Excalibur.

Capítulo 5.

POV. Serena.

Un día común y cualquiera (ahora lo llamo El Suceso), me di cuenta de que estaba perdidamente enamorada de Arturo.

Sabía cómo había llegado hasta aquí, pues durante los meses que pasamos juntos, acompañándonos y conociéndonos, fue inevitable pensar en el “tal vez”.

Arturo tenía todo lo que siempre había buscado antes. No solo en el físico, que por supuesto, era totalmente arrollador. Sino también, en lo amable, apasionado y gentil que era conmigo, con la vida, con su carrera y su música.

Los artistas son de ese tipo. No solo dentro del escenario te paralizan. Cuando están fuera, es como si un reflector estuviese dirigido sobre ellos todo el tiempo.

Arturo era eso para mí. Una luz al final del túnel.

Estábamos en proceso de convertirnos en una familia. Pero, inicialmente, solo buscábamos ser amigos y compañeros en el crimen. Supongo que comencé a pensar que podía pedir más.

Nos encontrábamos en el auto, después de ir a cenar hamburguesas. Aún no le habíamos contado al mundo de mi embarazo y solo muy pocas personas sabían lo que sucedía en nuestras vidas. La verdad era que estábamos inmersos en nuestra propia burbuja, olvidando quienes éramos. Sobre todo, quién era Arturo. Pero eso no impedía que de vez en cuando saliéramos a cenar a un local fuera de la ciudad. Era divertido.

Era ahora o nunca.

—Tengo que decirte algo.

—¿Qué sucede linda?

Adoraba cuando me llamaba de esa manera. Lo que le hacía a mi estomago era muy gracioso. Como si un zoológico completo estuviera dando brincos dentro mí.

—Entiendo que tú y yo no somos una pareja, y que la razón por la cual estamos juntos actualmente es por este bebé, pero no puedo evitar pensar que todo ha sucedido por una razón.

Lo miro fijamente. Sus ojos se suavizan, mirándome con algo que reconozco como afecto.

—Eres muy adorable.

De acuerdo, aquí vamos.

—Creo que me he enamorado de ti. —dije, sonriendo tímidamente.

Silencio.

Siento palpitar mi corazón a una velocidad que podría preocupar en mi próxima visita al médico.

Espero lo que parecen horas, cuando en realidad solo son segundos. Pero Arturo no dice una sola palabra.

Continúo esperando, pero él sólo apretuja mi mano, como lo ha hecho los últimos dos meses y continúa conduciendo hacia mi hogar.

¿Qué? ¿Eso es todo?

Lo miro conducir con una sola mano mientras sostiene la mía. Un hábito nuevo que ahora siento indispensable cuando estamos juntos en el auto. Creía pensar que eso era una señal de acercamiento, de demostración que le interesaba más allá de ser la chica que lleva a su futuro hijo en el vientre; más allá del embarazo que nos juntó.

Sé lo que está haciendo. Está dejando pasar mi confesión, ignorando descaradamente que acabo de arrojar una bomba del tamaño del Everest hacia él. Una bomba que he mantenido con seguro y que hoy he decidido explotar.

Estas semanas que hemos pasado juntos me hicieron creer que podíamos ser algo más. Soñar con la posibilidad de convertirnos en una pareja que pudiera crecer en una familia unida para el pequeño en camino. Que pudiéramos ofrecer un hogar con dos padres enamorados.

Parece que sólo había sido una interpretación mía.

Sé que debería quedarme callada, permitirle que esta situación sea olvidada rápidamente y dejada en el baúl de “cosas que jamás debieron decirse”. Sin embargo, no puedo.

—¿No dirás nada?

—Serena, por favor. —suspira.

Frunzo el ceño.

—¿Por favor?

—No hagamos esto. No compliquemos las cosas. —dice, negando con la cabeza, como si esto fuera molesto para él y no quisiera escuchar una sola palabra más.

Eso me hace enfurecer inmediatamente. Hola, hormonas de embarazo.

—Bueno, no es que quiera complicarte la vida, pero acabo de confesar que me he enamorado de ti y tú muy amablemente has decidido que te vale tres kilogramos de mierda y que es mejor ignorarme. —Sus labios están sellados. La música en el auto y mi respiración acelerada es lo único que sea escucha. Suelto mi mano y miro a la ventana. —Di algo, maldita sea.

—No hagas esto. Sólo olvidémoslo.

No estoy dispuesta a dejar esto así. No cuando todo lo que he esperado que pasara se destruye frente a mis narices. Preferible que se rompa todo de una sola vez y no en cachitos.

—Arturo, me he enamorado de ti, ¿qué tienes que decir al respecto? —pregunto.

Noto cada parte de él. Presto atención a cada parte de él. Como se ha inclinado hacia el lado opuesto del auto, alejándose lo más posible de mí. Aprieta el volante, como si fuese un salvavidas en altamar.

—No quiero hacerte daño. —dice.

—Sólo di lo que sientes, no es tan difícil.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.