Eva busca felicidad

9.1

Estaba más nerviosa que nunca. Probablemente, otra reunión con mafiosos no me habría dado tanto miedo como esta cita con Amir. En teoría, lo tenía todo planeado, pero el temor de arruinarlo me estaba volviendo loca. Esta vez, las apuestas eran demasiado altas.

Esperaba su llamada completamente arreglada. Me había esmerado al máximo para convertirme en un caramelo del que uno quiere arrancar el envoltorio cuanto antes. Los minutos pasaban con desesperante lentitud. En un momento, empecé a pensar que se había olvidado de todo. Ya estaba por posponer la cita para otro día cuando, por fin, sonó el teléfono.

—Disculpa —dijo Amir—. La reunión se alargó más de lo previsto... ¿Aún no cambiaste de opinión?

El corazón casi se me salió del pecho.

—¡No! —grité al teléfono—. O sea... Yo también acabo de quedar libre.

—¡Perfecto! Entonces te espero en el lobby.

—Bien. Ya voy.

Cerré los ojos. Tenía que calmarme o sospecharía algo. Una mujer de mi edad no puede estar tan nerviosa por una cita. Tenía que parecer segura. Saber lo que valgo. Aunque... mi valor, como el de la moneda nacional, solo baja con el tiempo.

Esperé unos minutos a propósito, para no parecer demasiado ansiosa. Que no piense que corro hacia él en cuanto me llama. Mejor ser predecible, comportarme como las otras chicas que lo frecuentan, para que baje la guardia.

Me acomodé el vestido, repasé el peinado —esta vez, una coleta alta, porque dicen que a los hombres les resulta sexy—, me retoqué los labios. ¡Vamos!

Había poca gente en el hotel; la mayoría ya se había retirado a sus habitaciones o salido a disfrutar de la noche capitalina. Lo vi enseguida. Estaba sentado como un rey en su trono; eso sí sabía hacer, imponerse. Esta vez, en lugar del traje de negocios, llevaba vaqueros y una camisa oscura. Si no fuera por esa cera en el cabello, podría pasar por modelo de portada. Recién entonces me di cuenta de que no tenía mucho de árabe. Solo era moreno, como la mitad de los hombres guapos de este país.

Al verme, se levantó.

—Buenas noches —extendió la mano. Yo iba a estrechársela, pero en vez de eso, me besó la muñeca. Un par de gestos más así y estoy lista para casarme con él. Bueno... si es que me lo propone. —Estás preciosa.

—Gracias. Tú también...

—¿Cómo estás?

—Bien —sonreí.

—Me alegra. ¿Vamos? —señaló hacia el ascensor—. Ya pedí la cena.

Fingí sorpresa cuando apretó el botón del último piso.

—¿Te gustan las buenas vistas?

—Sí. Y también me gusta la privacidad. Por eso, en mi planta no hay nadie. Solo el personal.

Claro. Justo cuando empezaba a sentir admiración por él, soltó no una cucharada, sino una pala entera de alquitrán. "Solo el personal" —como si no fueran personas. ¡Cómo puede decir algo tan denigrante? Tuve que hacer un esfuerzo por no reaccionar.

—¿Quieres decir que ese piso es solo tuyo?

Amir asintió.

—Como dueño, puedo darme ciertos lujos.

—¿Espera... Este hotel es tuyo? ¿De verdad?

—Sí.

—Vaya, qué sorpresa.

—Por eso me hace feliz verte regresar una y otra vez. Invertí mucho en este negocio. Desde los cimientos, todo está hecho con materiales de primera.

—Pero el alma del hotel no está en los muebles caros ni en las columnas de mármol.

—¿Entonces dónde está?

—En quienes lo hacen funcionar. El personal.

Amir soltó una carcajada, como si hubiera dicho algo graciosísimo. Menos mal que ya estábamos llegando al ático, porque de otro modo, habría empezado una buena discusión.

—Adelante. Siéntete como en casa.

—Gracias.

Caminaba por la habitación mirando a mi alrededor, como si estuviera interesada en la decoración. Pero en realidad, me fijaba en los detalles. Por ejemplo, para otras mujeres pedía pétalos de rosa; para mí, no. Ni velas, ni champán. O me tomaba más en serio que a las escorts, o pensaba que no valía ni eso.

—¿Quieres tomar algo? —preguntó mientras se desabrochaba los botones superiores de la camisa.

¡Sí! Justo lo que estaba esperando.

—Mucho.

—¿Jugo?

Me descolocó otra vez. ¡No estamos en una fiesta infantil! ¿Y el vino de cien años?

—Vale —asentí. Al menos, en el jugo podré disolver la pastilla sin que se note.

—Si quieres, puedo pedirle al camarero algo más fuerte —dijo, como si hubiera notado mi decepción—. Es que yo no bebo alcohol.

—¡No! Yo tampoco bebo.

(Al menos no contando las fiestas, los eventos del trabajo, las cervezas con papas...)

Trajo de la cocina dos vasos de jugo de naranja. Me dio uno. Solo quedaba esperar el momento adecuado...

Estaba sentada en el sofá; el jefe, rodeado de cojines, en el suelo a mi lado. Casi no hablábamos, pero me miraba con tal intensidad que las palabras estaban de más. Solo pensar en lo que podría estar pasando por su mente me daba calor.

—Tienes un lugar muy acogedor —dije, buscando distraerme.

—Quizá deberíamos hablar de "tú". No me gusta tanta formalidad.

—¡Justo eso iba a proponer!

—Nuestros deseos coinciden —sus ojos brillaron.

—Sin duda...

Estaba claro que ese era el momento que esperaba. Deslizó los dedos por mi pierna, subiendo hasta el borde del vestido de seda. ¡Demasiado pronto! ¡Maldición, muy pronto!

Si no fuera por el golpe en la puerta, tendría que improvisar. Pedir una ducha o... ni idea.

—¡Comida a domicilio! —se oyó desde el pasillo. Casi me caigo del sofá al reconocer la voz y darme cuenta de que tenía que esconderme para que no me reconocieran mis compañeros.

—¡Abran, que está todo calentito y recién hecho! ¡Del horno al corazón!

¡Era Larisa Pavlivna! Ningún camarero profesional diría algo tan cursi. Sentí un gran alivio.

—Un momento —Amir se levantó perezosamente del suelo. Parecía algo molesto. Al parecer, no le gustó que lo interrumpieran.

Fue a abrir, y yo, aprovechando el momento, saqué la pastilla triturada del sujetador y la disolvi en su vaso. ¡Listo!



#566 en Novela romántica
#240 en Chick lit
#141 en Otros
#74 en Humor

En el texto hay: embarazo, jefe y empleada, ceo millonario

Editado: 02.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.