Esto no es un drama coreano

36. Llegó su hora de pagar

La segunda audiencia se realiza con mayor expectación aún que la primera. La prensa abarrota la entrada del juzgado en espera de cuanta figura involucrada en el caso Shin-Jeong aparezca, por lo que los guardias que custodian a Tae Hyuk se ven obligados a arrastrarlo para sortear a la gente.

En la sala se encuentra con Jung, quien fue a visitarlo hace pocos días para decirle que, ya que Tae Hyuk parecía tan deseoso de contar la verdad, aunque esta le perjudicara, su nueva estrategia sería acogerse a la confesión sincera. Ambos intercambian un gesto de resignación antes de ocupar sus lugares en el área de acusados.

—¿Por qué no me dijiste que Won Su te visitó? —pregunta Jung, en un ligero tono de reclamo.

—¿Cómo lo supiste?

—Mientras estés en esa cárcel no me puedes ocultar nada: uno de los guardias me debe muchos favores.

—Realmente tienes recursos... —murmura Tae Hyuk, impresionado.

—No eres el único en el top de abogados codiciados —responde Jung en son de broma—. ¿Te contó Won Su quienes los verdaderos artífices de todo esto?

—No, ¿lo sabes tú?

Jung exhala hondo antes de volverse a mirar al lado derecho de la sala.

—¿Ves a esa mujer de traje beige y cabello recogido?

Tae Hyuk sigue la mirada de su abogado y repara en la persona de la que habla.

—Sí, ¿quién es?

—La hija de Shin Seung Ho.

El recuerdo de una muchacha de largas trenzas y pijama celeste impacta en Tae Hyuk como un golpe violento.

—Luego de la muerte de sus padres, estuvo una temporada en Francia, pero terminó asentándose con una tía materna en Londres. Ahora está casada con un ex director de MI6.

—El servicio secreto inglés...

—Imagina la clase de contactos que tiene.

Jung vuelve a acomodarse en su asiento y se inclina ligeramente hacia Tae Hyuk, como si quisiera hacerle una confidencia.

—Hay rumores de que este caso está relacionado, de alguna manera, con una organización clandestina que comercia con material nuclear y que está en la mira de los británicos desde hace mucho...

Tae Hyuk se desconecta. Lo único que escucha son retazos de conversaciones pasadas.

Hay personas muy interesadas en acabar con el abogado Kim, personas poderosas...

Pronto lo sabrás, hyung...

Fue ella. La niña a la que llevó la trágica noticias sobre sus padres, la que quiso lanzarse por una ventana en su desesperación, la que tuvo que alejarse de su casa y de su país para construir una nueva vida, para mantenerse con vida...

De repente, la mujer se vuelve y su mirada impacta en Tae Hyuk. Por la firmeza con la que ella lo observa él se da cuenta de que lo reconoce. Sin embargo, dura apenas un par de segundos pues ella se pone de pie y Jung le dirige una seña para que él haga lo mismo. El juez acaba de llegar.

Durante esta diligencia, Tae Hyuk repite sus declaraciones solo que con más precisión. El fiscal, tomándolo casi como un aliado, se dirige a él con la confianza de saberlo perdido y aferrado a un último recurso: colaborar con las investigaciones, de modo que su intervención en la diligencia termina pronto.

Al salir, escoltado por los guardias que lo trajeron y acompañado por Jung, ve a pocos metros a un grupo de personas entre las que se encuentra a la hija de Shin Seung Ho.

—¿Crees que debería volver y aceptar el castigo? ¿O tal vez sería mejor dejar todo eso atrás y empezar una nueva vida?

—Tienes que hacer lo correcto.

—¿Y qué es lo correcto? ¿Quién determina lo que es correcto?

—Tu consciencia, tu sentido de la ética o la moral, no lo sé, pero si estoy segura de que lo que es justo es correcto. Lastimar a los demás, a un inocente, y seguir tu vida como sin nada no lo es.

Won Su, sus abuelos, Shin Seung Ho, su esposa, su hija... ¿A cuántas más personas inocentes lastimó? ¿Cuánto más huirá de esa culpa? Tae Hyuk se ve caminando hacia el grupo mientras piensa en esto.

Un guardia lo retiene a la fuerza, él se zafa. Jung lo llama alterado, pero no le presta atención. Ya casi llega, solo un paso... Sin embargo, un fuerte tirón a su uniforme de presidiario lo frena. Un brazo fuerte lo aprisiona del cuello, dejándolo sin aire un instante, y un golpe en las piernas le dobla las rodillas. Uno de los guardias le apunta con su arma mientras que el otro le jala con brusquedad de un brazo para ponerlo de pie. Más allá, Jung se restriega el cabello con frustración e irá contenida.

—¡Levántate! —grita el guardia que lo apunta, pero Tae Hyuk insiste en mantener su posición arrodillada y en liberar su brazo.

—¡Tae Hyuk! —le recrimina Jung, pero él persiste. Está seguro de que no tendrá otra oportunidad.

La hija de Shin Seung Ho, y su comitiva, se encuentra justo delante de él siguiendo la escena con detalle.

Antes de que pueda hablarle, ella se adelanta.

—Señores guardias, permítanme un momento con el prisionero, por favor.

Los hombres que rodean a la joven le dirigen murmullos cuestionadores al escucharla, sin embargo, ella se acerca un paso hacia Tae Hyuk e insiste.

—Estoy segura de que no pretende hacernos daño. ¿No es así, señor Kim?

La presencia de la mujer, que es mucho menor que Tae Hyuk, resulta lo bastante imponente como para que los guardias cedan a su pedido. Tal vez también tenga que ver con sus altas relaciones: algunos de los hombres que están con ella son empresarios y políticos poderosos.

—Debemos retornarlo de inmediato, señora —declara uno de los guardias, con menos rigor del debido—. Le rogamos que sea breve.

—Por supuesto —concede ella con una sonrisa afable, luego se vuelve hacia Tae Hyuk—. ¿Me recuerda usted, señor Kim? Ya nos hemos visto antes.

Una muchacha. Gritos. Forcejos. El lamento desgarrador de una familia devastada... Lo sabía. Ella lo reconoce.




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