Por lo menos una vez al mes, Andrea visita a los trillizos y a la gata y, de paso se reúne con Karen y Sofía. Como siempre, las tres están sentadas en la sala con Tigresa dormida en el regazo de Sofía y sus hijos, ahora unos preciosos gatos adultos, repartidos en los sillones junto a Karen, Andrea y Scott, que insiste en acudir a las reuniones.
—¿Qué van a hacer en sus vacaciones? —pregunta Karen, acariciando distraídamente a Mijail, que está dormido cerca a su lado.
—Oye, tu todavía no terminas tus exámenes y ya estás pensando en vacaciones —regaña Sofía—. Eso te pasa por no estudiar como se debe. Ahora te estás perdiendo el verano recuperando cursos.
—Justo por eso, me quedan como dos semanas de tortura, tengo que visualizar el paraíso que me espera después para poder aguantar.
—¡Qué dramática! ¿Así es siempre?
—Peor —responde Andrea al verse aludida—. Normalmente dice que esta vez sí lo va a dejar todo, que está harta, que mejor estaba en el casino, bla, bla, bla.
—Traidora —responde Karen con un exagerado tono dramático—. ¿Y si nos vamos de viaje? Ustedes van a salir de vacaciones casi al mismo tiempo y para eso yo voy a estar libre.
—Yo me apunto —afirma Sofía—, pero serían unos tres días, cinco a lo mucho. Encontré un hospedaje para mascotas muy bueno, pero no quiero dejar a mis chicos por mucho tiempo.
—¿Hospedaje para gatos? —pregunta Karen, sorprendida.
—Para perros también —responde su prima—. Ya los dejé una vez, cuando me tocó ir a un seminario, y estuvieron muy bien.
—¿Y cuánto te cuesta eso?
—No tan barato, la verdad, por eso también serían cinco días como máximo.
—Wow, ustedes dos están locas.
—Si los cuidan bien, vale la pena, ¿o tú dónde piensas a dejar a Scott? —replica Andrea.
—No lo voy a dejar en ningún lado, mi bebé va conmigo, obviamente. Si nos fuimos a mochilear sin problemas, fue Sofía la que nos causó cada lío…
—¡Oye! Si me hubieras dicho que me la iba a pasar en carpas y bolsas de dormir no hubiera ido ni a la esquina contigo.
—Si no dejaban entrar a mi bebé en los hoteles, ¿qué querías?
—Justo para eso son los hospedajes.
—No, no, no, mi chico va conmigo y punto, ¿no es cierto, bebé?
Scott asiente con un aullidito engreído y lamidas entusiastas a su dueña.
—Ah, no, si me vas a llevar a sufrir como la otra vez yo no voy —afirma Sofía de inmediato.
—¿Quién es la dramática ahora? —contesta Karen—. Todo está fríamente calculado. Ya he averiguado de algunos lugares con hospedajes que aceptan mascotas. Podrías llevarte hasta a tu manada si quieres.
—No, mis chicos estarán mejor en el hospedaje.
—Bueno, como quieras. Mira, podemos ir a todos estos sitios…
Karen saca su teléfono y va mostrándoles las opciones que tienen para su viaje. Andrea escucha atenta y participa con entusiasmo, pero solo hasta que las otras dos acuerdan una fecha que se cruza con otros planes que ella ha hecho.
—¿Y si nos vamos una semana antes? —pregunta.
—En esos días yo todavía estaré trabajando —contesta Sofía.
—¿Y unos días después?
—A ti te tocaría volver a trabajar —responde Karen dirigiéndole una mirada suspicaz—. ¿Tienes otros planes?
Andrea no responde, de modo que Karen insiste hasta que se le escapa que va a viajar a otro sitio.
—¿A dónde? —pregunta Sofía sin el ánimo interrogador de su prima, de modo que le da un poco de remordimiento mentirle.
—Algo del trabajo. Un seminario.
—¿De qué? —insiste Karen sin creerle.
—Geriatría.
—¿Dónde?
—¿Por qué quieres saber?
—Porque estás mintiendo. Y si mientes es porque no quieres contarnos…
—Bueno, si no quiere decirlo no pasa nada, es cosa suya…
—Tú no la conoces como yo, Sofía. Si fuera algo sin importancia no estaría mintiendo, es algo por lo que le vamos a reclamar… ¿no tendrá que ver con Alejandro?... No te vas a fugar con él, ¿verdad?
—¡No! Por Dios, ya no me interesa Alejandro, además no sé nada de él desde hace tiempo. Y aunque así fuera está casado, Karen, ¿cuántas veces te lo he dicho?
—Entonces, ¿a dónde te vas? ¿Con quién? No puede ser Kim porque él ya no está aquí…
Al escuchar ese nombre, Andrea se delata. No hace ni dice nada, pero siente como sus facciones se tensan y el corazón se le acelera, cosa que Karen, su amiga de toda la vida, percibe como un habilidoso sabueso percibiría la pista de su presa.
—No… no lo creo, no serías tan idiota…
Esa palabra retumba en sus oídos y le llena el pecho de rabia.
—Me voy a Corea —declara, mirando a Sofía y dotando a su voz de un tono orgulloso.
—¿Estás loca? —suelta Karen y provoca que Andrea apriete los puños en su regazo.
Ahora no solo es idiota sino también loca.
—¿A Corea del Sur? —pregunta Sofía todavía sorprendida.
—Sí.
—¿Vas a visitar a Kim? —vuelve a preguntar Sofía.
Y lo hace sin ninguna malicia por lo que Andrea tiene intención de contarle que este viaje tiene que ver con ella, con sus ganas de tomar decisiones grandes sin titubear todo el tiempo, con el arrojo que quiere tener para lanzarse a hacer cosas sin miedo, con su deseo que conocer ese país del que percibió un poco a través de Kim… sin embargo, le basta a una mirada al gesto retador, burlesco, casi despectivo de Karen para cambiar de idea.
—Sí, voy a visitarlo —responde y su amiga estalla.
—¡Qué te pasa! El tipo se largó y no te mandó ni un mail en más de un año, ¡pero tú vas de arrastrada a buscarlo!
—¡Karen!
—No, Sofía, hasta tú viste cómo se puso por Alejandro, ¿cómo crees que se pondrá cuando Kim la desprecie?
—¿Por qué me despreciaría? —pregunta Andrea intentando contener su rabia.
—Porque no te quiere. Incluso si solo hubiera estado agradecido, te habría llamado alguna vez o por lo menos te habría contado que llegó entero a su país. Pero no, él simplemente desapareció y hasta ahora te tiene comiéndote las uñas por saber cómo está. Y a pesar de eso tú quieres ir a buscarlo… ¿qué te pasa?