Esto no es un drama coreano

12. El secreto

Andrea está segura de que algo malo sucede con Kim. Resulta evidente por su expresión cuando atendió la llamada de su madre y el silencio sepulcral en que se sumió desde entonces, a pesar de las muchas preguntas que le hizo.

Una sensación de inquietud se va apoderando de ella a medida que pasan los días. Ya no cree que Kim puede ser peligroso, pero aún no se confía del todo, y con el ensimismamiento en que anda sumido, sus alarmas están pitando. Solo espera que este nuevo problema no la afecte también; con conocerlo ya ha tenido bastante.

Inevitablemente, al pensar en Kim, el recuerdo de Alejandro la invade. Durante mucho tiempo fantaseó con ese encuentro, solo que nunca incluyó a su esposa...

Dos años era suficiente tiempo para superar una relación fallida, pero los sentimientos pueden tardar mucho más en extirparse del todo. Y, en su caso, la cosa se complicaba más por dos simples razones: Alejandro es el mejor hombre que conoce después de su padre y, cuando terminaron, ella lo quería incluso más que al iniciar su relación.

Andrea nunca creyó en príncipes azules así que se quedó aturdida cuando descubrió que Alejandro era mejor que eso. Nada de caballerosidad estereotipada y paternalista, si no, simplemente, honestidad, generosidad, bondad. Y no es que fuera perfecto, en absoluto. Era impulsivo hasta la imprudencia, tan disperso que le costaba concentrarse, desordenado e indisciplinado, voluble, un poco vanidoso, ligeramente egocéntrico, siempre impuntual, incapaz de gestionar ni sus emociones ni su dinero... Pero también era capaz de desprenderse de todo por ayudar a quienes amaba: dinero, tiempo, esfuerzo, incluso su orgullo. Poseía una sensibilidad peculiar en un hombre lo que le hacía incapaz de no contagiarse del dolor ajeno. Lloraba, reía y cantaba sin timidez. Sin importar que fueras hombre, mujer, animal o planta, te decía que te quería, te daba besos y abrazos, te dedicaba tiempo... aunque para ello dejara de comer o dormir.

Andrea se enamoró pronto de él, pero su relación fue de amistad primero para volverse romántica tras conocerse mejor. Y, aunque duró apenas un año y medio, dejó una huella que de seguro permanecería hasta el final de sus días.

—Oye —llamó la mujer a su lado dándole un codazo.

Recién entonces Andrea se dio cuento de que, en su sección la faja deslizadora, se iban acumulando las cajas a las debía pegarles etiquetas.

—Maldición —gruñó.

Apresurada se puso a recuperar su ritmo antes de que la supervisora le llamara la atención.

—Te debo una —le dijo a la mujer cuando terminó de arreglar todo.

—¿En qué pensabas? ¿Un hombre?

—Dos —respondió sin pensar.

—¡Qué brava! —exclamó la mujer soltando una carcajada que hizo reír a Andrea.

Definitivamente era hora de sacar a Alejandro de su cabeza y de dejar las cosas en claro con Kim. Las últimas semanas esos dos no le dejaban pensar bien.

 

******

 

Andrea llega a casa aliviada. Mañana es domingo, su día de descanso, y el lunes ya le toca cambiar de turno; durante la siguiente quincena, por fin, tendrá toda la tarde libre.

Al entrar se sorprende al encontrar a Kim andando de un lado para otro por toda la sala mientras discute con alguien por teléfono. Se encuentra tan absorto en ello que ni siquiera le presta atención a su llegada. Andrea adivina qué su "conversación" tiene para rato, así que pasa por su lado haciéndole un leve gesto de saludo con la mano.

Esto el sí lo nota, pero le da espalda y continúa despotricando al teléfono.

—Idiota —murmura Andrea, rumbo a su habitación.

Poco después se queda dormida arrullada por aquel incesante parloteo en coreano.

Cuando despierta, se toma un tiempo para remolonear en la cama antes de levantarse para darle de comer a Scott. Sin embargo, ni Scott ni Kim están en la casa.

De repente, a Andrea le da un ataque de pánico y sale corriendo en busca de Karen.

—¿Viste a Scott? —le pregunta a penas ella abre su puerta.

—No. No me digas que se perdió...

—¡Sí! Me levanté y ya no estaba... Kim tampoco está... ¡¿Y si le hizo algo?!

Karen soltó un suspiro de alivio.

—¿Qué le va a hacer el pobre? ¿Secuestrarlo y llevárselo a Corea? Me asustaste, pensé que te había escapado...

—¡Te estoy diciendo que no está! ¡Me desperté no lo encontré por ningún lado!

—Tranquila, debe de haberlo sacado a pasear. Lo ha estado haciendo desde la semana pasada porque el Scott está muy inquieto.

Andrea la mira con suspicacia. Sacar al perro no estaba entre las funciones que Kim aceptó asumir a cambio de su hospedaje.

—¿Por qué lo haría? A él no le gustan los animales —replica.

—Bueno, el peque se pone como loco desde las cinco de la mañana y...

—Eso no es cierto, cuando me levanto él está muy tranquilo echado en su cama.

—Porque ya se había dado veinte vueltas por toda la manzana. Llegabas tan cansada que dormías como una muerta y no sentías ni los ladridos de Scott.




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