Tae Hyuk cuelga el teléfono al ver otra llamada de Jung. Hace semanas, cuando en Corea la fiscalía presentó una acusación formal contra Tae Hyuk por su relación con el caso Shin—Jeong, Jung lo llamó para decirle que, bajo ninguna circunstancia, podía volver. El asunto con el ministro quedó en segundo plano y ahora en lugar de recomendarle regresar al país, le advertía de todos los peligros de que lo hiciera. Corea no era un lugar seguro para él hasta que no se cerrara el caso Shin—Jeong, incluso era posible que dentro de poco se procesara una orden de arresto internacional en su contra, por lo que Jung tenía claro que lo mejor para Tae Hyuk era mantenerse en la clandestinidad. Y que mejor lugar para ello que una pequeña ciudad al otro lado del mundo.
—Planea tu estadía para un año más, como mínimo —sugirió Jung—. Haré lo posible para acelerar la investigación financiera y que se liberen tus cuentas, pero, por mientras, te mandaré una remesa de dinero para unos meses.
—No puedo quedarme más aquí. Mi contrato de alquiler se termina dentro de poco.
—¡Pues renuévalo! Estoy seguro de que Andy no tendrá problemas en seguirte alojando.
—Me iré en dos meses. Di mi palabra…
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué le hiciste?... No me vas a contar ¿verdad? Bien. Encuentra otro hospedaje, entonces. O mejor alquila una casa o un departamento, pero quédate allí. Pensaba que sería más ventajoso que te instalaras cerca, pero Asia es muy peligrosa ahora mismo. Desde que se reabrió el caso han muerto cinco personas implicadas: uno de ellos es el abogado que manejaba la nacionalización de los Shin y esposa.
—El que ordenó colocar los documentos a Won Su...
—Sí. Y si no quieres ser el próximo, mantente lejos. No puedes borrar los errores del pasado, Tae Hyuk, solo te queda arrepentirte y construir una vida mejor.
El teléfono vuelve a sonar, pero esta vez es un mensaje. Jung también le ha enviado docenas de mensajes, pero Tae Hyuk no los responde. La última vez que lo hizo, dejando entrever que estaba considerando volver y afrontar los cargos, Jung se puso histérico, lo llamó y acabó amenazándolo con dejar de representarlo si se le ocurría hacer esa estupidez. Después de eso Tae Hyuk no ha vuelto a contestarle.
Últimamente también su madre, influenciada por Jung seguramente, le ha estado escribiendo y llamando a menudo para asegurarse de que se mantiene lejos y a salvo, por lo que Tae Hyuk mira el mensaje por si es de ella. No lo es, lo ha mandado Erick en un inglés imperfecto.
“Hoy es cumpleaños de Andrea, no lo sabías ¿verdad? Me debes una botella de ese vino tuyo”.
Sorprendido, Tae Hyuk se da cuenta de que mañana se cumplirá un año de que vive con ella, lo que significa que lo rescató el día siguiente a su cumpleaños. De prisa escribe una respuesta.
“Ven a recogerlo en la noche. Le haré una cena. Diles a Sofía y a Karen también”.
Tae Hyuk se levanta de la cama y se va directo al cuarto de Andrea, sin embargo, se detiene justo antes de tocar la puerta.
No puedo ir con las manos vacías, tengo que darle un obsequio...
Mientras está pensando qué y dónde comprar, escucha ruidos de pasos dentro y sale disparado a su habitación. Sin embargo, en el camino se le atraviesan los tres demonios peludos y a la más grande y traviesa le parece de lo más divertido lanzarse a su tobillo. Las garras y dientes de la criatura se le incrustan con tal fuerza que Tae Hyuk pega un grito, se tropieza y se da cara contra el piso en su intento por no pisar a los otros bichos.
—¡Kim!
Muerto de vergüenza, Tae Hyuk intenta ponerse de pie, pero siente pequeños zarpazos en su cabeza.
—¡Quítamelo! ¡Quítamelo! —pide poniéndose tan tieso como si lo que estuviera jugando con su cabello fuera una cobra en lugar de un gatito.
Andrea le saca el bicho de encima y le ayuda a ponerse de pie.
—Are you ok? —pregunta.
—Of course! —responde él con la voz chillona, por lo que carraspea y repite—: I’m fine. Thank you.
Y regresa a su habitación con toda la dignidad posible. Una vez cierra la puerta, se da golpecitos contra ella con la cabeza.
¿Es esto real? ¡Ni siquiera de adolescente fuiste tan torpe! ¡¿Qué demonios te pasa, Kim Tae Hyuk?!
—Kim…
—I’m fine!
—Ok…
En un intento por sacudirse la vergüenza, Tae Hyuk decide salir de una vez a comprar el obsequio de Andrea.
—¿A dónde vas? ¿No vas a desayunar? Preparé panqueques… —le dice ella, con el traductor, en cuanto lo ve dirigirse a la puerta.
Tae Hyuk quiere decirle que no tiene hambre, pero apenas le basta una mirada para notar que ella se siente decepcionada. Hace tiempo que no cocina y no parece caerle bien que rechace su comida, además debe creer que él no sabe de su cumpleaños. Reprimiendo sus ganas de apretujarla en un abrazo, Tae Hyuk simplemente le responde con un “ok” y se dirige a la cocina. Por supuesto, los panqueques no están tan buenos —a él le salen mucho mejor—, pero cuando terminan de comer, Tae Hyuk sale prometiéndose que le preparará una cena grandiosa.
Un par de horas más tarde, ya tiene planeado el menú y su par de obsequios. Otra hora después tiene todas sus compras hechas y está listo para volver a casa, sin embargo, le llegan dos mensajes casi en simultáneo.
El primero es de Karen.
“¿Cuánto más te aferrarás a ella, Kim? Hoy es su día especial, sé que la quieres, déjala ir”.
El otro es de ajumma.
“Espero que cumplas tu palabra. Solo falta una semana”.
La desazón que se apodera de él luego de traducir y leer ambos mensajes amenaza con destrozarle el ánimo, entonces llega un tercero. Esta vez de su madre.
“Mi hijo querido, hoy me reuní con mi grupo de lectura y discutimos sobre el libro Crimen y Castigo. Es de un autor ruso que nunca recuerdo cuál es, pero lo que sí se me ha quedado gravado desde que acabé de leerlo es una sensación de culpa. Desde entonces pienso “Fue por mí que mi amado hijo tomó todas las decisiones que lo llevaron a donde está ahora”. Mi Tae Hyuk, si tu madre tiene esos remordimientos, ¿cómo te sentirás tú? Perdóname, hijo.”