Eva busca felicidad

Сapítulo 6

Del miedo no podía ni moverme. Tenía que correr, lo sabía, pero mis piernas se habían vuelto de piedra. El cuerpo simplemente no respondía. ¿Y si me hacía la muerta? Como una zarigüeya.

—Escuchá bien —gruñó el tipo mientras me apretaba el brazo con fuerza—. Esta charla va a ser corta y fea.
Justo como mi primera vez. Dios mío, ¿por qué pienso en eso ahora? Estrés, claramente.

—¿Q-qué quiere de mí?

—Quiero que devuelvas la plata que me debe Serguéi.

—Pero… yo estoy pagando los préstamos. Este mes se me pasó una cuota, pero voy a ponerme al día...

—¿Qué préstamos? ¡Me debe mil dólares a mí! En efectivo. Prometió devolvérmelos antes del otoño… y después desapareció.

—¡Pero si ya ni estamos juntos!

—No me importa. Dame la plata o...

—¡No tengo plata! ¡No tengo nada! —le mostré los bolsillos vacíos para que lo viera con sus propios ojos—. Solo tengo este sobrecito de azúcar... Me lo dio Yulia. ¿Quiere azúcar?

—¿Te estás burlando de mí?

—¡No! Es que... los nervios. Escuche, le conviene buscar a Serguéi directamente.

Yo misma le daría una buena trompada a ese caradura. No solo me encajó préstamos a mi nombre, ¡ahora también le debe a mafiosos! Mientras tanto, él se gastaba la guita en maquinitas, y me decía que estaba “en el laburo”. ¿Cómo pude enamorarme de semejante pelotudo? Me dejé llevar por su cara linda y sus palabritas dulces… y terminé más fundida que la economía del país.

Justo cuando parecía que estábamos entrando en un diálogo civilizado, aparecieron otros dos desde los arbustos. Parecían más decentes. Bueno, dentro de lo que cabe. Probablemente mafiosos de rango superior. No es que entienda mucho de jerarquías del hampa, pero con la suerte que tengo, me va a tocar aprender.

—¿Y este quién carajo es? —dijo uno de los recién llegados.

—¡Esta chica es nuestra! —soltó el otro.

El troll me soltó el brazo y se dio vuelta.

—¡No molesten! Estamos en medio de una conversación privada.

—¿Y vos no entendiste que tenemos un encargo con ella?

Me recorrió un escalofrío. ¿Será este el fin? ¿Así termina todo? ¡Pero si ni viajé, ni vi el mar! ¿Y mamá? ¡Gastó toda la plata en la operación! ¿Con qué va a pagar el velorio? Aunque... tal vez Yulia me dé una mano. Las dos ya habíamos hablado de las exequias, después de todo.

—No me importa quién los contrató —escupió el troll al piso, justo delante mío. Qué asco—. Si quieren sacarle plata, hagan la fila.

—¿Querés probar si sos inmortal?

—¿Y ustedes quieren probar si vuelan?

Y el grandote se les fue encima como un toro rabioso. ¡A las piñas!
Mirá que siempre soñé con un tipo que pelee por mí... suena romántico, ¿no? Pero este no era el caso. Sabía que, apenas terminaran de sacarse los dientes entre ellos, me iba a tocar el turno a mí.

El corazón me latía tan fuerte que sentía que se me iba a salir del pecho. Tenía que moverme. ¡YA! Correr mientras todavía estaban entretenidos. Escapar a una zona más transitada, con faroles, bancos y gente viva.

Reuniendo todo el coraje del universo, agarré la bolsa de ropa y salí disparada. Nunca había corrido así en mi vida. Seguro que ese día habría ganado cualquier maratón. Ni siquiera me atreví a mirar atrás. ¡Solo correr!

Pero claro… en una carrera contra el destino, siempre hay un bordillo traicionero. Tropecé y caí de lleno contra el empedrado. ¡Perfecto! Si los matones no me mataban, me iba a romper la cabeza sola.

Las lágrimas me nublaron la vista. Me agarré la rodilla. Dolía horrores. Se me habían roto los jeans.
Mis únicos malditos jeans.
No sabía qué me dolía más: la pierna ensangrentada o la prenda arruinada.

Lo único positivo: los gángsters estaban tan ocupados entre ellos, que ni me registraron.

—¿Se encuentra bien, señorita? ¿Se lastimó? Venga, la ayudo.

Levanté la cabeza…
No.
¡NO!
El universo me odiaba.

Delante de mí, como salido de una telenovela de mal gusto, estaba el jefe.

El último ser humano que quería ver ese día.

Lloré aún más. Él pensó que era por el dolor. Y me trató como si fuera de porcelana, ayudándome a levantarme con toda la delicadeza del mundo.

—Hay una clínica cerca. Venga, la llevo, le limpiamos la herida.

Lo miré desorientada. ¿Qué clase de brujería era esta? ¿Desde cuándo era tan amable? ¿Acaso su arrogancia tenía horario de oficina?

—No, gracias. Yo... —recordé por qué estaba corriendo—. Necesito volver a casa. Urgente.

—La acompaño. ¿Dónde vive?

Mierda.

—En otra ciudad. Estoy de paso. Me quedé en el hotel —señalé al "Incógnito".

—¡Genial! —dijo sonriendo. Qué ironía… con esa sonrisa hasta parecía lindo. Nunca se lo había notado. —Vamos juntos entonces.

—Bueno… está bien.

Sabía que estaba jugando con fuego. Pero, entre eso y quedarme sola con tres matones a la vuelta, mejor esto. Pensaba llegar al hotel con él y después desaparecer como Houdini antes de que el personal echara a perder mi historia.

—¿Cómo se llama? —preguntó él, rodeándome con el brazo por la cintura. Esperaba que no notara que olía a su gel de ducha.

—Eva.

—Lindo nombre. Yo soy Amir.

¿Amir? ¿Y yo por qué pensaba que se llamaba Mohamed? Tengo que empezar a mirar más novelas turcas, porque los nombres no se me quedan.

—Un gusto —intenté sonreír—. Gracias por la ayuda, Amir.

—¿Y cómo no iba a ayudar a una dama en apuros?

Estuve a punto de rodar los ojos.
¡Hipócrita! Cuando te pedí un adelanto, bien que me dejaste en la lona.

—Tuve mucha suerte de encontrarlo.



#626 en Novela romántica
#260 en Chick lit
#176 en Otros
#91 en Humor

En el texto hay: embarazo, jefe y empleada, ceo millonario

Editado: 28.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.