Exmar: El despertar.

V. Erae, la Ondina.

Al caer la noche, los jóvenes, agotados, pararon a descansar a un lado del camino. El olor del agua les llegaba desde un lago cercano y planearon refrescarse en él por la mañana. Estaban rendidos. El día no había sido bueno, pero unas cuantas horas de sueño podrían remediarlo. Con aires de caballerosidad, Víctor ofreció su pequeña carpa a las hermanas e insistió en dormir afuera. Brian apoyó su decisión, sabiendo que no podría dormir de ninguna forma.

Luego de relajarse un rato con bromas y anécdotas, las chicas entraron en la tienda y cayeron vencidas por el sueño. Los muchachos, insomnes a pesar del cansancio, permanecieron un momento en silencio evitando las miradas. Su relación había comenzado mal y el largo viaje que les esperaba podía empeorarla.

— Perdón por lo que dije hoy –soltó Víctor de improviso–. No soy muy bueno para hacer amistades, por eso viajo solo. Esta situación me tiene de los nervios y la pegué con vos. Sé que no necesitas que te cuide. Según la mujer rara sos la cabeza de todo esto.

— No te preocupes. Yo también reaccioné mal. Ni siquiera te di las gracias por ayudarnos –guardó silencio un instante, pensando en lo que acababa de oír, y luego reanudó–. ¿Qué querés decir con eso de que soy la cabeza?

— Para ser tan importante no parece que sepas mucho.

— Ya no se ni quien soy. No pretendo ser importante, solo quiero entender lo que pasa. Si sabés algo que yo no deberías decirme.

— No sé mucho más que vos. Cuando Dalhila me buscó, dijo que me encontraría con dos chicas y un joven en problemas. Además de las indicaciones para defenderlos me dio sus nombres. O al menos los nombres que ella recuerda.

Brian entendió a qué se refería. Ese nombre llevaba rondando su cabeza desde la primera vez que lo oyó. Aun no se acostumbraba, y agradecía que sus nuevos compañeros no lo usaran.

— ¿Anghell? –preguntó, aun sabiendo la respuesta.

— El gran General del ejército de la oscuridad –respondió Víctor, asintiendo con la cabeza–. En teoría sos nuestro líder en la batalla, pero después de lo que vi hoy empiezo a tener mis dudas.

El joven bajó la mirada. Aunque le había molestado el comentario sabía que encerraba algo de razón. Él no era un líder. No podía encontrar el rumbo de su propia vida, mucho menos guiar a un ejército. El destino se había equivocado al elegirlo. Queriendo evitar la actitud excesivamente crítica de su compañero, siguió la conversación por otro lado.

— Y las chicas, ¿cómo se llaman según Dalhila?

— Minna y Lenia. Aun no sé cuál es cual. Todo esto es demasiado raro. Ni siquiera nos conocemos y tenemos que viajar juntos a quién sabe dónde. Y la mejor parte es que, tal vez, alguno de nosotros no sobreviva.

Los muchachos se sumieron en un absoluto silencio, preocupados por la realidad de esas palabras. Habían resistido a los infortunios del día, pero aún les quedaba un largo camino por delante, lleno de peligros que todavía no podían siquiera imaginar. Al cabo de un rato, Víctor volvió a hablar solo para despedirse y recostarse contra un árbol. Cuando el joven se quedó dormido, Brian decidió salir a caminar para despejarse.

+++

Anduvo durante media hora hasta llegar al lago en el que sus compañeros planeaban bañarse. Luego de quitarse las zapatillas, se sentó en la orilla y puso sus pies en el agua. El contacto le provocó un escalofrío en un primer momento, hasta que su piel se acostumbró a la relajante frescura. Permaneció así un largo rato, con solo el sonido de algunos insectos nocturnos por compañía.

Cuando estaba a punto de regresar, un sonido dentro del lago llamó su atención. Pese a la poca iluminación pudo ver un extraño movimiento dirigiéndose hacia él. Movido por la curiosidad, se sentó en cuclillas y observó el avance, creyendo que se trataba de un pez.

Antes de llegar a la orilla, lo que estuviera bajo el agua se detuvo y el silencio volvió a reinar en el lugar. Brian tomó una larga rama que encontró a un lado y comenzó a tantear el lugar en donde había parado el movimiento. No ocurrió nada, y el joven decidió dejar de perder tiempo e irse a dormir. Arrojando la vara al lago, dio media vuelta y comenzó a caminar.

Apenas había hecho dos pasos cuando un golpe en su espalda lo sobresaltó. Al voltear, se encontró con la misma rama que acababa de tirar. Un poco asustado, regresó a la orilla y estiró su cuello tanto como pudo para ver bien.

— ¿Quién está ahí? –Preguntó, pero no recibió respuesta–. Víctor, si sos vos haciendo una broma estúpida te aviso que no estoy de humor. Con tu pesimismo tengo para rato.



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Editado: 25.07.2018

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