Esto no es un drama coreano

5. Desnudo e indefenso

5.

 

Tae Hyuk ha reconocido a esa chica. Fue la que se acercó gritando el día que un grupo de colegialas lo confundió con un idol. Él pensó que podría comunicarse con ellas, que entenderían que no era un famoso, que estaba perdido y necesitaba ayuda, pero parecían más ocupadas en tomarle fotos y ponerle libretas en frente que en escuchar lo que decía, de modo que perdió la paciencia.

También era ella quien le dejaba comida a escondidas. Él quería hablarle de nuevo, hacerse entender de alguna manera, pero resultaba evidente que ella le tenía miedo. Y claro, ¿cómo no iba a atemorizarla un hombre sucio, agresivo e incapaz de comunicarse? Visto desde su perspectiva, no sería nada raro que lo tomara por un loco. Si fuera ella nunca más habría pasado por esa avenida.

La chica lo hizo subir a un bus y, luego de un trayecto de más o menos una hora, llegaron a la avenida en la que acaban de bajar. La había seguido, después de todo, confiando en que no lo llevara con la policía. Ya había tenido un par de encuentros muy desagradables con oficiales desde que quedó varado en el país y no le apetecía nada uno más.

Había poca gente en el bus, pero Tae Hyuk fue consciente de la expresión cautelosa de todos ellos cuando subió. Incluso ahora, cuando ya camina por la avenida y el auto ha arrancado, algunos pasajeros se quedan viéndolo por la ventana.

—¡Hey! —lo llama la chica desde una esquina en la que ha volteado.

Tae Hyuk se siente repentinamente molesto. Parece un perro yendo detrás de ella guiándose por sus gestos y su tono de voz. Sobre todo le fastidia la mirada que le lanza cada pocos metros para asegurarse de que sigue sus pasos. Sin embargo de pronto, y con cierto malestar, se da cuenta de que ella puede estar asegurándose de no ser atacada.

La chica se detiene frente a una casa de ladrillos sin acabados y abre una puerta de metal. Le hace un ademán para que entre y Tae Hyuk lo hace.

La casa le parece terriblemente precaria. Es pequeña, con un tosco piso de cemento pulido, tiene las paredes de ladrillo sin cubrir y el techo es de calaminas sobre una estructura de vigas de madera. El espacio en el que se encuentran, que parece ser la sala, está completamente vacío salvo por una mesa pequeña, tres sillas y una caja en un rincón.

La chica se va por el pasillo al medio de la sala y entra en una habitación al fondo. Sale de prisa con una toalla en la mano, abre una puerta cercana y le hace un gesto a Tae Huyk para que se acerque.

Parece que intenta decirle algo en inglés, pero lo que sea que dice no existe en ese idioma. Ella se da cuenta de eso y se limita a entregarle la toalla y señalar el interior del cuarto. Es un baño. Tae Hyuk siente el impulso de abrazarla, pero ella ya se ha ido a la sala.

Durante la primera semana de su viaje, Tae Hyuk dispuso de una cómoda habitación con baño propio, sin el jacuzzi de su departamento en Seúl, pero bastante aceptable. El cuarto de baño de la chica, a pesar de estar limpio, concuerda a la perfección con la atmósfera precaria de la casa, aunque por lo menos tiene baldosas.

Tae Hyuk se quita la ropa como si le quemara la piel y se mete a la ducha. Contiene un grito cuando el agua fría le cae en la espalda, pero pronto su cuerpo recibe el chorro con agradecimiento. Sobre el tanque del inodoro encuentra una jabonera con una pastilla de jabón y lo coge olvidando sus reparos por completo. Kim Tae Hyuk, el hombre casi misófobo que no soporta que prueben su comida, que beban de su vaso, que se acuesten en su cama, que toqueteen sus útiles de aseo personal, se restriega el cuerpo con el mismo jabón que, sabe, ha usado otra persona. Dos semanas siendo un vagabundo han acabado con su personalidad quisquillosa.

De repente se da cuenta de que el dolor que siente en el costado derecho es excesivo para ser un simple golpe. Los pandilleros que se ensañaron con él parecen haberle roto las costillas pero, incluso así, se siente afortunado. Ahora sí podrá conseguir que la chica esa lo lleve a la embajada.

Cuando termina de bañarse, se observa en el pequeño espejo que hay colgado sobre el lavabo y nota la hinchazón y las heridas de su rostro. Pero además de eso, un persistente sangrado en su cabeza y el dolor en el costado, se encuentra bien: vivo, a salvo, limpio y plenamente consciente de que Won Su lo dejó varado a su suerte como venganza.

Tae Hyuk se seca el cuerpo y se cubre la parte inferior con la toalla. La chica no le ha dado nada que ponerse, pero él prefiere andar desnudo antes que volver a usar la ropa inmunda que llevaba, de modo que hace un paquete con ella y lo apretuja en el tacho de basura. Lo que sí conserva son las zapatillas.

Cuando la chica regresa lo encuentra intentando frenar el sangrado de su cabeza con papel higiénico. Ella se queda plantada en la puerta del baño, y aunque durante un momento Tae Hyuk piensa que se siente intimidada por verlo semidesnudo, pronto se da cuenta de que en realidad está sorprendida de que se haya bañado: su mirada rebota por todo el cuarto, incluido él, y termina en el tacho de basura. Lo mira con un gesto de incredulidad, luego dice algo en un tono de queja.

Él la observa, desconcertado también pues ¿qué más pretendía que hiciera en el baño con una toalla?, hasta que la expresión de ella cambia.

Sin mediar palabra lo coge del brazo derecho y le da la vuelta como si quisiera verle la espalda. El movimiento le genera un ramalazo de dolor a Tae Hyuk y no puede evitar dar un grito. La chica lo suelta entonces, murmura algo para sí, luego empieza a palparle el torso hasta que se topa con la zona de dolor.

Tae Hyuk no entiende lo que ella le dice, pero adivina que le pregunta si le duele allí donde toca. Por toda respuesta, se encorva y le aleja las manos. Ella lo mira y vuelve a murmurar algo. Antes de que Tae Hyuk se dé cuenta, la chica ya está a su espalda, toqueteándole el cabello. Es pequeña, apenas le llega a la barbilla, pero el dolor no le permite a él mantenerse erguido, de modo que ella alcanza a ver perfectamente la herida sangrante a un lado de su cabeza.




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