Eva busca felicidad

Сapítulo 5

Y así fue como terminé viviendo en el cuartito de limpieza, cual Harry Potter. Solo que sin poderes mágicos. Bueno… aunque mi habilidad para atraer problemas también podría considerarse un don. No todo el mundo puede lograr semejante talento, ni aunque lo intente.

Comía gracias a la generosidad de los cocineros; si no fuera por ellos, ya estaría hinchada del hambre. De alguna forma aguanté hasta cobrar el sueldo. Me quedé con una miseria y lo demás se lo mandé a mamá. Al menos así sentía que mi conciencia estaba tranquila.

Me preocupaba muchísimo la operación. No podía ir a verla: ya no me quedaban ni días libres ni licencias médicas. Y cómo necesitaba estar con ella en ese momento… Menos mal que sus amigas estaban cerca para acompañarla.

Mi propia amiga seguía convencida de que yo había encontrado otro lugar para vivir. Esa mentira la inventó su marido y a mí no me quedó otra que seguir el juego. No le conté la verdad porque sabía que me rogaría que volviera. Pero no, ni loca piso ese departamento de nuevo. Ni idea de cómo mirar a Tolik a la cara después de lo que pasó. Esa imagen me persigue en las pesadillas. Un depravado peludo.

Una mañana casi me descubren. La jefa de limpieza llegó antes de tiempo y abrió justo cuando yo entrecerraba los ojos mirando la hora, debatiéndome si dormir cinco minutos más o no. Todo el cuerpo me dolía por la postura, pero el sueño ganaba.

—¿Qué hacés acá? —preguntó sorprendida, mirando mi “cama”.

—Yo… esto… estoy grabando un TikTok. Es un nuevo challenge que se hizo viral… no quiero quedarme atrás con las tendencias.

Y el premio a “La Mejor Mentirosa del Año” va para… ¡Eva Makarenko!

—No entiendo nada de lo que decís —frunció el ceño—. Antes no teníamos esas tonterías.

—Claro, en su época ni internet existía —escondí detrás de mí mi bolsa de comida: medio pan, unas manzanas y unas salchichas con sabor a comida de gato que ni en el apocalipsis zombie se podrían tragar.

—¡Dejá de hablar pavadas! En vez de andar filmando idioteces, andá a limpiar los pasillos.

—Pero…

—¡Ya! ¡Movete!

Hermoso comienzo para un hermoso día.

Mientras masticaba el pan a las apuradas, me puse a trabajar. Dormir vestida es muy práctico: apenas abrís los ojos, ya estás lista para conquistar el mundo. Solo me faltaba algo de maquillaje, porque las ojeras estaban tan grandes que pronto podría usar esos bolsos para cargar todas las sandías de Jersón.

Limpié los pasillos y arranqué con la lista de habitaciones para el servicio de la mañana. Casi todas estaban impecables y esperando nuevos huéspedes. Limpié un poco el polvo, puse flores frescas, reemplacé el minibar, y listo. La única habitación que realmente necesitaba limpieza era la del jefe.

—¡Colega, necesito tu opinión profesional! —llamé a la jefa de limpieza.

—¿Qué rompiste ahora?

—Nada. Es por el penthouse. ¿Puedo subir más tarde? Los demás huéspedes aún duermen, no quiero molestarlos.

—Amir no duerme. Se fue del hotel hace como veinte minutos.

—¿Tan temprano tiene reuniones?

—Ni idea. Creo que solo fue a llevar a su conquista de turno a casa. Salieron juntos, por lo menos.

—¿Otra vez? ¿Nunca se cansa de andar con minas?

—Ay, si son ellas las que se le tiran encima. ¡Ese hombre!

—¿Qué hombre ni qué ocho cuartos? —puse los ojos en blanco—. No tiene nada de especial. Si no fuera por el traje caro y el auto de medio millón, nadie lo miraría.

—Eso suena a envidia.

No le discutí. Primero, porque igual no le iba a ganar. Y segundo… porque era cierto. ¡Claro que tengo envidia! También quiero que un millonario me lleve a casa. Es más, ¡ni que me lleve! Yo me voy sola, con tal de tener adónde ir. Me imagino al jefe llevándome después de una noche ardiente hasta… el cuartito de los baldes y el papel higiénico.

Puaj, ¿en qué estoy pensando? ¡Ni muerta me acuesto con el jefe!

Mientras subía, me llamó mi casera. Al principio no quería atender, pero no paraba de insistir. Parecía una prueba de resistencia, a ver quién se rendía primero.

—¡Perdón! ¡Estoy en el trabajo! —grité, presintiendo lo peor.

—¡Y yo en el dormitorio! —me gritó de vuelta—. ¡Eva, ¿por qué todavía no vinieron los albañiles?! ¡Esto no puede seguir así!

—Deme unos días más… Estoy buscando profesionales de confianza.

Preferentemente voluntarios con sus propios materiales…

—Mientras vos los buscás, la habitación está vacía y yo pierdo plata. ¡Mañana empiezo la obra por mi cuenta!

—¡Uy, genial! —me alegré.

—Pero ahora me vas a deber el doble. Y no creas que no te voy a encontrar. ¡Mis muchachos controlan toda la capital! Si no pagás, lo harás con el cuerpo. ¡Caminá con cuidado!

—Ya estoy caminando así… —respondí entre lágrimas—. Entendido. Buenas noches.

Maldita adultez. ¿Por qué todo es tan difícil? ¡Si yo era una buena chica! ¿Y para esto? ¿Será que ese fue el error? Basta de ser buena. Es hora de cambiar de estrategia. Al que sabe sacar provecho, le va bien. Y de eso, Svetlana Vasilievna es el mejor ejemplo.



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En el texto hay: embarazo, jefe y empleada, ceo millonario

Editado: 07.08.2025

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