Ось відформатований текст іспанською мовою.
Me resultaba extraño vivir en el apartamento de Amir. Supongo que para él, en su momento, fue lo mismo en Zozuli. A pesar de la comodidad absoluta y de que cumplía todos mis caprichos, yo seguía sintiéndome un poco incómoda. Me faltaba claridad. Alguna definición concreta de lo que éramos el uno para el otro.
Entendía que no le era indiferente. Pero ahora no estaba en juego solo mi futuro, sino también el destino del niño. Si Amir no estaba listo para quererlo como propio, entonces no podía haber ninguna relación. No necesitaba un amante que viniera unos días al mes y luego regresara a Estambul o a los brazos de otra. Tampoco un hombre sin un lugar definido que apareciera de vez en cuando frente a mi hijo.
—Necesitas salir a tomar aire fresco —me dijo Amir, apartándose solo un instante del ordenador en el que trabajaba.
Resultó que no bromeaba cuando prometió controlarme. Vitaminas y pastillas según el horario, siesta obligatoria, comida saludable… todo bajo su estricta supervisión. Supongo que la conciencia lo atormentaba por lo de mi ingreso al hospital, y ahora hacía todo lo posible para que no volviera a repetirse.
—Tú también deberías. Has trabajado todo el día.
—La verdad es que he estado más ocupado con las negociaciones con Kira que con el trabajo.
Genial.
—¿La extrañabas?
—No. Solo necesito información de ella. Con la ama de llaves mayor no hay problema, lo mismo con la recepcionista o el guardia. Pero con Kira… Ella está tan ofendida que sin un pago adicional no acepta hablar. Y sus tarifas son altas… muy altas.
—¿Y deseas tanto llegar a la verdad que estás dispuesto a pagarle?
—¿Y tú no?
Me encogí de hombros.
—Para mí era mucho más importante demostrarte que no te había mentido.
Amir se estiró en la silla.
—Yo quiero justicia. Puede que mi personal haya intentado robarme, y yo todavía les sigo pagando. ¿Quién me asegura que la vieja ama de llaves no intentó abrir la caja fuerte junto con esos tipos? El guardia y Marina podrían ser sus cómplices. Y Kira también intentó colarse en la habitación. Perfectamente podría ser la organizadora del robo.
—¿Pero se te perdió algo?
Negó con la cabeza.
—No, al parecer no…
—La verdad, mi mente descansaría más si Larisa Pavlivna resultara ser una ladrona y no una pervertida.
—Me siento engañado. Mi casa no debería ser un lugar de paso donde cualquiera entra y toma lo que quiere.
—O tiene sexo —añadí yo.
—Peor todavía —suspiró fuerte—. Reuniré a todos en una sala y que respondan uno por uno. Alguien se va a delatar.
—Muy bien, señor detective. Pero mientras tanto, ¿vamos al parque?
Amir me miró ladeando la cabeza.
—¿Y si vas sola? Aún tengo mil cosas pendientes.
—El trabajo no se va a ir a ninguna parte —le dije con ojitos de cachorrito—. Anda, hazme compañía. ¿O todavía no quieres que nos vean juntos?
—¡Vamos! —exclamó levantándose de golpe.
Esta vez me tomó de la mano con ostentación. Incluso la apretó más fuerte cuando pasamos frente al salón lleno de gente. Yo disfrutaba a lo grande de las miradas curiosas de mis excompañeros. Me sentía como Cenicienta. Nadie sabía que mi príncipe tenía el trasero al aire, y que mi Hada Madrina, en vez de carroza y vestido, me había regalado un hijo del señor Incógnito. Incógnito padre del hotel Incógnito. ¡Qué armonía!
Caminábamos despacio por la ciudad, disfrutando de la atmósfera de la cansada capital al anochecer. Olía a café y donas, reían los niños, sonaba música y brillaban los letreros de las tiendas.
—No recuerdo la última vez que paseé así… Siempre corriendo, siempre sumergida en mis problemas, sin darme cuenta de lo hermoso que era todo a mi alrededor. No me daba la oportunidad de detenerme y mirar. Al final, fue precisamente mi amor por esta ciudad lo que me impulsó a mudarme aquí desde el pueblo. Luego ya vino la dura realidad…
—Hablando de la ciudad —Amir se sentó en un banco y me atrajo hacia él—. ¿Te vas a quedar aquí?
—Creo que no…
—Vale, te lo pregunto de otro modo: ¿te vas a quedar conmigo? —bajó la cabeza—. Me da vergüenza mi comportamiento. No debí dejarte sin aclarar las cosas.
Mi corazón empezó a latir más rápido.
—Tu reacción fue normal. Desde el inicio nos unía un hijo en común. Y luego resultó que no tenías nada que ver con él.
—Pero eso no cambia el hecho de que te amo.
Lo miré.
—¿Seguro? No quiero que digas eso solo por lástima. Una familia no se construye sobre la compasión. Yo… nosotros con el bebé necesitamos una familia de verdad.
—Si no estuviera seguro, no lo diría.
—¿Y estás listo para ser padre?
—No lo estoy —me lanzó de la calidez al frío—. Pero aún puedo apuntarme a esos cursos para futuros papás que recomendó tu vecina de hospital.
—¡Hablo en serio! —lo empujé con el codo—. Podrías encontrar una chica sin hijos. Alguna señorita refinada de tu círculo.
—¿Y tú no eres refinada?
—Pues yo…
—¿Por qué me rechazas? Si no quieres un futuro conmigo, dilo y ya. Yo también sé que no soy un regalo. Conmigo no habrá lujos ni promesas de montañas de oro. Quizá tu plan funcione y logre sacar el negocio adelante. O quizá pierda todo el capital… Puede que tenga que empezar de cero. ¿Estás lista para eso?
—Mientras no me pidas créditos a mi nombre, estoy lista.
—No lo haré, te lo prometo.
Le sonreí.
—Más te vale.
Amir me abrazó con un brazo y con el otro puso la mano sobre mi vientre.
—Haré todo lo posible para que tú y el bebé nunca se arrepientan de esta decisión. Sois mi motor para seguir adelante.
—Es el momento más romántico de mi vida —susurré entre sollozos.
Seguimos caminando por la ciudad, bromeando, comiendo, bailando al ritmo de los músicos callejeros. Luego terminé vomitando en un cubo de basura, mientras Amir me cubría con su chaqueta. Ahora, si alguien me pregunta: “¿Qué es la felicidad?”, responderé sin dudarlo. La felicidad es tener a alguien que te tape de las miradas mientras vomitas en pleno centro de Kiev.