Esto no es un drama coreano

6. El bebé

Cuando Andrea oye el grito, echa a correr de regreso hacia su casa, temiendo lo peor. Apenas da unos pasos dentro de la sala se queda paralizada al descubrir a Tae Hyuk desnudo en mitad del pasillo.

—¿Pero qué pa...?

Recién al escuchar la voz de Karina, la vecina de al lado a la que iba a pedirle prestada ropa de su novio, Andrea reacciona. Tae Hyuk está intentando desesperadamente coger la toalla, pero el terrible dolor en sus costillas apenas le deja inclinarse, así que ella corre a ayudarlo. Alza la toalla, rodea con ella a Tae Hyuk e intenta ajustarla a su cintura, pero él se remueve.

—¡Quédate quieto! —le increpa, pero él parece querer salir corriendo de allí.

Andrea lo retiene pasándole los brazos por la cintura en un intento de enganchar la toalla. Él intenta apartarla, pero el dolor vuelve torpes sus movimientos.

—¡Maldita sea, para ya!

Tae Hyuk le responde, y por su puesto Andrea no entiende nada de lo que dice, pero aprovecha el instante que él se toma para hablar y logra hacer un doblez lo bastante firme como para que no se le vuelva a caer la toalla. Entonces su mirada se topa con una venda y un trozo de gasa tiradas en el piso.

De un empujón se separa de Tae Hyuk.

—¡Si le hiciste algo te arranco los ojos! —grita y corre a su habitación.

Allí encuentra al perrito que ha estado cuidando desde hace unas semanas, su bebé, acurrucado en la camita que le acondicionó, lamiéndose una herida.

—¿Está bien? —pregunta Karen apareciendo de pronto a su lado.

—Sí, creo que solo se le salió la venda. Se lamió pero no se sacó los puntos. Ayúdame, tengo que volver a cubrirlo.

Karen sujeta al perrito, que no tendrá más de unos cuantos meses, mientras Andrea le limpia la herida y lo vuelve a vendar.

—Oye, ¿de dónde sacaste semejante hombre? —pregunta la vecina, sentándose en la cama.

—Me lo encontré vagabundeando en la calle... —responde Andrea, al tiempo que se arrodilla junto al perrito y lo acaricia.

—Espera, espera, ¿me estás diciendo que no lo conoces?

—Estaba cerca de mi trabajo, lo he visto desde hace días…

 —¡¿Y te lo trajiste a tu casa así nada más?!

—Está perdido, andaba viviendo como un indigente…

—¿¿¿Y???

—¡Estaba perdido!

—¡Eso ya lo dijiste!

—No podía dejarlo así… lo viste; le dieron una paliza… además, es coreano. Deberías estar contenta, ¿no querías uno de esos?

—Ay, por Dios, ¡y así  dice que yo estoy loca!... —murmura Karen para si misma—. Oye, por si no te diste cuenta, no es un cachorro abandonado.

—¡Ya lo sé! Pero no puede comunicarse, así que es casi lo mismo. Habla inglés pero ni una pizca de español.

—Entonces debiste llevarlo a una comisaría.

—¡No quiso! Se puso terco con que lo llevara a la embajada pero yo no tengo ni idea de donde queda, además tenia que curarlo: le rompieron la cabeza y parece que también las costillas.

Las últimas palabras de Andrea logran que su vecina se quede mirándola con una expresión mezcla de asombro y exasperación.

—Tú no tienes remedio… —dice al fin meneando la cabeza.

Andrea se limita a hacerle una mueca de niña regañada al tiempo que apretuja su cara contra el perrito.

—¿Y ahora que vas a hacer con él? ¿Lo vas a curar y alimentar hasta que alguien lo adopte?

—Ja Ja Ja —réplica Andrea—. Sólo lo traje por hoy, mañana lo llevo a la bendita embajada y listo.

—Ay, niña… bueno, si es solo por esta noche, pasa —dice Karen más relajada.

Siempre ha tenido que pararle los pies a su amiga para que no llene la casa de animales, pero que ahora el “rescatado” sea un hombre es demasiado, incluso para su instinto de salvadora. Mientras más pronto se deshaga de él, mejor.

—Por cierto, ¿tienes un poco de ropa de Eric que me prestes? —pregunta Andrea interrumpiendo los pensamientos de su amiga.

—¿Te encontraste calato a ese hombre y te lo trajiste de todos modos? Una cosa es un extranjero perdido, pero otra es un extranjero loco perdido, aunque sea coreano...

—¡No! Estaba vestido. Le mostré el baño por si quería orinar y le di una toalla para que se limpie un poco, pero se terminó bañando y botó su ropa a la basura.

—¡Ah!, por eso andaba en toalla… Oye, estará maltratadito, pero es guapo…

Andrea pone los ojos en blanco. Conoce ese tonito insinuante en la voz de su amiga.

—... Y grande…

—Sí, es muy alto.

—No me refería a eso...

Andrea la mira con cara de estupefacción y Karen no puede evitar soltar una carcajada.

—Voy a traerte la ropa —dice todavía riendo, al tiempo que sale de la habitación.

Karen demora solo unos cuantos minutos en volver con una muda que incluye ropa interior y medias.

—Dasela de una vez. —agrega luego—. El pobre debe estar muriéndose de vergüenza.




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