Esto no es un drama coreano

46. Permíteme volver a ella

Tae Hyuk despierta con una gran sensación de pesar. Es muy temprano, pero quiere despedir a Andrea con una comida preparada por él mismo, de modo que se levanta, aunque su cuerpo solo quiere arrebujarse en las mantas en un intento por consolar su pena.

Su madre, cómo no, ya está en la cocina.

—Yo lo haré, ve a descansar —le dice acercándose.

—Se irá hoy, ¿verdad? —pregunta ella sin dejar picar unas frutas.

—Su vuelo sale mañana, pero hoy por la noche debe estar de vuelta en Seúl.

—¿Y no harás nada?

—¿Qué podría hacer?

La madre de Tae Hyuk lo mira con una pena genuina. Sabe que él no la pasará nada bien cuando Andrea se vaya, esta separación será mucho peor que cuando Tae Hyuk regresó a Corea.

Luego de un desayuno algo más silencioso que los otros, Andrea y Tae Hyuk se preparan para visitar algunos de los lugares de la ciudad que quedaban pendientes. En cuanto se encuentran en la sala tras alistarse, Tae Hyuk esboza una sonrisa al verla puesta con el vestido que le entregó ayer; el lleva puesta una camiseta del mismo color con mismos detalles del cuello y las mangas.

Aigo, qué guapos se ven —comenta la madre de Tae Hyuk al verlos.

—Es igual… —empieza a murmurar Andrea, luego parece darte cuenta y pregunta—: ¿A eso te refería con que conseguiste un conjunto?

Tae Hyuk se lleva la mano a nuca como asentimiento y a ella se le dibuja una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Nos acompaña, señora Kim? —pregunta Andrea dirigiéndose y Tae Hyuk traduce inmediato.

—No, no, vayan, vayan, yo tengo muchas cosas que hacer —responde ella, aunque a su hijo le queda claro que, otra vez, les está dando espacio.

A pesar de que recorren varios sitios las horas pasan demasiado rápido para Tae Hyuk. Andrea disfruta de todo lo que ve con el mismo entusiasmo de siempre, pero él puede notar su tristeza también. Debe resultarle decepcionante que todo lo que han vivido juntos tanto aquí como en el país de ella los conduzca a dos despedidas dolorosas, sin embargo, el futuro de Tae Hyuk es tan incierto que no hay nada más que pueda ofrecerle.

Esta vez no vuelven a casa para almorzar, sino que comen en un restaurante del centro de la ciudad y luego se dirigen a las afueras, a un famoso templo budista construido en un acantilado cercano a una playa. Tae Hyuk dejó este lugar para el final pues quería que ella viera la puesta de Sol desde allí.

—Es impresionante —murmura Andrea cuando están acomodados en un mirador tras haber recorrido toda la imponente arquitectura del templo—. Beomeosa me gustó más, pero ver esta vista del mar es increíble. ¡Todas las vistas del mar en Busan son increíbles!

—Me alegro que pienses eso. Pensé que podría no gustarte la zona costera…

—Antes no me gustaba tanto la playa, pero desde ahora será mi lugar favorito después de las montañas.

Tae Hyuk sonríe. No es necesario que se lo diga, pues cuando visitaron el parque Hallasan, cuando conocieron la parte montañosa de Busan y el templo Beomeosa y cuando subieron a la cima de Seolchan Ilchulbong, Andrea se la pasó como un niño en Disneyland.

—Tenía miedo de venir —declara ella, justo en el momento en el que el sol pinta el cielo con una bella paleta de amarillos, naranjas y rojos—. Nunca he salido de mi país y nunca he viajado en avión. Además, pensé que tal vez tu no querrías verme.

—Eso es imposible —se apresura a replicar Tae Hyuk.

—Bueno, yo no tenía idea de lo que pasaste, pensé que si no te habías comunicado conmigo era porque no querías… Pero no solo vine por ti, no te creas mucho. Realmente quería conocer Corea, era como un reto, hacía mucho que no planeaba cosas para mí, solo por mi disfrute, así que me arriesgué. No pensaba contárselo a nadie, pero un día me reuní con Karen y Sofía y acabé confesando.

Tae Hyuk no la pide que continúe a pesar de que guarda silencio un largo rato. Sabe que se está tomando su tiempo para decir algo que parece muy duro para ella, pero lo que más le preocupa es el resentimiento que detecta en su expresión, en sus palabras.

—Algunas veces tenía la impresión de que mis amigos me veían como a una persona tonta y excéntrica a la que apoyaban porque no les quedaba más opción —dice ella al fin—. Especialmente con el asunto de mis rescatados. A ninguno le importaba realmente, pero me ayudaban porque, en fin, les daba lástima que yo anduviera como una loca correteando por ellos. Por eso me aferré tanto a Alejandro; el sí comprendía que era importante para mí porque también lo era para él. Por eso me aferré a ti: tú nunca me miraste como si lo que hiciera no valiera la pena, incluso cuando a ti te parecía una molestia. A veces… a veces hasta parecía que me admirabas…

Tae Hyuk se sorprende. No recuerda haberle hecho nunca ningún halago, sin embargo, está del todo en lo cierto: él nunca la menospreció, sino que, poco a poco, fue admirando su dedicación.

—Karen me dijo que era una tonta arrastrada…

—¿Cómo se atreve esa bruja despreciable? —exclama él en coreano sin poder evitarlo.

Aunque no lo entiende, Andrea sonríe.

—Creo que ella se muere de ganas de ir a buscar a Erick a Argentina, pero como no tiene valor, le molestó que yo si me atreviera a venir por ti. Al final fue como estarse insultando a sí misma…

—Viniste por mí.

—Sí. Pero ya te dije que no era solo eso. Es más, pensaba hacer todo mi tour y buscarte recién el último día. Si me mandabas al diablo no pasaba nada porque ya me habría paseado por Corea a mis anchas…

—Pero me llamaste poco después de que llegaras.

—Me ganó la emoción de estar aquí... Y las ganas de verte. Si me rechazabas me habría conseguido otro coreano. Jung, por ejemplo. Es tan lindo que hasta se ofreció a prepararme un poco de ramen…

—¡¿Que?! —exclama Tae Hyuk con una furia asesina—. ¿Cuándo demonios pasó eso?

—¿Por qué gritas?




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