Exmar: El despertar.

IX. Los siete.

Luego de relatarle a Jonathan la historia de su travesía, los jóvenes le dieron un tiempo para asimilarlo. El muchacho se veía aturdido, pero no dijo nada durante el tiempo que duró la explicación. Al cabo de un rato, se levantó y regresó con unas cuantas mantas.

— Es todo lo que tengo para ofrecerles –dijo–. Van a tener que acampar en mi living por esta noche. Mañana podrán seguir con su viaje.

Al comprender el significado tras esas palabras Brian quiso intervenir, pero una seña de Carla lo detuvo. Era normal que el chico se resistiera a creer, por miedo o por no lograr entender. Agotados y sin ánimos de insistir, los jóvenes decidieron esperar al día siguiente para convencerlo.

Mientras todos se preparaban para dormir, Víctor se tomó un momento para salir a tomar aire. Aunque no lo decía, estaba demasiado agobiado por la situación. En un descuido, había pasado de ser un viajero solitario a un guerrero reencarnado con demasiados amigos. No sabía qué ocurriría cuando todo acabara y, por lo tanto, no quería acostumbrarse a ellos. Sin embargo, desde que vio a Evelyn sintió algo ablandarse en su interior que no podía explicar.

Como si leyera sus pensamientos, la joven salió a buscarlo y se sentó en el suelo junto a él, en completo silencio.

— Deberías dormir Eve –sugirió el muchacho–. Fue un día loco para vos. Debes estar cansada.

— Sentís lo mismo que yo ¿Verdad? –Preguntó ella, ignorando su comentario.

— ¿A qué te referís?

— Desde que nos vimos por primera vez siento que toda nuestra vida nos preparó para encontrarnos. Es como si ya nos conociéramos desde hace tiempo, y sé que a vos te pasa lo mismo. ¿Crees que tenga alguna relación con lo que está pasando?

— No lo sé. No entiendo nada. Este último tiempo fue como estar en una montaña rusa. De todo lo que viví desde que Dalhila apareció, sos lo único que parece tener sentido.

Evelyn comprendió sus sentimientos, pero no supo cómo responder. Cada vez que se acercaba a Víctor todo se volvía confuso, como si dos vidas estuvieran luchando por ocupar el mismo lugar. Con la mirada perdida, los jóvenes se mantuvieron un momento en silencio hasta que decidieron ir a descansar. No tardaron demasiado en dormirse, cansados, más de mente que de cuerpo.

Al cabo de unas horas, como si una niebla comenzara a despejarse, Brian comenzó a soñar por primera vez desde su encuentro con las hermanas. Al principio, solo fueron unas imágenes difusas, un bosque, un lago, que luego se volvieron más nítidas. El joven miró a su alrededor, buscando algún detalle que le indicara a dónde debía ir, pero el lugar parecía demasiado común.

Comenzó a caminar lentamente, analizando cada detalle del paisaje, hasta que oyó una voz ya conocida. No había olvidado las últimas palabras que pronunció, y el motivo principal de que iniciara su viaje. Invadido por antiguos sentimientos, volteó a mirarla.

— Jessica –pronunció en un susurro que se perdió en el viento.

— Puedo encontrarte, Anghell –exclamó la muchacha–. Necesito que me esperes. Ya debo irme. Dalhila no me dio mucho tiempo. Esperame. Ya todo acabará.

A medida que hablaba, su voz se iba apagando al igual que su imagen. Brian, como la última vez, intentó inútilmente retenerla. Quería preguntarle muchas cosas, pero se desvaneció antes de que pudiera pensar solo una.  Al despertar, una ligera lágrima resbaló por su mejilla. Aun no amanecía, por lo que decidió volver a dormir.

A la mañana siguiente, Carla se levantó más temprano de lo habitual. A pesar de haber dormido sin interrupciones, seguía sintiéndose cansada. En una rápida inspección notó que todos seguían descansando, excepto Valentina. Desde que todo comenzó no habían tenido tiempo para hablar. Se prometió protegerla, pero ahora siquiera podía saber cuánto la habían afectado los sucesos de los últimos días. Queriendo corregir la situación, la joven salió en busca de su hermana.

Luego de recorrer, incomoda, la mayor parte de la casa de Jonathan, se dirigió al patio trasero. Allí, sentada bajo un pequeño sauce, se encontraba Valentina jugando distraída con la llama de un encendedor. Al verla Carla se acercó rápidamente y se sentó a su lado.

— Hola. ¿Cómo estás? –Preguntó sonriendo. Su hermana la miró y le devolvió la sonrisa.

— Confundida, asustada, pero también emocionada. Fueron unos días bastante raros. Siempre quise una aventura, pero no me maginaba algo como esto. Y aun no me saco de la cabeza lo que dijo Vissat.



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Editado: 25.07.2018

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