Andrea se concentra con todo su ser en llevarse la comida a la boca sin derramarla toda, pero la ínfima porción de arroz que logró coger con los palillos a fuerza de pura terquedad, se le escurre a tres centímetros de tocar su lengua y da a parar al cuenco.
Angustiada por este nuevo fracaso, levanta la mirada hacia sus anfitriones y descubre, con alivio, que están muy concentrados en sus propios platos, de modo que intenta otra vez.
Mira como sujetan ellos estas cosas, mueve la mano despacio y con gracia, ¡ahora sí tienes que hacerlo! ¡No te pongas en evidencia!
Cuando el primer bocado de comida —un trocito de pescado lo bastante compacto como para no escapársele— llega a su paladar, Andrea da un saltito entusiasmado. De inmediato se da cuenta de su reacción y mira a los otros comensales que, está vez, la observan con una sonrisa.
—La comida está deliciosa, señora Kim, muchas gracias —se apresura a decir.
Tae Hyuk, todavía masticando, suelta una risilla que a ella le suena a burla, por lo que le dirige una mirada afilada.
—Traduce de una vez —le pide sonriendo para disimular tu tono brusco. La señora Kim es muy perceptiva.
—Pero si no has probado bocado, ¿cómo puedes saber que está deliciosa?
—Tienes suerte de que la mesa sea tan bajita...
—¿Me estás amenazando en presencia de mi madre?
—Eres un... Traduce de una vez que nos está mirando.
En lugar de hacerle caso, Tae Hyuk se levanta y desaparece en una habitación, para volver pocos segundos después trayendo consigo una cuchara. Cuando la pone junto a su plato descubre que él sí notó su dura lucha contra los endiablados palillos. Al mirar a la señora, esta le da un asentimiento sonriente.
¡También ella se dio cuenta!
—No te avergüences, es muy difícil usar los palillos cuando no estás acostumbrado a ellos —le dice Tae Hyuk, está vez sin pizca de burla.
Su tono amable la reconfortaría, como siempre, de no notar que baja la mirada hacia su boca. La cara se le enciende con esto, pero, por si fuera poco, el muy sinvergüenza se relame los labios, lo que dispara el pulso de Andrea y la obliga a bajar la mirada y concentrarse en su comida.
¿Cómo se le ocurre besarme cuando su madre está rondando por ahí? ¡¿Y si nos vio?! No, no, no, llegó después y acomodó la bandeja con la comida como sin nada. Habría estado incómoda, molesta o algo si nos hubiera visto...
Ahora que ya puede comer gracias a la cuchara, Andrea mira de reojo a la señora y la descubre apacible disfrutando del almuerzo. Tae Hyuk, por su parte, tiene una sonrisa ladina dibujada en el rostro y la mira de vez en cuando disfrutando de que compartan un secreto de ese tipo.
Sinvergüenza...
El resto del almuerzo él le va dejando sobre el cuenco de arroz pequeñas porciones de acompañamientos y le va pasando las salsas que debe comer. La señora también le ayuda con esto y hasta le va explicando qué tipo de alimento es y cómo lo prepara, aunque Andrea nota que no pierde detalle de todos los gestos que Tae Hyuk tiene para con ella.
Luego de la comida, mientras Tae Hyuk lava los trastes, la señora Kim le sorprende al preguntarle de repente:
—You love my son?
Descolocada por esto, y por la posibilidad de que ella haya estado entendiéndola todo el tiempo, pregunta:
—¿Usted habla inglés?
La señora le responde en coreano. Lo único que comprende es el "anio" que expresa negación y que se reafirma como sus ademanes.
—You love my son? —insiste la mujer con expectación evidente.
Los latidos de Andrea vuelven a hacerse confusos ante esto. Todos los momentos que pasó con Tae Hyuk le cruzan por la mente: las discusiones, los malos entendidos, la complicidad, la camaradería, las risas, los llantos, el dolor, el cariño, los abrazos, los besos... todo se entrelaza para formar una respuesta.
—Si —responde en inglés afirmando también con un gesto de la cabeza.
La señora la mira con una alegría que le parece nostálgica. Luego asiente y le regala una sonrisa de esas tan amables que también sabe esbozar Tae Hyuk. Si no supiera que es adoptado, pensaría que heredó la belleza de su madre pues ambos se parecen en la delicadeza del rostro, compuesto de curvas suaves sin ángulos pronunciados, en los ojos redondeados a pesar del rasgo asiático, en la nariz recta, en la sonrisa de dientes perfectos y en el cabello liso de un negro lustroso.
—Thak you. You are good woman —contesta la señora tras un momento de silencio.
—Uri Tae Hyuk ¡debak! —declara Andrea, con sus rudimentos de coreano telenovelero queriendo decir que, si ella es una buena mujer, el hijo de la señora Kim es genial.
—¡Keurom! —responde ella con una alegre risa, para luego decirle algo en su idioma y terminar señalándose al tiempo que pronuncia—: eomeoni.
La señora Kim repite ese gesto varias veces con lo que le queda claro que quiere que la llamé así. Sin embargo, Andrea se siente un poco intimidada al respecto pues eomeoni es una de las formas en la que los personajes de las novelas llaman a sus madres...
—Gamsahabnida… eomeoni —agradece al fin con una ligera reverencia y las mejillas arreboladas.
Poco después, cuando Tae Hyuk se les une, les informa que pasarán el resto del día paseando por la ciudad. La señora Kim parece negarse al principio, pero su hijo la convence y al final los tres salen a turistear.
El primer lugar que Andrea conoce allí es el Gamcheon Culture Village, el “Machu Picchu de Corea”, un barrio espectacular en la ladera de una montaña cuyas casas son el epítome del caos y la belleza: todas las construcciones están apiñadas de forma ascendente en la montaña y pintadas con una colorida paleta de tonos pasteles. Tae Hyuk y su madre guían a Andrea por los empinados escalones y las enrevesadas callejuelas estrechas repletas de turistas locales y extranjeros, mientras van mostrándole las pequeñas maravillas del lugar. Aunque lo que ella más disfruta, sin duda, son las especies de pastelillos fritos rellenos de miel, y lo que parecen nueces, que Tae Hyuk compra en un puesto de comida callejera.