Eva busca felicidad

Сapítulo 9

Casi no dormí. Pensé, imaginé, calculé y recalculé. Al amanecer ya tenía listo un plan con altas probabilidades de éxito. Pero solo había una condición: tenía que silenciar por completo mi conciencia. Después de esto, no solo me tocaría arder en el infierno, sino que además tendría un pase vitalicio a todas las torturas inventadas para los pecadores.

Y así, mi maratón hacia el enriquecimiento comenzó exactamente a las ocho de la mañana. Primero, rompí todos los récords de desvergüenza con respecto a Larisa Pavlivna. Me dolía involucrar en mis chanchullos a una mujer tan inocente.

—¡Buenos días! Tengo dos noticias… Y ninguna es buena —empecé en cuanto la vi en el pasillo—. ¿Con cuál empiezo?

—Empieza por limpiar el segundo piso. Alguien meó en el florero.

—Un momento, no puedo ahora. Necesitamos hablar.

—Está bien… —suspiró—. ¿Qué hiciste ahora?

Me preparé para la regañina que me merecía. Si me daba con la fregona en la espalda, ni me quejaría.

—Primero, estuve pensando… Ese vestido negro le quedaría perfecto a su nieta. ¿Para qué buscarle un regalo si puede darle el vestido? Lo lavamos y queda como nuevo. Hasta le busco una bolsita bonita… Es caro, elegante, ¡la niña va a estar encantada!

—Mi nieta tiene seis años. Y tu vestido le va como ojos marrones al culo.

¿Pero por qué tiene una nieta tan chiquita?

—¿Y no quiere el vestido… para cuando crezca?

—No —cruzó los brazos—. Esta conversación me huele mal.

—Verá, el problema es que… Arman le arrancó la etiqueta al vestido. Ya no puedo devolverlo.

—¿Qué Arman?

Tuve que exprimir mi última neurona. ¿Por qué recuerdo los nombres de las marcas de cosméticos pero no los de las personas?

—Anton… ¡Amir!

Larisa Pavlivna frunció el ceño y volvió a sus tareas para no tener que mirarme. Bueno, parece que ni el “mirada de cachorrito” me iba a servir.

—Eva, ese no es mi problema. Acordamos que devolverías el dinero.

—¡Y lo haré! Lo prometo. Pero… necesito su ayuda una vez más.

—Oh, no…

—Esto también es en su beneficio. ¡Larisa Pavlivna! ¡Larisiuska preciosa! —ya no sabía cómo entrarle—. Si todo sale como planeé, no solo le devuelvo el dinero del vestido, ¡también le doy una compensación por el estrés! Hoy tengo otra cita con el jefe. ¡Muy importante! ¡Importantísima!

—Espero que en esa cita le digas la verdad.

—¿Está loca? —me reí—. Digo, sí se la diré… pero más adelante.

Nunca.

—¿Y ahora qué quieres de mí?

—¿Podría darme el día libre? ¡Solo por hoy!

—¿Tú quieres vivir sobre mi cabeza?

—No sobre la suya. Sobre la del jefe. Pero sin usted, no hay manera.

—No sé…

—Y súbame al restaurante por la noche —rematé, dándole la estocada final—. Es mi última esperanza de un futuro brillante.

Larisa Pavlivna puso los ojos en blanco.

—Pero siento que, más que esperanza, soy cómplice de un crimen.

Instinto de supervivencia y sentido común. Lo que a mí me falta.

—No se deje engañar por esos sentimientos. ¡Todo va a salir bien! Se lo juro. Esta es la última vez que le pido algo. ¿Quiere que me arrodille?

—¿¡Te volviste loca!? —se persignó—. Está bien, te cubro. Pero ni una sola concesión más. ¡Ni una!

—¡Gracias! ¡Es usted la mejor! —me lancé a abrazarla—. ¡Mi hada madrina!

—¿Qué hada ni qué ocho cuartos? —bufó, pero le vi una sonrisita escondida.

El siguiente paso fue reunirme con Yulia. Le había pedido con antelación otro vestido. No podía presentarme a la segunda cita con la misma ropa. También me quejé de que había dormido mal. Esto era clave, porque tras oír mis lamentos, mi amiga accedió a recetarme un somnífero fuerte. Qué más daba que los ginecólogos no traten el insomnio. Lo importante era tener el papelito para el farmacéutico.

—¿Cuántas pastillas hacen falta para noquearse por completo? —pregunté, llevándome a la boca un bombón de la caja que le habían regalado sus pacientes agradecidas.

—Una es suficiente, pero no abuses. Son adictivas. Y ni se te ocurra mezclarlas con alcohol.

—Entendido.

—Y ahora explícame: ¿para qué necesitas ropa de noche? No pega con un somnífero.

—Tengo una cita con mi jefe.

—¡Vaya! ¿Está bueno?

Comparado con su Tolik… es un dios del Olimpo.

—Bastante atractivo.

—Entonces ten cuidado de que no te rompa el vestido en un ataque de pasión. Me lo compré en Italia, ¿eh?

—No habrá pasión —asentí, pensando en lo mío.

—Tú haz lo que quieras, pero quítatelo con cuidado —rió Yulia—. En fin, que tengas una buena noche. Me alegra que al fin te distraigas un poco.

Distraerme no es la palabra. Si todo salía según el plan, Arman caería rendido y dormiría como un tronco hasta la mañana. Mientras tanto, yo me divertiría a mi manera. Tal vez me meta en el jacuzzi, o me dé un baño… Algo encontraré para entretenerme.



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En el texto hay: embarazo, jefe y empleada, ceo millonario

Editado: 11.08.2025

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