Esto no es un drama coreano

3. La traición

3.

Una sirena sobresalta a Tae Hyuk. Se levanta de la banqueta en la que estaba dormido y se aleja corriendo al ver un patrullero. No hay muchos lugares en los que refugiarse pero, en una esquina, encuentra una gran caja de cartón llena de basura y se acurruca a su lado esperando pasar desapercibido. Lo logra, así que se salva de la policía una vez más.

Ya han pasado cuatro veces desde el incidente con las mocosas que lo confundieron con un idol. Todavía le sorprende que los cantantes y actores de su país tengan fanáticas incluso en una pequeña y sucia ciudad latinoamericana. ¿Cómo es posible algo así mientras que encontrar asilo en una embajada es una odisea?

De repente, Tae Hyuk se hace consciente de que lleva dos semanas durmiendo en la calle, mendigando comida, y que en ese mismo instante está casi revolcándose en la basura.

—¡¡¡¿Qué demonios hice yo?!!! —grita.

Preso de la rabia, se levanta y destroza la caja a patadas desperdigando la basura por toda la calle. Cuando se le acaban las fuerzas, se apoya en la pared y se obliga a pensar nuevamente.

Durante los últimos días se ha dedicado a darle vueltas a todas las razones por las que su viaje, su “aventura temeraria” por Sudamérica, se convirtió en ese infierno.

Le robaron todo lo que traía encima, sí, pero incluso algo como eso estaba previsto: tenía oculto, en un bolsillo interior del pantalón, un teléfono de emergencia para comunicarse con Won Su en situaciones como esta. Con lo que no contó en absoluto fue con que ese maldito teléfono se perdería. Antes de esto, Tae Hyuk logró llamar a Won Su, pero su número personal y el de la agencia estaban fuera de servicio, además no le llegó a responder los mensajes de Line, ni de KakaoTalk, ni de ninguna red social.

¿Le habrá pasado algo malo?

Tae Hyuk vuelve a sentir ese desasosiego que lo hizo detenerse poco antes de embarcar en Seúl. Desde aquel recuerdo remoto le llega la seguridad de que Won Su se encuentra bien. Si no se comunicó con él durante el día entero que tuvo el teléfono, si se borró del mapa para él, fue a propósito. Pero, ¿por qué? ¿Planeó algo así con anticipación? ¿Tal vez desde el momento en que Tae Hyuk le contó que recorrería Sudamérica?

No. No. No. Tal vez está incomunicado porque puede que la agencia no vaya tan bien como dice o los prestamistas de la vez anterior volvieron a fastidiarlo... no puede haberme dejado botado en otro continente...

Entonces se apoderan de su mente ciertos recuerdos. Esos que ha relegado al lugar más recóndito para fingir que no existen, y que logra mantener a raya pensando en todo lo que ha hecho por Won Su en los últimos años. Y es que darle siempre el dinero que necesitaba, blindarlo legalmente, sacarlo de cada apuro en que se metía, no solo era suficiente compensación sino que demostraba su generosidad y su amistad, así que ese sempiterno sentimiento de culpa que Tae Hyuk carga no tiene ningún sentido.

Sin embargo, la farsa ahora no le sirve. La culpa está ahí, en todo su esplendor, llenándole el cuerpo de remordimientos y de una certeza incluso más grande que su frustración: Won Su le hizo esto y él se lo merece.

 

 

 




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