Arroz, vegetales, carne, pescado, pollo, condimentos… creo que debo volver a esta tienda asiática. Aquí no hay todo lo que necesito…
Tae Hyuk todavía da una vuelta más dentro de la tienda para ver si hay alguna otra cosa que pueda serle útil. Todas las semanas hace la compra allí y una que otra vez hace un recorrido de más de una hora rumbo a una tienda de comestibles asiáticos, así logra darle a sus comidas esa curiosa sazón coreana—sudamericana.
Al principio le costó trabajo acostumbrarse al tipo de alimentación de la zona tan distinta, incluso en la presentación, a la de su país. Pero siempre fue aficionado a la comida extranjera, así que, con la inestimable guía de la ajumma, logró varias innovaciones culinarias y le cogió el truco a la cocina local. Sin embargo, ahora su nuevo reto es más difícil: ¿cómo se alimenta adecuadamente a alguien que ha perdido el apetito?
Andrea lleva más de un mes sin comer bien. A fuerza de insistir, las últimas semanas Tae Hyuk logró que ella acepte porciones pequeñas en cada comida —mismas que ha ido aumentando poco a poco— pero resulta evidente que ella no las disfruta sino que las engulle por necesidad.
Tae Hyuk se frena, cierra los ojos y emite un suspiro. La crisis depresiva de Andrea le está mermando las energías a él también. Tiene que esforzarse más para sacarla de ese trance.
Desde lo sucedido con el perro, ella ya no solo no come bien, sino que tampoco duerme como debería y se ha vuelto callada y sombría, de modo que ahora es tan fácil sentirse incómodo a su lado como hasta hace unas semanas lo era sentirse muy a gusto. En todo el tiempo que llevan viviendo juntos, Tae Hyuk la ha conocido lo suficiente como para entender que el sacrificio de ese animal haya representado un duro golpe para ella, especialmente por lo que tuvo que pasar para salvarlo, sin embargo, la especie de “duelo” que parece estar viviendo está durando demasiado. Y, lo peor, está poniendo en riesgo su salud.
Por lo menos ese tipo no resultó tan lastimado piensa Tae Hyuk con cierto fastidio. Todavía recuerda el semblante de ella cuando el veterinario le llamó para decirle que el tal Alejandro estaba herido. Si la cosa hubiera resultado más grave que unos cuantos puntos en el antebrazo, Andrea se habría hundido en la culpa y de allí habría sido imposible sacarla.
Kim toma una lata de conservas de pescado, cuando su teléfono suena. Es una videollamada de Jung.
—Estoy en el juzgado, me encontré con el ministro y aceptó hablar contigo unos minutos. Esta será tu única oportunidad de confrontarlo así que aprovéchala.
—¿Qué? ¿Ahora? Espera, Jung…
Antes de que Tae Hyuk logré encontrar un lugar adecuado, el hasta hace poco respetado ministro de educación de Corea aparece frente a él en la pantalla de su teléfono. Tae Hyuk deja de corretear y adopta su pose de abogado altivo.
—Buen día, señor mini… señor Lee —saluda Tae Hyuk con un dejo deliberadamente simplón.
Ya no hace falta la deferencia debía a un funcionario público respetable. El hombre frente a él acusa el golpe y un ligero brillo de indignación titila en su mirada, mucho más rasgada que la de Tae Hyuk.
—Abogado Kim —responde al fin recomponiendo el gesto digno—. El abogado Choi insistió en que debía hablar con usted… ¿es eso una repisa de productos de… aseo?
Recién entonces Tae Hyuk nota a qué sección fue a parar: frente a él ve una pared de artículos de cuidado femenino, y, al darle una mirada rápida a su espalda, está a punto de pegar un grito cuando descubre una amplia variedad de toallas higiénicas.
El señor Lee lo observa perplejo de modo que, con la toda la dignidad posible, Tae Hyuk se da una vuelta de ciento ochenta grados, cambiando el fondo de paños femeninos por el de los otros productos.
—Llevo varios meses intentando comunicarme con usted y con su secretario —afirma Tae Hyuk tras un ligero carraspeo.
—Nuestros asuntos quedaron zanjados, abogado Kim.
—Estaría de acuerdo de no haberme visto involucrado en el proceso contra usted. Sabe perfectamente que “nuestros asuntos” no tuvieron nada que ver con ello, y, sin embargo, fui acusado de participar activamente…
—Las investigaciones arrojaron resultados inesperados. Yo he sido vilmente calumniado y tengo que pagar el precio por ello, pero no sé nada sobre las acusaciones en su contra, abogado…
—Señor, estoy enterado de que sus últimos testimonios, si bien no me involucraron directamente, si levantaron sospechas y fortalecieron la acusación en mi contra. Lo que debió hacer es desvincularme del todo.
—No puedo hacer algo así cuando sus movimientos financieros lo delatan, abogado.
Tae Hyuk aprieta los puños para no lanzarle un grito.
—Mi único vínculo con toda esa mafia sería usted…
—Eso no puedo asegurarlo.
—¡Señor Lee! —Tae Hyuk nota que algunas personas se han vuelto a mirarlo tras su exclamación, así que relaja sus facciones y respira hondo antes de volver a hablar— Tiene que haber alguna razón por la que me esté incriminando así y me la dirá ahora.
—Sus propios actos lo incriminaron, abogado. Esas vacaciones tan largas y en este preciso momento de crisis causan sospechas en la ciudadanía…
Tae Hyuk conoce la mirada maliciosa que le dirige el hombre. Es la misma que se le dibujaba en todas las ocasiones en las que Tae Hyuk lo ayudó a salir bien librado. ¿Cómo es que no le causó tanta repulsión entonces?
—Señor Lee, se encuentra usted en una situación terrible. Ha perdido todo su prestigio, es posible que nunca más pueda ejercer ningún cargo público, su fortuna se verá mermada cuando acabe el proceso, y, en el peor de los casos, cumplirá una larga condena en la cárcel. Sin embargo, sé que es un hombre de recursos por lo tanto lo más probable es que logre librarse de todo sin resultar demasiado perjudicado... —la risilla soberbia del hombre ante estas palabras dispara la ira de Tae Hyuk, pero se contiene y continúa—… salvo que tenga la mala fortuna de que se descubran ciertos incidentes personales vergonzosos…