30 de mayo de 1900.
Texto escrito con salsa en un plato por Valdemar Poulsen:
«Hoy veo mucha vanidad aquí: los estados compiten entre sí en las características cualitativas y cuantitativas de sus logros. Hoy discuten entre sí aquí, en París, pero ¿no es esto un presagio de que pronto discutirán entre sí en el campo de batalla? El nuevo siglo contiene un sinfín de preguntas y acertijos. ¿Encontraremos respuestas a todas ellas? Todos los días de la vida civil, sin siquiera darnos cuenta, vivimos en guerra. Alguien quiere destruirnos moralmente, y alguien físicamente. Nosotros, los ciudadanos comunes de los estados, somos solo peones en el juego de ajedrez global de alguien. Nosotros, los científicos, los escritores, los artistas y otros intelectuales, no somos más que herramientas en manos de los omnipotentes y multifacéticos. No vemos a quienes nos gobiernan, pero no podemos negar ni dejar de aceptar su existencia debido a sus constantes acciones. En esto, se parecen significativamente a los dioses y otros seres supremos de las religiones del mundo. El próximo siglo, dado el nivel actual de vanidad de los estados, presentado aquí, promete ser extremadamente sangriento. Esta exposición abre la caja de Pandora: después de ella, el mundo nunca volverá a ser el mismo, personifica un nuevo comienzo. Antes de ella, el mundo era diferente, después de ella será diferente. La Exposición de París de 1900 no es solo un fenómeno político, social y económico, es el establecimiento de un nuevo orden mundial: una fe ya no reemplaza a otra, a partir de ahora, todas las religiones son reemplazadas por el ateísmo. Debido a sus propios miedos, algunas personas destruirán a millones de otras, sin saber nada sobre ellas, sin conocer su cultura, su vida cotidiana y su idioma. En nombre de nuevos recursos, territorios y el establecimiento de un estatus futuro, millones de personas serán destruidas... Pero, ¿no son estas palabras dignas y tan hermosas? Los propagandistas de todos los países se convertirán en los apóstoles del nuevo siglo, y sus ángeles, en demonios. Esto es lo que me dijo la exposición de 1900 en París.»
Texto escrito con salsa en un plato por Valdemar Poulsen:
«¡Qué curioso! ¿Qué pasaría en nuestro mundo a nivel metafísico en el mismo momento en que físicamente todas las paredes de todas las casas se volvieran transparentes? ¿Acaso veríamos a las personas como realmente son o, tal vez, incluso en ese caso lograrían ocultar su verdadera naturaleza? Pero, ¿son las paredes capaces de ocultar los instintos naturales que mueven a las personas? ¿Es esto posible incluso para esa máscara que se llama los logros de la civilización? ¿Son realmente tan fuertes nuestros instintos como para controlarnos, en mayor o menor medida en una u otra persona, respectivamente? El próximo siglo, muy probablemente, contiene la respuesta. El año 1900 abre el siglo del progreso, la gloria y el florecimiento de la civilización... ¿O tal vez el siglo de su decadencia? ¿Qué nos darán los próximos 100 años? ¿Desarrollo o degradación? Los logros modernos en todas las esferas de la vida, con la excepción de la militar, atestiguan que nos espera uno de los siglos más importantes y significativos en la historia de la humanidad en el concepto del desarrollo del bienestar de esta. Los logros en la esfera militar, por otro lado, dicen que al final del siglo nuestra humanidad puede que no sobreviva. Esto es lo que veo hoy, 30 de mayo de 1900, aquí en París. ¿Qué pasará después... pero realmente es tan importante ahora? Ahora, dentro de los límites del globo, reina la paz, prácticamente no hay hambre en él, y tampoco hay crueldad radical. Nuestra civilización humana está hoy en la cima de su desarrollo, pero, ¿está enferma?... y si está enferma, ¿de qué enfermedad y es posible curarla? Nuestro planeta, o más bien su orden mundial, nunca ha sido tan ideal como lo es hoy. Las naciones y los pueblos se respetan mutuamente. La decencia en la relación mutua es hoy el fundamento angular de la comunicación y las acciones que se realizan. Pero, ¿es todo esto realmente así? ¿No se han puesto todas las naciones y pueblos representados en la exposición estas máscaras a propósito para ver los logros de ciertos adversarios estratégicos, con el objetivo de apoderarse de territorios, recursos y esclavizar a otros pueblos? Dentro de unos años obtendremos la respuesta, ¡ya sea en forma de la risa de nuestros hijos o en forma del trueno de los cañones!»
Texto escrito con salsa en un plato por Valdemar Poulsen:
«¿Cuántas veces en este mundo son necesarios los órganos sexuales para su propósito real de uso? Un número limitado de veces. En todos los demás casos, se utilizan en procesos excesivos y, en consecuencia, para obtener placer, que, por su naturaleza, está destinado a ser saboreado un número insignificante de veces a lo largo de la vida. Para la continuación de la raza humana, se nos han dado los órganos sexuales; para la obtención de placer en todos los demás segmentos del camino de la vida, incluyendo, pero no necesariamente, durante el proceso de concepción, se nos ha dado el amor. Lo mismo se aplica a las vacunas y los medicamentos. La persona los necesita varias veces en la vida, pero si los usa constantemente, lo hace solo para obtener un placer que no le fue destinado por el Todopoderoso mismo. Esto es lo que es en nuestro mundo el fruto prohibido, el fruto de la tentación: el placer que no te está destinado por la naturaleza. Una analogía similar es aceptable en relación con el progreso tecnológico y, en consecuencia, con los logros en la esfera del armamento. ¿Cuántas veces una nación y un pueblo necesitan teóricamente usar armas? Teóricamente, las necesitan como factor de disuasión, y también en las características relacionadas con la protección y la defensa de los derechos, las libertades y los intereses de las naciones, los pueblos y los estados. De hecho, en la mayoría de las guerras, las armas se usaron como un instrumento de esclavitud, de ataque y de asalto y, en consecuencia, como yo creo, como un instrumento para que ciertas personas en el poder de ciertos países obtengan placer... Pero por todo placer que es excesivo, en un momento u otro, ya sea para el organismo, la carne, la persona o la nación, el estado y el pueblo, siempre llega la retribución. A menudo, esa retribución es fatal...»