su hija Daniela, ella no existía, y todavía no era su tiempo y podría ser que nunca lo fuese, solo esperaba que su alma buena y bondadosa renaciera siendo la hija de otros padres que se la mereciera.

Por la mañana muy temprano, Cecilia salió del ascensor del edificio de la empresa de cosméticos Rossi. Se encontraba muy enfadada con Daniel, por haberse marchado del evento sin decirle nada.

No era la primera vez que acudía a la empresa, siempre se dejaba ver como la mujer del hijo de la familia Rossi, además, todos sabían que Daniel era su patrocinador.

Con sus gafas de sol en la mano, Cecilia caminó sensual, sonriendo a los hombres con los que se encontraba. Con Cecilia siempre iba su mánager.

— Él me debe una explicación de porqué se marchó dejándome sola. — Habló Cecilia, que se detuvo teniendo frente a ella la puerta del despacho del vicepresidente. — Exijo ahora mismo ver a Daniel Rossi.

El secretario de Daniel y la ayudante de éste, levantaron sus cabezas de su trabajo, mirando a Cecilia Día que se colocó sus gafas de sol encima de su largo y rubio cabello.

— Señorita Cecilia. — El secretario se levantó de su asiento.

— No se puede pasar. — Dijo la ayudante, Ermita, corriendo a ponerse delante de la puerta del despacho cuando Cecilia pretendía entrar. — El vicepresidente se encuentra atendiendo un asunto importante para la compañía.

— ¿No sabes quien soy y lo importante que soy para el vicepresidente? — Le preguntó Cecilia, agarrando a Ermita y empujándola al suelo.

El secretario Jacob se acercó a Ermita, queriendo ayudarla y al mismo tiempo queriendo detener a Cecilia.

— Deténgase. — Le exigió Jacob.

Cecilia abrió la puerta del despacho y entró sin que nada ni nadie pudiera impedírselo. Daniel estaba celebrando una reunión por videollamada con unos futuros compradores de cosméticos Rossi.

— ¿Por qué te largastes sin mi permiso? — Levantó Cecilia la voz, queriendo poner a Daniel en su lugar, pero se calló cuando se dio cuenta de la situación.

— Lo siento mucho, señor, la hemos querido detener, pero… — Se disculpó Jacob, apenado por lo sucedido.

Daniel levantó su mano para que se callara y miró furioso a Cecilia, dirigiendo su mirada luego a los dos futuros compradores de sus cosméticos.

— Lamento la situación, ¿podríamos aplazar esta reunión para dentro de una hora? — Se disculpó Daniel, al mismo tiempo que les pidió una nueva oportunidad. — Que nuestros cosméticos Rossi se vendieran en sus empresas sería un gran honor para nosotros.

Ambos hombres permanecieron en silencio, hasta que, finalmente, uno de ellos habló.

— Arreglar lo que tengas que arreglar y nos pondremos en contacto con usted en unos días.

Daniel no tenía más remedio que aceptar lo que ellos decían, si quería que esas dos cadenas de comercios, que se volverían famosas en un futuro próximo, vendieran sus productos de belleza.



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En el texto hay: familia, drama, padres

Editado: 19.11.2024

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