¿Qué saben ustedes de la incomodidad? Yo pensaba que ya podía considerarme experta en el tema, pero resultó que toda mi experiencia de vida eran flores comparado con pasar la noche al lado de Amir.
Para empezar, mi sofá no es para dos personas. Es bastante cómodo para dormir sola o abrazando al ser amado. Pero mantener la distancia cuando más de la mitad del espacio está ocupado por un hombre corpulento es una misión imposible. Al principio puse almohadas entre nosotros, pero luego, al notar que mi trasero colgaba fuera del borde, las quité. Nada malo va a pasar si nos tocamos por accidente. Al menos, no me preocupa quedarme embarazada de él otra vez.
—Nunca pensé que dormiría con mi jefe, literalmente —dije, tratando de acomodarme lo mejor posible.
—Yo tampoco estoy acostumbrado a dormir con mujeres... solo dormir —sonrió, incluso en la oscuridad podía verlo—. Una pérdida de tiempo.
—¿Hace cuánto no tienes una relación normal?
—¿Y qué consideras tú como una “relación normal”?
—Amor y planes compartidos para el futuro.
—Ah, esa tontería... Lo intenté, no me gustó.
—No esperaba otra cosa de ti —me di vuelta dándole la espalda para no verle la cara.
—¿Y tú?
Tema doloroso.
—Siempre quise una familia. Un esposo, un hijo, una casa y un gatito. Pero los idiotas con los que intenté construir eso tenían otros planes.
—¿Como cuáles?
—Dejarme sin un peso y desaparecer.
—¿Y por qué elegiste idiotas?
—Al principio parecían normales.
—¿Y por eso decidiste seguir su camino? ¿Hacerme pagar por los pecados de otros?
—Bueno… no solo por los pecados ajenos. Tú tampoco eras un ángel. Tratabas al personal con una arrogancia... como si fuéramos tus esclavos. Esa corona tuya ya tocaba el techo.
—¿Me odiabas tanto que decidiste quedarte embarazada de mí? —rió Amir—. Eva, ¿dónde está la lógica?
—Hay lógica, solo que cuesta encontrarla.
Me deslicé un poco más, pero calculé mal la distancia. Amir me atrapó justo antes de que cayera al suelo. Acostado de lado, me envolvió con un brazo y me acercó hacia él.
—¿Vas a quedarte quieta o qué? —murmuró molesto.
Se me cortó la respiración. Sentí el calor de su cuerpo, sus músculos firmes, el leve aroma a perfume tras la ducha... Todo eso me desorientaba. Podía decirme mil veces que no era mi tipo, pero no podía frenar las fantasías. A su lado me sentía pequeña, y él... un hombre capaz de protegerme. En ese momento, no era el pesado de Ahmed, venido a Kiev para ligar, sino el atento Antón que había llegado hasta Zozulí preocupado por su futuro hijo.
Y no solo mi imaginación estaba activa...
—¿Tienes una linterna bajo la sábana? —pregunté, algo molesta.
—No.
—Entonces, ¿qué es eso que me está pinchando la espalda?
—¿Tú qué crees? —rió Amir.
—No estaría dudando si no hubieras dicho que no te gusto.
—Como ves, algunas partes de mi cuerpo opinan diferente. Es solo fisiología, nada personal.
Maldito.
—Palabras de un típico mujeriego.
—No mujeriego. Amante experimentado.
—Eso es manipular el lenguaje. Uno puede volverse un amante experimentado con una sola mujer. Evolucionando juntos, conociéndose mutuamente... No hace falta traer una nueva cada noche al hotel.
—Veo que estabas muy atenta a mi vida privada.
—Todo el hotel lo estaba. Incluso hacíamos apuestas sobre a cuál señorita te ibas a llevar la próxima vez.
—Por lo bien informada que estás, seguro podías ganar mucho con ese tipo de apuestas.
—Perdí. Pensé que una de las chicas se quedaría más de una noche. Pero resultó que todas tenían pase de una sola entrada.
—No todas. Tú, por ejemplo, te quedaste.
—Cierto, rompí el sistema —¡qué honor!—. Samir, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Me llamo Amir.
—Eso. ¿Por qué en nuestra cita te saliste de tu repertorio habitual? No hubo pétalos, ni alcohol, ni velas alrededor del jacuzzi...
Sentí que, por un segundo, contuvo el aliento.
—¿Te sentiste decepcionada? —preguntó con una sonrisa burlona.
—Más bien confundida.
Él enrolló un mechón de mi cabello en su dedo, pensativo.
—Contigo cometí un error.
—¿Cómo?
—Desde el principio fuiste diferente a las demás. Por eso me interesaste. De verdad me interesaste... Científica, independiente, hermosa mujer. Y sin necesidad de colgarte de mi cuello. Por un momento, pensé que entre nosotros podía haber algo más que una noche de sexo. Lástima que fue solo una ilusión.
—No todo fue ilusión —susurré—. Sigo siendo hermosa. Y no me cuelgo de tu cuello.
—Eso es cierto —suspiró con fuerza—. Duerme, Eva. Mañana será un día importante.
—Uhum.
Noche rara. Sensaciones raras. Situación rara en general.