—Hola, Andy —saluda él con una sonrisa que parece tímida.
Por un instante, Andrea tiene el impulso de colgar, apagar el teléfono o aventarlo a la calle, pero se descubre tan tiesa que apenas puede respirar con normalidad.
—Estoy en Francia —dice, ante el silencio de ella—. Mi madre y yo nos mudamos hace unas semanas. Jung encontró la forma de que pudiera salir de Corea y ahora nos estableceremos aquí. Desde que te fuiste me pasé los días buscando la manera de arreglar mi situación, de tener estabilidad para permitirme pensar que podría estar contigo. Hubiera corrido detrás de ti si no fuera por mis problemas legales, no me habría importado vivir como un fugitivo, pero no podía hacerte eso. Perdí todo lo que tenía, Andy, solo me queda esta casa y mis fuerzas para empezar de nuevo y quiero compartirlas contigo. Quiero compartir todo mi futuro contigo. Te quiero, Andy...
Andrea se pone de pie de un salto. Empieza a deambular por la sala con el teléfono en la mano. Él no puede haber dicho eso...
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunta Alejandro acercándose, preocupado.
—Sí, sí, todo está bien.
—Estás temblando...
—¿Andy? ¿Andy, estás ahí?
Andrea se lleva una mano a la cabeza sin saber qué hacer. Tae Hyuk sigue llamándola.
—¿Quién es? —vuelve a preguntar Alejandro, pero ella no responde—. Cuelga la llamada y siéntate, estás demasiado nerviosa.
Andrea aparta la mano de inmediato cuando Alejandro intenta tomar el teléfono y él la observa sorprendido.
—Por favor, déjame sola —logra decir ella.
—No te encuentras bien...
—Ale, por favor, solo vete. Debo solucionar esto de una vez.
Él analiza su rostro un momento antes de asentir y acercarse para despedirse con un beso en la mejilla.
—Si se te va de las manos, llámame. No siempre podemos con todo. —dice antes de salir.
Cuando se ha ido Andrea respira hondo antes de volver a poner el teléfono frente a ella. Tae Hyuk sigue en la pantalla.
—¿Ese era Alejandro? —pregunta Tae Hyuk.
—Sí —responde Andrea, y de algún rincón mezquino de su ser, algo la obliga a agregar—: Se divorció.
—Ustedes...
—¿Qué es lo que quieres, Tae Hyuk?
—Ven conmigo —el corazón de Andrea pega un brinco—. No te pido que te mudes, solo que vengas unos meses. Sé que en tu país ya no se necesita visa para venir aquí, basta con tu pasaporte. Yo te enviaré el boleto. Quédate aquí conmigo unos meses, conoce mi nueva vida y decide si te gustaría que fuera también la tuya. Si no es así, yo volveré a tu ciudad. No importa dónde sea, Andy, quiero pasar mi vida a tu lado.
Andrea aprieta los dientes y los puños. El teléfono tiembla por la fuerza que ejerce su mano en el.
—Yo fui a buscarte —dice—. Estaba preparada para tu rechazo, pero me recibiste con los brazos abiertos, me hiciste sentir que te hacía feliz estar conmigo... y aun así nada cambió. Para eso no estaba preparada, Tae Hyuk.
—No podía hacer...
—¡Sí podías! ¡Habríamos encontrado la forma, pero solo te despediste!
—Tampoco tú dijiste nada, Andy...
—¡Yo fui por ti! Y no llegué de casualidad como tú aquí, yo fui a buscar respuestas y no me las diste. O, mejor dicho, sí, lo hiciste, y por eso estamos así ahora.
Tae Hyuk la observa dolido. Nunca antes Andrea había sentido tanta rabia por él y sabe que eso lo lastima, pero no puede contenerse.
—Ahora tengo una vida que no quiero cambiar —declara ella con firmeza.
—¿Y cuándo viniste sí estabas dispuesta a hacerlo? —pregunta Tae Hyuk.
—No lo sé… tal vez. Nunca sabremos lo que pudo pasar.
—Pero sí podemos hacer que pasen cosas nuevas. Ven, Andy. Solo ven y mira lo que podríamos construir aquí. Estará bien incluso si decides que no es lo que quieres... o que no me quieres a mí. Yo sé que no puedo amar a nadie más.
Las lágrimas se agolpan en los ojos de Andrea. Imaginó varias veces lo que sentiría si Tae Hyuk se le confesara, pero jamás se le ocurrió que esa emoción estaría más cerca del dolor y la impotencia que de la felicidad.
—No es justo...
—Andy...
—No puedo.
—No decidas precipitadamente, por favor.
—No puedo. No quiero. Adiós, Tae Hyuk.
Antes de que él pueda replicar, Andrea corta la llamada y apaga el teléfono.
*****
Andrea abre su email y descubre el boleto de avión acompañado de un breve mensaje.
“Te quiero, Andy, y solo deseo que seas feliz.”
—¿Malas noticias? —pregunta Karen desde el sillón en el que está tumbada.
—No, nada, ¿por qué? —contesta Andrea toqueteando las libretas a su alrededor en la mesa, fingiendo naturalidad.
—Como te quedaste callada y pusiste una cara...
—Son solo papeleos de la clínica, mi jefe está un poco pesado estos días. ¿Qué te estaba diciendo?
Karen se incorpora a medias apoyándose en un codo y mira en su dirección.
—Me estabas contando tus intenciones con Alejandro ahora que se reencontraron.
—Me distraje, pero no soy desmemoriada —replica Andrea—. Y no tengo ninguna intención con él. Creo que estaba hablando de Sergio... ¡ah! te decía que estos días están haciendo arreglos a la veterinaria y va a atender en la casa al frente...
—¿De verdad no me vas a contar lo tuyo con Ale? —le interrumpe Karen.
—¿No entiendes? Ya te dije que no tenemos nada. Solo lo estoy ayudando con algunos asuntos...
—Como olvidarse de su ex esposa.
—No sé cómo diablos se me escapó decírtelo...
—Mira, sino fuera por lo idiota que fue al terminarte, les estaría haciendo de alcahueta. Ustedes dos son perfectos el uno para el otro...
—¿Por qué mejor no te ocupas de reconciliarte con Erick de una vez? Ya estoy cansada de la cara de pena que pones siempre que hablamos de él.
—Entonces no lo menciones. Todo el tiempo estás con "Erick por aquí" "Erick por allá", ¿no me digas que ahora te enamoraste de él?