Exmar: El despertar.

III. Héroe de granja.

Tras una semana y media de marcha sin destino, los ánimos de Brian comenzaban a bajar. En todo ese tiempo no había recibido la más mínima señal de Dalhila. Comiendo poco y durmiendo menos, a menudo se preguntaba si había tomado la decisión correcta. Llevaba tres días sin bañarse, y la tierra mezclada con el sudor lo fastidiaba.

Pasaron horas desde la última vez que consiguió transporte. Sus piernas flaqueaban por el cansancio y el camino frente a él parecía no tener fin. Sin fuerzas para continuar, con la noche aproximándose, subió al descampado y comenzó a levantar la carpa que había comprado días atrás. Cuando acabó, tomó su botella de agua y la última barra de pan que le quedaba y se sirvió, temiendo que fuera el último bocado que probara en un tiempo. Satisfecho su estómago, apoyó la cabeza sobre su bolso y se quedó dormido.

Un nuevo sueño se presentó aquella noche. Se encontraba sentado bajo un viejo roble. A su lado, una joven con una vestimenta extraña le decía algo que no lograba comprender. Los sonidos se perdían en el viento sin llegar a sus oídos. Estaba a punto de hablar cuando otra mujer apareció y abrazó a la primera. Brian las observó conversar entre ellas y se preguntó de dónde las conocía. Sin querer molestarlas, se levantó con intención de dejarlas a solas pero, al oír el nombre por el que lo llamaban en sueños, se volteó a mirarlas. Ambas tenían sus ojos clavados en él, totalmente mudas. Les preguntó quiénes eran esperando poder escuchar la respuesta, pero solo oyó el zumbido del viento. Una de las jóvenes se levantó, se dirigió lentamente a él y, acercando los labios a su oído, susurró: «Estamos cerca».

+++

El muchacho despertó sobresaltado. En medio de su somnolencia pudo oír un grito proveniente de algún lugar cercano. Tan rápido como su adolorido cuerpo le permitió, se asomó por la puerta de la tienda buscando el origen del sonido. Una nube de humo corría por encima de él desde la parte trasera.

Brian salió a observar y se sorprendió al ver las llamas que se agitaban furiosas a lo lejos. A la distancia que se encontraba era imposible que hubiera oído aquel grito, por lo que creyó que fue parte de su sueño. Aun así, se dirigió con prisa a aquel sitio olvidando por completo sus pertenencias.

Para cuando llegó, el fuego había crecido considerablemente dentro de lo que parecía ser un viejo granero. Algunos trozos de madera caían encendidos desde lo alto. Apagarlo parecía imposible, incluso inútil, dado que las llamas habían devorado por completo el cobertizo.

El joven buscó con la mirada algo que le ayudara a solucionar aquel problema. A unos pocos metros vio un tanque repleto de agua y se dirigió hacia él. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, una chica lo detuvo y le pidió ayuda desesperada. Brian la conocía, pero no tenía tiempo para pensar en eso. Arriesgándose a fallar o asustar aún más a la muchacha, extendió sus manos frente a él y se concentró en el líquido contenido en aquel recipiente. No había vuelto a practicar desde que se marchó de casa, por lo que resultó más difícil de lo que pensaba.

La mujer lo miraba confundida, sin saber si la ayudaría o solo estaba perdiendo el tiempo. Cuando vio los primeros temblores del agua retrocedió sorprendida. Cientos de enormes bolas comenzaron a flotar y salir despedidas, una detrás de otra. Con cada impacto, el fuego del granero comenzó a menguar hasta que solo quedó una pequeña llama en el exterior y un tanque vacío.

Reaccionando rápido a pesar del aturdimiento, la joven corrió en busca de una manguera y extinguió el último rastro del incendio. Cuando acabó, ya más tranquila, regresó junto a Brian mirándolo con curiosidad. El muchacho mantuvo su mirada sin saber qué decir, reviviendo a la vez las imágenes de su reciente sueño.

— Mi Nombre es Valentina –soltó la chica al cabo de un rato–. Prefiero que me digan Vale. ¿Y vos quien sos?

— Brian. Estaba de paso y vi el fuego desde… –el joven se detuvo a mitad de la frase, recordando sus pertenencias olvidadas–. Discúlpame. Deje mis cosas en mitad de la nada. Tengo que ir a buscarlas –completó y comenzó a alejarse.

Valentina esperó un momento, indecisa, y luego lo siguió. Notaba algo familiar en aquel chico, pero no lograba identificar qué era. La forma en que había controlado el agua la desconcertaba, pero también le alegraba. Llevaba un tiempo sintiéndose extraña, pasando por cosas inexplicables, incluido el incendio que ella misma había provocado por accidente. Si Brian era como ella, quizás podría explicarle lo que le ocurría.

— Mi hermana va a matarme –dijo, acomodando un mechón café detrás de su oreja–. Es la primera vez que sale en mucho tiempo, y en su ausencia deshice el deposito.



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Editado: 25.07.2018

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