Tae Hyuk se ha encargado de llamar por teléfono a su madre para contarle sobre la visita de Andrea, de modo que, a la mañana siguiente, luego de recoger sus cosas del hotel, parten rumbo a Busan.
—¿A tu madre no le molestará que me quede con ustedes? —pregunta Andrea, de repente, mientras están sentados en el tren—. Quiero decir, aparecí de repente…
—Tranquila. Está impaciente por conocerte.
Y es cierto, cosa que queda demostrada cuando llegan a la pequeña casa cerca de la playa en la que ahora viven, una muy distinta al lujoso departamento de Jung. Lo primero que sucede luego de que él abre la puertecilla de la valla frente a la casa es que aparece una mujer un poco más bajita que ella de cabello corto, vestida con un pantalón y una blusa de colores suaves que acentúan la blancura de su piel.
Tae Hyuk sonríe ante la evidente emoción de la señora y toma de la mano a Andrea para invitarla a seguir, pues la pobre se ha quedado plantada a medio camino presa de un evidente nerviosismo.
Parece que estuviera presentándole a su suegra.
—Pasen, pasen —dice su madre volviendo a entrar a la casa.
Tae Hyuk se adelanta, se coloca sus sandalias para la casa, que están cuidadosamente acomodadas en un pequeño espacio que le sigue al umbral de la puerta, y le muestra otro par a Andrea. Ella lo mira desconcertada un momento, luego entiende que tienen que dejar sus zapatos allí y usar las sandalias para estar dentro de casa.
Antes de que la madre de Tae Hyuk pueda decir nada, Andrea los sorprende a ambos al presentarse:
—Annyeonghaseyo, bangabseubnida, je ileum-eun Andreaibnida.
Su madre recibe estas palabras y la reverencia con las acompaña, encantada. Luego, en un gesto poco común en ella, corresponde el saludo con un abrazo. Esto logra disipar el nerviosismo de Andrea, que ahora parece feliz y aliviada.
—¿Hablas coreano, Andy? —le pregunta la señora en cuanto la suelta, pero ella solo atina a negar con la cabeza y mirar a Tae Hyuk.
—Solo tomé algunas clases antes de viajar para comunicarme y por si me perdía… —se explica, apenada.
Tae Hyuk se lo traduce a su madre y la señora asiente.
—Es lo que debiste hacer tú, hijo —lo regaña.
—El español es muy difícil…
—El coreano también debe ser difícil para ella y lo pronunció muy bien. ¡Y encima habla inglés!
Andrea los mira con curiosidad, por lo que él le explica el breve diálogo a su manera.
—Cree que eres impresionante porque puedes decir “hola, mucho gusto, me llamo Andrea” en coreano.
Apenas termina de hablar, la señora le pega una palmada en el trasero. Ha notado su tono sarcástico.
—¡Sé amable! No importa que idioma hables, tu madre siempre sabrá tus intenciones, pequeño demonio.
—¡Madre!
Tae Hyuk, mira a Andrea avergonzado y la descubre intentado disimular una sonrisa sin mucho éxito.
—Vamos, Andy, siéntate. —le dice la señora acompañando sus palabras con gestos que la invitada entiende a la perfección.
En esta nueva casa Tae Hyuk y su madre han regresado al estilo de vida tradicional, de modo que no tienen muebles de sala ni de comedor y se sientan en unos cojines directamente en el piso de madera. Andrea los imita y se acomoda frente a ellos.
—Tenía muchas ganas de conocerte, Andy —dice la madre de Tae Hyuk con una sonrisa—. Espero que el viaje hasta aquí no haya sido muy complicado.
Tae Hyuk le traduce sus palabras a Andrea y ella responde de inmediato.
—Es la primera vez que viajo al extranjero y estaba un poco nerviosa, pero todo fue bien.
—¿Nunca habías salido de tu país? —cuestiona él.
—No.
¿Lo hizo por mí? Pregúntaselo…
Un codazo en el costado se lo impide. Su madre está esperando que él traduzca las palabras de Andrea.
—Dice que le fue bien —le explica.
Los tres permanecen en silencio un par de segundos luego de esto, hasta que la señora se estira un poco y toma las manos de Andrea. Este segundo contacto físico sorprende todavía más a Tae Hyuk, pero las siguientes palabras de ella le hacen comprender sus razones.
—Estoy muy agradecida por lo todo lo que hiciste por mi hijo. Él es la persona más preciosa para mí y tú lo cuidaste con un corazón generoso, así que yo te corresponderé con un corazón agradecido. Recuerda que, pase lo que pase y sin importar en qué lugar del mundo te encuentres, seré una persona con la que puedes contar incondicionalmente, siempre.
Tae Hyuk aprieta la mandíbula para contener la emoción que se ha materializado como un nudo en su garganta y poder transmitirle esas palabras a Andrea. Tras escucharlas, ella se muestra conmovida también. Con un asentimiento solemne acepta su agradecimiento y agrega algo más.
—Él también cuidó de mí. Me enseñó a cocinar mejor, me animó cuando lo necesité, incluso me regañó cuando hice alguna tontería… nos hicimos amigos y nos cuidamos el uno al otro. Quizás no fue bueno para él perderse en mi ciudad, pero yo tuvo mucha suerte de encontrarlo. Gracias por tener un hijo así.
¿Cómo hace ella para tocarlo de esa manera? Hay partes dentro de él, partes delicadas, lastimadas tal vez, que muy pocas veces recibieron la caricia de una palabra amable llena de honestidad. Partes sepultadas en lo profundo de su ser, resguardadas bajo capas de soberbia, seguridad, orgullo, a las que ella llega sin siquiera darse cuenta y a las que va curando sin proponérselo.
Tae Hyuk siempre se ha sentido orgulloso de todos los logros que obtuvo a lo largo de los años, pero jamás se ha sentido un buen hombre. Jamás ha podido sentirse orgulloso de la persona en la que se convirtió. Y, sin embargo, la mejor mujer que ha conocido en su vida se siente agradecida de que él se cruzara en su camino.
Andrea no lo mira, pero él sabe que está plenamente consciente de su mirada sobre ella, y quién sabe, tal vez también de sus pensamientos y emociones.