Una alarma en el teléfono de Tae Hyuk los despierta en la madrugada. Andrea está cómodamente acurrucada en su pecho, y a pesar de que Tae Hyuk tiene el cuerpo a alambrado, gustoso se quedaría en esa posición el resto del día.
Con esfuerzo se levanta, la despierta y se preparan para realizar su último recorrido en Jeju.
Un par de horas después, cuando recorren el camino bordeado de colinas verdes y faros de piedra que iluminan la penumbra, Tae Hyuk observa complacido como Andrea se maravilla con la preciosa naturaleza del famoso cono volcánico Seongsan Ilchulbong. Ha sido una excelente decisión llevarla a conocer los paisajes naturales más imponentes de su país.
Luego de una caminata de casi media hora, se reúnen con los otros turistas diligentes que ya están en la cima del cráter, esperando el amanecer. Cuando el sol empieza asomarse en todo su esplendor y crea un espectáculo en el cielo y el horizonte que deja boquiabiertos a los visitantes que están allí por primera vez, Tae Hyuk se vuelve hacia Andrea.
No se cansa de ver en embeleso en su mirada, ni de sentir su presencia a su lado, y, en ese preciso instante, cuando por primera vez comparte su espectáculo favorito de entre todas las maravillas de su país con alguien, Tae Hyuk siente un anhelo tan profundo por ella, por su compañía que pronto le faltará, que se da cuenta de cuán enamorado está.
Debo estar loco. Todavía no te vas y ya te estoy extrañando.
Ella no despega la mirada del horizonte, pero desliza su mano en la de él de modo que entrelazan sus dedos.
Por la tarde ya están de vuelta en Busan, sentados a la mesa con su madre, que los estaba esperando para almorzar.
—¿Cómo estuvo el viaje? —pregunta ella a Andrea, que justo en ese momento está dando una buena probada de su ramen casero.
—Pregunta qué te pareció el viaje —traduce Tae Hyuk, recogiéndole un mechón que le cae en la frente.
Ella se sonroja ante su gesto, lo que a él le provoca besarla. Le sigue pareciendo adorable que muestre esa peculiar timidez, especialmente después de su noche en Jeju.
—Fue maravilloso —responde Andrea rehuyéndole la mirada e intentando concentrarse en su madre—. Mi país tiene muchos lugares impresionantes, pero jamás había visto sitios como los he visitado aquí.
Tae Hyuk le transmite esa respuesta a su madre y ella se muestra más que satisfecha. Le encanta que halaguen su tierra.
—Y eso que solo has estado en algunos lugares turísticos, espera que conozcas el resto...
Este comentario le hace recordar a Tae que a Andrea solo les quedan dos días y medio allí y de repente se le va el apetito. Mas, para no demostrar su inquietud, traduce las palabras de su madre y continúa comiendo con normalidad.
Esa tarde decide dejar que Andrea descanse en casa y pospone la salida que tenía planeada, pero aprovecha para darle su parte del conjunto para parejas que compró luego de que volvieran a retomar el contacto, hace meses.
—¿Qué es? —le dice ella sentada en los futones que él ha colocado en la sala para que tomen una siesta.
—Una vez dijiste que te gustaba mi camiseta y que querías una igual, esto es lo más parecido que encontré —le responde, fingiendo que habla en serio.
Aquella vez se dio perfecta cuenta de que ella mencionó su ropa porque estaba aturdida y avergonzada de haberse quedado observándolo. Esta vez, mientras saca la prenda de la bolsa, Andrea esboza una sonrisa desconcertada, seguro esperando una camiseta masculina de su talla, por lo que se sorprende al sacar una larga, color azul marino con el cuello y con los bordes de las mangas color blanco.
Por la palabra en español que murmura mientras estira la prenda para verla completa, y que al le parece que significa "bonita", Tae Hyuk se da cuenta de que le gusta.
—¿Por qué siempre me regalas vestidos? —pregunta ella de repente, sorprendiéndolo.
—Porque no tienes ninguno. Deberías empezar a usarlos, te quedarían bien —responde él con convicción.
—Estoy acostumbrada a los pantalones.
—Este te lo puedes poner con pantalonetas, aunque te sugiero mostrar tus piernas con orgullo.
Andrea ríe y menea la cabeza. Es cierto que a Tae Hyuk le encantaría verla con otro tipo de ropa, pero a ella le gusta su estilo sencillo y práctico, y a él le gustaría ella aunque se vistiera con pijamas todo el día.
—Gracias —dice Andrea, doblando con cuidado la prenda—. A mí no se me ocurrió traerte nada...
—Te trajiste a ti misma, ¿qué más puedo pedirte?
Ella vuelve a sonrojarse, aunque con una sonrisa, y está vez él no se contiene. Este beso dura menos de lo quisiera porque su madre aparece con una bandeja de bocadillos y, apenas oírla, Andrea lo aparta de inmediato con cara de haber cometido un crimen.
—Madre, te amo —declara Tae Hyuk, para sorpresa de la señora.
—¿Qué dices?
—Te amo. Me lo estoy recordando.
—Bribón sinvergüenza —responde ella dándole una palmada en el brazo—. Mira cómo tiene la cara de roja la pobre chica.
Tae Hyuk observa que, efectivamente, a pesar de estar masticando con energía uno de los bocadillos, Andrea continúa sonrojada. Tae Hyuk se lleva uno a la boca también, frustrado.
—¿Por qué te gusta, hijo? —pregunta su madre luego de acomodarse a su lado.
—Es generosa —le responde él sin titubear—. Es honesta y desinteresada, es incapaz de ver a alguien sufriendo sin ayudar. Valora la vida por pequeña que sea y va por ahí salvando animales indefensos y hombres perdidos. Cree en la justicia, hace lo que le parece correcto, es terca, impulsiva y determinada cuando algo le importa, no piensa en la opinión de la gente sobre ella. Es bondadosa y tierna, puede amar a un animal pulgoso como amaría a un hijo, es desprendida, no tiene malicia...
—Aigo...
La señora le da palmaditas en el dorso de una mano y Tae Hyuk reacciona dándole un beso en la mejilla. Andrea los observa sonriente.