Esto no es un drama coreano

34. La verdad condena

—¿Estás loco? ¡Te lo advertí, maldita sea! ¿En qué demonios estabas pensando?

Los gritos de Jung resuenan en la carceleta y atraen a los guardias, pero su ira es tal que no hace el menor esfuerzo por contenerse. Tae Hyuk piensa que, de no ser por los oficiales, su abogado no dudaría en golpearlo.

—¿Qué se supone que vamos a hacer ahora? —dice Jung, tras respirar profundo con la intención de calmarse.

—Nada, solo dejaremos que el proceso siga su curso —contesta Tae Hyuk con la voz neutral.

Jung resopla. Un contacto de la policía lo ha sacado de su cama a las dos de la madrugada para avisarle que acababan de apresar a su defendido en el aeropuerto.

—No te entiendo. Sabes que te juegas la cabeza, pero pareces de lo más tranquilo…

—Iba a pasar tarde o temprano.

—No. Si te hubieras quedado allí como te dije, nada de esto estaría pasando. Mañana a primera hora la fiscalía exigirá tu encarcelamiento y te aseguro que el juez lo concederá antes siquiera de que yo pueda pedir una orden de comparecencia. Vas a estar preso durante todo el tiempo que dure el proceso, Tae Hyuk, y sabías que iba a ser así, ¿por qué demonios volviste?

¿Lo creería muy estúpido si le dijera que quiere acabar con sus remordimientos de una vez?

—No quiero seguir huyendo —dice y ve en semblante de su abogado que, aunque su rabia no cesa, entiende a lo que se refiere.

Después de todo, alguna vez le dio a entender que también él había hecho cosas por las que se sentía culpable. Jung vuelve a suspirar hondo.

—Tendremos que idear una buena estrategia.

—¿Seguirás representándome? —pregunta Tae Hyuk recordando su amenaza de renunciar.

—Sí, pero te voy a cobra muy caro. Si te libras de esta, mis honorarios van a ser mayores al precio de una casa en Gagnam. Loco bastardo…

Tae Hyuk ríe con ganas. A pesar de todo, es un alivio estar de vuelta.

 

*****

 

Apenas dos días después de su llegada, y sin haber podido ver a su madre, Tae Hyuk se encuentra en el juzgado listo para declarar. Curiosamente, a pesar de haber temido durante años que llegara ese momento, se siente tranquilo. No lo intimida ni la gran concurrencia de gente ni que toda la prensa del país espere fuera del juzgado como depredadores deseando lanzarse al cuello de su presa.

—Señor Kim Tae Hyuk, espero que sea usted consciente de que el juramento que acaba de hacer lo obliga a responder con absoluta veracidad todos las preguntas que se le hagan —declara el juez con voz potente.

—Sí, señoría —responde Tae Hyuk, sintiendo un leve alivio al reconocer en ese hombre a uno de los magistrados con mejor reputación.

En sus manos el proceso será justo.

—Puede empezar, fiscal.

Un hombrecillo delgado, pero de porte decidido se acerca a Tae Hyuk y empieza el interrogatorio. Durante un momento sus preguntas solo buscan establecer la relación de Tae Hyuk con el despacho de abogados implicado y con Won Su. Luego la cosa cambia.

—El señor Park Won Su sostiene que la madrugada del 22 setiembre de 2010, acudió a la casa de Shin Seung Ho por encargo de su superior para hacerle entrega de un sobre con documentación importantísima para acelerar su proceso de nacionalización. Sin embargo, al llegar, no solo no lo recibió la asistenta del hogar, como le habían indicado, sino que recibió una llamada de su superior en la que este le ordenó ingresar a la casa por la fuerza y dejar el sobre oculto en ella. Según el señor Park Won Su, ante la ilegalidad de este mandato, decidió revisar el sobre y descubrió que portaba documentos de alta confidencialidad, por lo que entró en pánico. Fue entonces que llamó al señor Kim para pedir ayuda. ¿Qué fue exactamente lo que le dijo Par Won Su?

Tae Hyuk recuerda.

—Él dijo: “Hyung, son documentos del servicio de inteligencia”. No entendí de qué me hablaba así que le pedí que se calmara y me explicara todo.

—¿Y qué le respondió?

Tae Hyuk mira a Jung sentado en el área de la defensa. Recuerda perfectamente cada palabra de las respuestas que ensayaron previendo las preguntas de la fiscalía, sin embargo, desde el principio sabía que sus declaraciones serían otras.

—Le dije que se olvidara de lo que vio y que hiciera lo que le habían ordenado.

De reojo Tae Hyuk capta el sobresalto de Jung, pero no se vuelve a mirarlo.

—El insistía en que aquello era ilegal, empezó a ponerse histérico así que le dije que o dejaba ese sobre tal como le dijeron o se largaba del estudio porque los superiores no iban a necesitarlo.

El fiscal, evidentemente sorprendido por esa declaración, muy favorable para Won Su y terrible para el propio Tae Hyuk, emite una sonrisa complacida.

—¿Y por qué fue el señor Kim a encontrarse con el señor Park?

—El me pidió ayuda. Empezó a llorar y a suplicarme que lo salvara. Sabía que si lo echaban no solo no le darían recomendaciones, sino que lo calificarían negativamente y eso no le permitiría entrar en otro buen despacho.

—Entonces ¿está queriendo decir que fue a acudió en ayuda de un amigo?

—Supongo que sí.

—Bien. Esto es interesante señor Kim, teniendo en cuenta su accionar poco después, pero no nos adelantemos. Usted llegó a la casa de Shin Seung Ho, se encontró con el señor Park ¿y qué sucedió después?

—Entramos en la casa por una ventana de la sala, que estaba sin seguro, y dejamos el sobre.

El fiscal se acerca a Tae Hyuk de un modo que le recuerda a esas aves que se lanzan al mar para cazar peces.

—¿Entraron ambos?

—No —la respuesta de Tae Hyuk provoca que Jung de un golpe en la mesa que el juez recrimina, sin embargo, continúa—: entré solo, él se quedó afuera para vigilar que nadie nos viera.

—Entonces fue usted quien dejó el sobre.

—Sí.

El fiscal se yergue con un asentimiento conforme.

—A pesar de saber la clase de documentos que contenía, y lo que ello podría acarrear, usted ocultó el sobre en la casa de Shin Seung Ho, ¿por qué lo hizo?




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