Tae Hyuk se lleva las manos a las sienes al tiempo que aprieta los labios para no soltar un grito. El dolor en el cuerpo y en la herida de la cabeza, es cada vez peor, pero es la vergüenza que pasó lo que le resulta insoportable.
Un perro, un minúsculo cachorro que apenas puede caminar bien le ha dado el peor susto de su vida, lo que le ha hecho gritar como una niña. Y por si fuera poco, un par de desconocidas lo han visto desnudo, y no en toda su gloria como solía ser, sino en el momento en que se encontraba más ridículamente desesperado. Eso sin contar con el estado lamentable en que esas dos semanas de vagabundeo (y una golpiza) dejaron su cuerpo y su ánimo.
—¡Un perro! ¡¡¡Un maldito perro!!! —gruñe en coreano y de inmediato siente un ramalazo de dolor recorriendole el torso.
Después del brinco que pegó, la caída que esto provocó y su salto felino para ponerse de pie justo antes de que apareciera la chica, su cuerpo no puede hacer ningún movimiento sin sentir dolor. Incluso se le está haciendo difícil respirar sin derramar lágrimas.
—¡Maldita seas! Si por lo menos hubieras aparecido un poco después… —se lamenta con un gemido. Pero se da cuenta de la ropa que lleva y se arrepiente de inmediato—. Maldito tú, malagradecido. Si no fuera por ella ahora estarías acurrucado en algún rincón en plena calle…
Ese pensamiento le produce un estremecimiento que trae otra oleada de dolor. Ya lleva más de una hora encerrado en el baño, así que es momento de dar la cara, mostrar agradecimiento y pedir perdón si es necesario. Aunque no cree que le haya hecho daño al perro. El condenado salió disparado cuando él gritó, y aunque pasó entre sus pies y se le desenroscó la venda (que fue lo que provocó su caída), se había metido a un cuarto antes de que Tae Hyuk fuera a dar al piso.
Tiene que irse con cuidado y mostrarse muy apenado por cualquier molestia, por pequeña que sea, que le haya causado al animal; es obvio que la chica lo adora. No le habrá entendido lo que le dijo cuando vio la venda en el suelo, pero está bastante seguro de que fue una amenaza.
—Qué atrevida —murmura al recordar cómo intentaba taparlo.
Por un segundo malentendió su intención cuando casi le saltó encima, pero cuando la vio coger la toalla se dio cuenta de que solo quería ayudarlo. Y, claro, él ya estaba bastante avergonzado al darse cuenta de que había otra mujer observándolo, así que al intentar cubrirse por sí mismo, cosa que iba a ser una tortura lenta porque el dolor lo volvía torpe, la estorbaba a ella. Y, sin embargo, la chica no tuvo reparo en cogerlo y abrazarlo casi, con tal de lograr su cometido.
—¿Serán así todas las sudamericanas? —se pregunta.
La chica esta le resulta bastante particular. No solo no parece tener reparo alguno frente al cuerpo de un hombre, sino que, además, es lo bastante confiada como para toquetearlo sin más. Aunque, sí que tuvo una reacción: se sonrojó luego de limpiarle la herida, como si recién se diera cuenta de que él apenas llevaba encima una toalla. Al parecer, su forma de comportarse tan libre de morbo, vergüenza o el más mínimo reparo, es más bien circunstancial.
Claro, con todos los golpes y las heridas que tiene no debe verse nada atractivo. Y si a eso le suma que ella todavía le tiene desconfianza, es obvio que no hay cabida para ningún tipo de tensión romántica o sexual entre ellos. No es que él quiera que la haya, en absoluto. Sí que había planeado tener una aventura (o varias) en su viaje; se moría por comprobar si las latinas eran tan fogosas como había oído, pero ahora, dadas las circunstancias, eso es lo último en lo que piensa.
—¿Vas a quedarte a vivir ahí? —le dice la voz del traductor.
Tae Hyuk se endereza y, tras unos minutos, sale del baño.
La chica murmura algo en un tono de fastidio, pero, al encontrarse con la mirada de él, sus mejillas se sonrojan así que se da la vuelta y vuelve a la sala. Tae Hyuk sonríe; o él no está tan mal o a ella no le resulta del todo indiferente.
Al llegar a la sala se sorprende al ver un colchón tendido en el suelo.
—Voy a dejar que te quedes aquí por hoy —le dice ella a través del traductor—, pero solo por hoy. Mañana te llevaré a la embajada. Allí se encargarán de ti.
A Tae Hyuk no le ha gustado como sonó esto último. Él no es un bulto o una mascota de la que haya que “encargarse”, pero sabe que ella lo está ayudando de un modo en que muy pocas personas lo habrían hecho, así que se vuelve hacia la chica y le da las gracias en un coreano formal acompañado de una reverencia que le hace morderse la lengua para no gemir de dolor.
La chica lo mira sorprendida, pero termina por corresponderle con un gesto similar que lo hace sonreír. En este instante, incluso con todo el dolor, la sensación de bienestar es tan abrumadora que, de pronto, Tae Hyuk repite en su mente esa palabra que relegó hace mucho al rincón de sus anhelos nunca satisfechos, y que la chica pronunció hace unas horas desconcertadolo hasta las lágrimas: Hogar.