Los siete reencarnados se encontraban rodeados por un grupo de elementales muy poco amigables. Sus miradas amenazantes les dejaron en claro que no habría tiempo para presentaciones formales, por lo que se dispusieron a luchar. Brian aún se sentía confuso por su encuentro con Gorand, pero el primer ataque de un hijo del Fuego lo obligó a concentrarse.
Los jóvenes se defendían y atacaban con mayor facilidad. Sus movimientos parecían haber sido aprendidos y practicados durante toda su vida. Evelyn, a pesar del miedo que sentía, se dejaba llevar por sus instintos y luchaba junto a Víctor como si fueran uno. Parecían tener la batalla ganada cuando un gran temblor los sacudió y los hizo caer.
El truco de los hijos de la Tierra les quitó toda ventaja, y sus enemigos aprovecharon para inmovilizarlos. A la distancia, Gorand observaba el enfrentamiento con atención, estudiando cada movimiento de los jóvenes guerreros. Reconocía que se habían vuelto más fuertes, pero no tardó en hallar una debilidad en su falta de unidad.
Mientras lucharan por separado, vencerlos era fácil. Sin embargo, en el último instante, siempre lograban conectarse para salvar sus vidas. Su única opción era distanciarlos, pero alguien más debía hacer ese trabajo.
Atrapados una vez más, los jóvenes se removían inútilmente intentando liberarse. A una señal de quien parecía ser el líder, un elemental extrajo una pequeña daga y se acercó lentamente a Lucía. Brian comenzó a agitarse con fuerza y gritar que se detuviera, pero la criatura avanzó sin prestarle atención hasta inclinarse junto a la muchacha. Ante la desesperada mirada de los reencarnados, colocó la daga en el cuello de la joven y se tomó un segundo para que todos grabaran la imagen durante sus últimos instantes de vida.
Brian sabía que ese era el fin, pero no estaba dispuesto a permitirlo. Había pasado por mucho para encontrarla, y no la perdería sin luchar. La impotencia tornó lentamente en rabia, liberando nuevamente el instinto del guerrero. El joven, controlando momentáneamente su desesperación, hizo temblar el suelo con gran intensidad, devolviendo la jugada a sus atacantes. La sacudida desestabilizó a los elementales que, a pesar de reponerse con rapidez, no lograron evitar que los jóvenes se liberaran.
Aun dominado por una furia parcialmente controlada, Brian reunió a sus compañeros en un solo punto. Su mente, lejos de estar cegada por la rabia, se había vuelto más clara que nunca. Sabía lo que debía hacer, y no dudó un segundo.
— Uno a la vez –dijo, en un tono de voz que no admitía objeciones–. Carla, Jonathan, necesito barreras. Manténganlos aislados. Lucia, Vale, cúbranles las espaldas. Víctor, Eve y yo vamos a apagar la llamita primero.
Sorprendidos, pero sin dudar, todos se prepararon para seguir las órdenes del muchacho. Carla y Jonathan avistaron al elemental y lo encerraron entre muros de piedra. La acción desorientó a los demás atacantes, que dirigieron sus fuerzas a quienes habían levantado las barreras. No hicieron más que un paso cuando una intensa ráfaga de aire y fuego comenzó a obligarlos a retroceder.
Lucia y Valentina, concentraban todas sus energías en sus ataques distanciando cada vez más a sus enemigos. En poco tiempo, Brian, Evelyn y Víctor derrotaron al elemental y continuaron con el resto de sus enemigos. Uno a uno, fueron cayendo sin poder hacer nada para evitarlo. La mirada amenazante con la que habían llegado fue cambiando hasta convertirse en una expresión de terror.
Cuando solo quedaron dos en pie, ya sin ánimos de pelear, los jóvenes detuvieron su ataque y les ofrecieron la oportunidad de marcharse. Molestos, pero ya vencidos, los elementales emprendieron la retirada sin decir una palabra. Los chicos festejaron su victoria y aplaudieron a Brian por su manejo de la situación, quien no pudo evitar sonrojarse.
En medio de la euforia, ninguno percibió la amenaza hasta que fue demasiado tarde. Uno de los elementales había regresado y, aprovechando la distracción, había atrapado a Lucía y la sujetaba con fuerza del cuello. Cuando Brian intentó atacar, la criatura apretó a la joven con más fuerza. El muchacho se detuvo al ver que su compañera se retorcía del dolor y comenzaba a perder el aliento. Al verlo, el atacante esbozó una macabra sonrisa, que se desvaneció súbitamente para ser reemplazada por una expresión de sorpresa.
Ante la atónita mirada de los reencarnados, el elemental soltó a Lucía, dio un paso al frente con dificultad, y cayó suelo sin vida. Detrás de él, un muchacho sostenía la misma daga que momentos antes habían intentado usar contra la joven.
— ¿Están todos bien? –preguntó el desconocido, sin quitar la vista del cuerpo de la criatura.
— Sí. Gracias por la ayuda –respondió Lucia–. ¿Quién sos?
Editado: 25.07.2018